Logo
Imprimir esta página

¿Por qué Dios determinó remover a la Iglesia de la tierra en el rapto?

¿Por qué Dios determinó remover a la Iglesia de la tierra en el rapto?

 En muchísimas ocasiones nos hemos referido al tiempo del rapto de la Iglesia.  Esta creencia es algo que a veces aumenta y otras disminuye, en ocasiones casi hasta el nivel que la olvidan por un rato.  Luego, por una variedad de razones, el interés se acrecenta nuevamente. 

Ocasionalmente, la fe en esta doctrina llega hasta un grado, que se convierte en un asunto vital, acompañada con discusiones acaloradas y explosivas.  En el clímax de las polémicas, se evalúan las diferentes posiciones teológicas, bombardeando una con otra con textos de la Escritura como prueba, acompañándolas con explicaciones en favor de los puntos de vista opuestos.

          Tal parece que hemos llegado nuevamente a uno de esos momentos culminantes, medido por una serie de patrones los cuales discutiremos más adelante en este artículo.

          Muchos estudiosos de las profecías bíblicas, recuerdan muy bien el año 1988, cuando se dieron a conocer una variedad de “pruebas” sobre la inminencia del rapto.   Fue el año en que se publicó un  pequeño librito titulado 88 razones por las que el rapto ocurrirá en 1988, escrito por Harold Camping.  Fue también un tiempo de gran excitación entre los cristianos.

          Sólo unos años antes, el 14 de mayo de 1948, Israel después de casi dos mil años había sido refundado como nación.   En 1967 ganó la guerra de los seis días, que le permitió reclamar el Monte del Templo, aunque sólo fue por un tiempo muy breve.  Luego en 1973, tras enfrentarse a probabilidades adversas astronómicas, ganó la guerra de Yom Kippur.  Para los que están atentos al cumplimiento de las profecías, tal parecía que Israel estaba siendo favorecido por Dios y que se encontraba listo para tomar las riendas y reclamar el territorio que le fuera prometido a Abraham.  El mecanismo de este proceso es claramente descrito por los profetas del Antiguo Testamento.

          En 1988, la emoción estaba al rojo vivo.  Muchos de los fieles esperaban el pronto retorno del Señor.  Y aquí debemos hacer una clara distinción con relación a esos que esperan su venida en cualquier momento y la inminencia de su retorno.  Hay una gran diferencia entre “pronto” e “inminente”.  Lo primero significa que algo va a ocurrir en el lapso de vida del creyente, más temprano que tarde.

          Pero la Biblia habla del retorno del Señor Jesucristo por la Iglesia, como algo que ocurrirá en forma inminente - es decir en cualquier momento - sin que haya necesidad de que suceda un evento específico entre el tiempo presente y su venida.

          El apóstol Pablo les dijo a sus primeros discípulos que el Señor podía regresar en cualquier instante, tal vez en los siguientes segundos.  Ninguna profecía tenía que tener cumplimiento antes de su venida.  Esto es lo que se conoce como la doctrina de la inminencia.

          Por ejemplo, él escribe en tiempo presente cuando se refiere a la fe de los creyentes en Tesalónica, asegurándoles: “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9–10).

          El tiempo del verbo que Pablo usa aquí, intenta darnos la seguridad de la presencia del Señor, “a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” - en el presente.  En otras palabras, desea que esos que estén vivos se mantengan atentos esperando el rapto, el cual presenta como un acontecimiento inminente.  Pablo usa esa clase de lenguaje en forma repetida.  Esto se demuestra una y otra vez.  He aquí otra cita que encontramos un poco después en la misma epístola: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe?  ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” (1 Tesalonicenses 2:19).

          Aquí, el apóstol presenta la venida del Señor Jesucristo por su Iglesia en el rapto, como una promesa, para que quienes estén vivos la acepten como algo personal, que aplica directamente a ellos.  Pablo nunca habló del rapto como un evento en un futuro distante, sino como una posibilidad inequívoca y real que podía tener cumplimiento en el lapso de vida de cualquier creyente que leyera sus epístolas.

¿Pronto?

          Regresando al año 1988 y la palabra “pronto”, muchos de nosotros podemos recordar claramente que durante ese tiempo, los predicadores alrededor del mundo comenzaron a proclamar “¡Qué Jesús regresaría pronto!”.  Ciertamente, también creían que su venida sería inminente.  Pero... ¿pronto?  Eso implicaba una venida en los próximos años, y ciertamente no había nada malo con el nivel de expectativa de ellos.  Dado los eventos mundiales y las verdades proféticas de los últimos días, tal excitación fue y todavía es, justificable.

          Pero decir que “Él llegará pronto”, es bien diferente a que “Su llegada es inminente”.  Pero... ¿por qué estamos insistiendo tanto en este punto?  Porque es claro que ellos habían escogido claves que asociaban lo que ocurría en Israel con las enseñanzas de los profetas.  Entonces y ahora, los eventos profetizados en el territorio de la Biblia están sucediéndose en una base diaria.

          El Medio Oriente es un hervidero de conflictos, y todas las naciones en el centro de la acción son mencionadas en la profecía.   Irán - la antigua Persia, Iraq - la Babilonia del pasado, Kuwait, Arabia Saudita - Sabá y Dedán, Siria - Damasco actual, Egipto, Libia, Etiopía y otras, son citados prominentemente en la Escritura.  Estos países en su totalidad, están cayendo bajo el control de la Hermandad Islámica, cuyo plan maestro y sueño por largo tiempo, ha sido la destrucción de Israel.  Por consiguiente, todos han sido contactados por la gran potencia del norte. Rusia les ha ofrecido “ayuda”, conforme extiende sus tentáculos alrededor de su riqueza petrolera y lugares estratégicos.  Claro está, esa “ayuda” incluye pactos militares y armamento.  Todo esto en perfecta armonía con la idea que la Iglesia podría ser arrebatada en cualquier momento.

Cuarenta: El número de prueba

          Los fieles ofrecieron muchos escenarios esperanzadores - unos matemáticos, otros basados en el calendario o en la Escritura, los cuales proclamaban aparentemente que el rapto sería un evento seguro para 1988.  Pero en el fondo de todo, cada uno de estos sistemas fue trazado y deducido por el hecho que la nación de Israel, que fuera refundada el 14 de mayo de 1948, había llegado a su cuadragésimo aniversario.  Israel, el reloj profético de Dios había realizado su “travesía moderna” de cuarenta años a través del desierto y en ese momento arribaba a la tierra prometida, lo que cual significaba que era altamente probable que la Iglesia sería sacada fuera de este mundo, para que los eventos del fin pudieran llegar a su culminación.

          El número cuarenta ha sido reconocido universalmente como una cifra importante, tanto por la frecuencia como aparece en la Biblia, como por la uniformidad de su asociación con un período de prueba.  Es el producto de cinco por ocho y señala a la acción de la gracia representada por el cinco, culminando con el ocho el nuevo principio.

          Todas las pruebas matemáticas y bíblicas fueron trazadas por esta simple verdad... pero estaban equivocados.  Sin embargo, no hay nada de malo con estar atento.  De hecho, el propio Señor Jesucristo nos animó con estas palabras: “Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.  Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.  Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo” (Lucas 21:35–38).

          Esta discusión se ha suscitado una y otra vez por casi un siglo ahora.  Comenzó en serio en la década de 1870, cuando el territorio de Israel empezó a ser repoblado por los judíos.  Los despertares espirituales y los movimientos misioneros de ese tiempo, hicieron posible que se realizara el Primer Congreso Sionista en 1897. Previendo el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, judíos y cristianos empezaron a trabajar unidos.  Conforme el pueblo israelí comenzó a regresar a su territorio, el arrebatamiento de la Iglesia su fue proyectando como una posibilidad real.

          A partir de entonces volvió a enseñarse en serio la doctrina del rapto antes de la tribulación.  Unos se pusieron de pie para decir que esto era imposible, porque la tribulación ya había tenido lugar... hacía muchísimo tiempo, en el primer siglo.  Otros enseñaban que sí, que la tribulación era un evento del futuro, pero que la Iglesia debía pasar a través de ella y resistir sus rigores hasta el fin, a lo largo de todo el período de siete años.  Mientras que terceros aseguraban que no, que la Iglesia tendrá que pasar sólo los tres primeros años y medio de este período horroroso, pero no las destructivas y violentas torturas de la segunda mitad.  Y la discusión a no dudar continúa, con grados variados de pasión.

          Pero... ¿por qué prevalece tal desacuerdo sobre un tema que parece tan claramente establecido?  Pablo escribe: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).  La “salvación” mencionada aquí, no se trata de recibir al Señor Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, sino del hecho de ser removido de la tierra antes de la tribulación.  Pese a todo, prevalece una gran confusión respecto al rapto.  En este punto, vamos a plantear una pregunta que no se discute mucho. 

¿Por qué tiene que haber un rapto?

          ¿Por qué Dios ha planeado la remoción de la Iglesia de la Tierra?  Si el Señor Jesucristo va a retornar para establecer su Reino, lo cual ciertamente será una realidad, ¿por qué simplemente no regresa, resucita los cuerpos de los muertos justos, arrebata a los creyentes vivos y continúa con todo a partir de este punto? ¿Por qué ascenderá al cielo con todos para luego regresar con los justos - muertos y vivos, cuando todo lo que tendría que hacer es resucitar a todos los creyentes a su Segunda Venida?

          Esto suscita otra pregunta: ¿A su Segunda Venida, quiénes servirán ante su trono como sus representantes terrenales?  Algunos dicen que será la Iglesia.

          En ese caso, ¿qué pasará con las doce tribus de Israel y toda la profecía que habla de que se establecerá una vez más el sistema sacerdotal en los últimos días?  ¿Y qué haríamos nosotros con el templo del Anticristo mencionado por el profeta Daniel, el Señor Jesucristo y Pablo?  Él tiene la capacidad para convencer a los judíos de que es el Mesías de Israel, ¿cómo encajaríamos los creyentes cristianos en este escenario?  Y la respuesta es: ¡En ninguna forma! ¡Estaríamos completamente fuera de lugar!

          ¿Acaso los pasajes que hablan del rapto en el capítulo 4 de la primera epístola a los Tesalonicenses, también hacen referencia a Jesús estableciendo su trono a la Segunda Venida? ¡No, por seguro que no!  De hecho, se refieren a un juicio venidero que tendrá lugar exactamente después del rapto.  Pero... entonces... ¿por qué tiene que haber un rapto?

1. ¿Será que el rapto es una forma de escapar de los problemas del mundo?

          Muchos ridiculizan el rapto, se burlan y le llaman “el gran escape”, asegurando que se trata de un engaño de los cristianos, quienes deberían estar preparándose para los tiempos bien duros que se avecinan, pero que en lugar de eso, están viviendo con la vana esperanza, de que antes que las cosas se pongan realmente terribles, van a ser sacados fuera de este planeta.  Estos críticos enseñan que el concepto del rapto antes de la tribulación fue inventado de la nada en el siglo diecinueve, y que nunca había sido enseñado antes de ese tiempo.  Debemos admitir, que hasta cierto punto ellos están parcialmente correctos: el rapto es una doctrina que fue parte de las enseñanzas en la iglesia primitiva, pero que no se enseñó mientras Israel estuvo en el exilio.  Tan pronto como los judíos comenzaron a regresar a Israel, el tema del rapto comenzó a enfatizarse una vez más.

          Pese a todo, hacen mofa de los cristianos a quienes perciben como ingenuos al creer en tal escape.  Para ellos, el rapto es una negación de la habilidad del Señor para conducir a los creyentes bien preparados, a través de los tiempos peligrosos que se avecinan.

2. ¿Tendrá que esperar el rapto hasta que el último pecador que será salvo se añada a la Iglesia?

          Algunos enseñan que el rapto opera como una especie de “sistema de cuotas”.  Creen que su tiempo depende, del cierto número de santos que han sido predestinados para salvación, quienes deben ser salvos antes que la Iglesia pueda ser removida fuera de este mundo.  Cuando se complete su número, el Señor hará su pronunciamiento y tendrá lugar el rapto.  A quienes creen esto, se les escucha decir: “Cuando el último santo sea salvo, la Iglesia será llevada a casa”.

          Esta idea convierte el rapto en algo completamente dependiente de la Iglesia, porque lo que proclama en efecto, es que no hay razón real para el rapto, y hace que el tiempo de la tribulación dependa del desenvolvimiento de la Iglesia.  Bajo esta forma de pensar, uno bien puede llegar a creer que entre más contribuyamos para que los cristianos sean salvos, más rápido tendrá lugar el arrebatamiento.  Pero ciertamente, la Escritura en ningún lugar se refiere al rapto como algo asociado a determinado suceso de la Iglesia.  Por el contrario, la Iglesia de los últimos días existe dentro del deterioro que reinará entre la humanidad, justo antes del período de la tribulación.

3. ¿Es el rapto un escape de las pruebas del período de la tribulación?

          Los críticos del rapto antes de la tribulación, a menudo censuran este punto de vista, declarando que se trata del simple deseo de escapar de los rigores de la aflicción venidera.  Enseñan que la Iglesia, debe de alguna forma, prepararse para la venida del Reino, siendo partícipe en él, porque tal vez seremos los representantes de Dios durante los grandes juicios que habrán de venir.  Pero la Biblia nunca presenta la Iglesia en este papel.  Por el contrario, ni siquiera se le menciona antes que tengan lugar estos juicios.  La Iglesia simplemente no es parte de los eventos que describen la tribulación.

          Un estudio objetivo, rápida y enfáticamente revela una verdad básica: que la razón para el rapto es bien clara.  Tendrá lugar específicamente para permitir el ascenso de Israel, tal como está profetizado en el Antiguo Testamento.  Con la Iglesia en la posición presente, Israel no podría ascender a su destino profetizado.

La controversia: El retorno de Israel

          Desde su propio principio en el primer siglo, la era de la Iglesia ha estado marcada por una disputa central, que involucra el destino profético de Israel y el de la Iglesia.  Dentro de la iglesia institucionalizada, ha prevalecido un desacuerdo fundamental respecto a la centralidad de Israel en el plan de Dios.  A comienzos del siglo quinto, de la era cristiana, los principales teólogos del catolicismo romano, tal como Agustín de Hipona, establecieron la posición teológica básica con respecto a Israel.

          Su doctrina era amilenial.  Es decir que consideraba la era presente como el milenio profetizado, no como un período de mil años en el futuro.  Al adoptar esta posición, él razonaba que como la tribulación llega antes que el milenio, ya había pasado.  Agustín y otros asociaron todo con la derrota de Israel ocurrida entre los años 70 y 135 de nuestra era.  A Israel se le consideraba como algo del pasado, ya que la Iglesia había ocupado su lugar como líder mundial, y era la encargada de purificar el mundo progresivamente hasta que el Señor Jesucristo retornara en su Segunda Venida.

          En un grado mayor o menor, la escatología agustiniana llegó a dominar a la iglesia católico romana, igualmente el estado de las iglesias en Europa y América en los siglos que siguieron a la Reforma.  Aunque los reformadores desecharon los legalismos del catolicismo romano, retuvieron este punto de vista de los últimos días.

          Hasta este día, el hecho de que ellos hubieran desestimado a Israel en el plan de Dios, ha tenido consecuencias monumentales en la interpretación de la profecía bíblica.  La teología de que la Iglesia remplazó a Israel, ha crecido a tal proporción que sentó la norma para el cristianismo organizado.

          Pero con el retorno de los judíos a la tierra prometida, comenzó a desarrollarse una situación dramática, en la cual Israel se ha convertido en el paria del mundo.  La diminuta nueva nación, es considerada por la mayoría de la humanidad como un advenedizo presuntuoso, sin ninguna razón real para existir, excepto por su sufrimiento colectivo en la era del holocausto de la primera y segunda guerras mundiales.  Su gran persecución al final de ese período, proveyó el impulso para su retorno al territorio de Canaán. Hoy todos esos recuerdos se han desvanecido, y el mundo gentil manifiesta una tendencia cada vez más creciente a hacer mofa del derecho de los judíos a existir como nación.

          Este creciente problema ahora amenaza con desatar una guerra mayor en el Medio Oriente.  La legitimidad de Israel está siendo seriamente cuestionada por las naciones, cuando se congregan en el mismo edificio de las Naciones Unidas en donde sus miembros le hicieron justicia a los judíos en 1947.

El misterio de los dos linajes

          Paralelo con todas estas cosas que estaban ocurriendo, un sector pequeño del cristianismo comenzó a crecer a finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte. Enseñaba que el desacuerdo clásico entre la Iglesia e Israel, como herederos del Reino, podía ser resuelto.  Contendía que Dios obra mediante períodos sucesivos de tiempo llamados “dispensaciones”.  Hoy, en la dispensación de la Iglesia, la salvación individual se encuentra en el centro de los planes de Dios, pero después de eso en la dispensación del Reino, reinará Israel.  La transición entre estos dos períodos de tiempo estará marcada por convulsiones catastróficas que provocarán el colapso del poder gentil que ahora controla el mundo.

          El dispensacionalismo revivió la enseñanza apostólica de que habían dos linajes de fe en el plan Divino... que la edad de la Iglesia era finita, y llegaría a una conclusión determinada por el calendario de Dios.  Luego, Israel volvería a resurgir nuevamente en medio del tumulto y el caos de la tribulación.  En medio de toda esa convulsión emergería un Israel renovado, un nuevo templo y un Reino de mil años aquí en la Tierra controlado por el propio Señor Jesucristo.

          Pablo, al escribirle a la iglesia en Roma, lamentó el hecho que Israel había rechazado a Jesús, su Mesías, pero nunca llegó al extremo de condenar a la nación a muerte espiritual.  Por el contrario, en su epístola a los Romanos, planteó una pregunta retórica que ha resonado a lo largo de los siglos:  “Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.  Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo?  En ninguna manera.  Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.  No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció...” (Romanos 10:21-11:1,2a).

          Aquí Pablo hace la pregunta, y también la responde en términos bien claros.  Su cuestión comienza con la afirmación de que Israel había negado a su Mesías, y que por esto fue castigado en conformidad con sus actos, pero rápidamente deja bien claro que Dios no los ha desechado.

          Luego prosigue a explicar que en el plan del Creador, Israel desempeña un papel continuo, ya que en medio de su pueblo tiene un linaje escogido: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia.  Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.  ¿Qué pues?  Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy” (Romanos 11:5–8).

          Es extremadamente importante que los cristianos hoy entiendan, que a lo que Pablo se refiere como “aun en este tiempo”, se extendió a lo largo de los años, hasta nuestros días.  Esa es su forma de expresar la verdad respecto a la dispensación actual.  En efecto, él está declarando “que a pesar de las condiciones presentes” Israel se encuentra bajo la gracia de Dios.  Que la nación no ha sido desechada, ni lo será, sino que pese a su desobediencia opera bajo las condiciones de “la elección por la gracia”.  Nada puede ser más claro.

          Pablo también hace otra pregunta que trae consigo esta asombrosa verdad que es generalmente pasada por alto, y que usualmente no se emplea para apoyar la idea de que el rapto tendrá lugar antes de la tribulación.  Sin embargo, es uno los textos que aporta mayor prueba en la entera Biblia.  Plantea una declaración que no puede ser ignorada: de que la caída de Israel le trajo salvación a los gentiles.  En otras palabras, la derrota cataclísmica del pueblo judío durante el primer siglo, tuvo un propósito.  Esto es simplemente otra forma de decir que la caída de Israel dio origen a una nueva dispensación: “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos.  Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” (Romanos 11.11–12).

          ¡Ésta es una declaración asombrosa!  La caída de Israel trajo consigo una bendición para el entero sistema mundial.  Es perfectamente lógico entonces concluir, que Israel una vez más resurgirá al poder, y que cuando alcance “su plena restauración” el mundo de los gentiles sucumbirá.  Éste es de hecho el tema principal del libro de Apocalipsis, el cual detalla el colapso del poder mundial gentil y el restablecimiento de Israel.

          Este simple hecho está expresado en forma tan clara, que de ninguna manera puede ser mal interpretado, excepto por esos que son impulsados  por una agenda desviada de manera inalterable en favor de una potencia mundial gentil continua, dominante e inquebrantable. En el siguiente pasaje, Pablo concluye su disertación, declarando que el misterio de los dos linajes concluirá con el colapso del entero dominio gentil y la salvación subsecuente de la nación de Israel.

          Pablo seriamente suplica que la Iglesia conserve en el centro de sus pensamientos, el futuro profetizado de Israel, ya que de otra manera prevalecería la tendencia a creer, que Israel había perdido para siempre la promesa registrada en la Escritura de la restauración de su poder.  Usted puede percibir la pasión que encierran sus palabras: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad.  Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.  Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.  Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.  Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia.  Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.  ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!  ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?  Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas.  A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:25–36).

          El capítulo 11 de Romanos comienza con el lamento de Pablo debido al fracaso espiritual de su pueblo, culminando con su futuro glorioso.  Él expone  en voz alta la asombrosa verdad espiritual de que la gran diáspora de Israel era el cumplimiento de la mayor parte del plan de Dios para las edades.  Vio anticipadamente la reunificación, la restauración gloriosa de Sion y la redención del pueblo judío.

          En el tiempo de Pablo, la nación de Israel era enemiga de Evangelio, a pesar de todo seguía siendo amada por Dios debido a las promesas que le hizo a sus antepasados.  Pero no sólo eso, sino que el Antiguo Testamento contiene una profusión de referencias proféticas al cambio venidero, cuanto el poder mundial gentil volverá a estar bajo la autoridad de los judíos.  De manera interesante, todas estas enfocadas en el día de Jehová.

¿Qué es el día de Jehová?

          Vistas de manera apropiada, las frases “El día de Jehová” o “el día del Señor”, son primero que todo unas expresiones que marcan la gran transición de la Edad de la Iglesia a la del Reino.  En las Escrituras originales aparecen bajo este título 25 veces.  Mientras que otras expresiones, tales como: “La tribulación”, “El día de la calamidad de Israel” o “El día de la ira de Dios”, las encontramos en más de 40 pasajes bíblicos adicionales.

          Cada referencia apocalíptica al respecto, describe un tiempo de angustia sin precedentes, tanto en panorama como en escala.  Será la peor catástrofe que impactará este planeta desde que la humanidad comenzara a caminar sobre su superficie.  Sus juicios están dirigidos primero que todo a la nación de Israel tan pronto como el Anticristo ascienda al poder, luego al perverso sistema mundial de Babilonia misteriosa.

          Isaías 13:9 hace notar que uno de sus propósitos, será  deshacerse de los pecadores que se encuentran en el territorio de Israel, dice: “He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores”.

          El tiempo de calamidades sin precedente, también traerá consigo el mayor despertar espiritual en la historia del mundo, cuando 144.000 varones de las doce tribus de Israel, no de la Iglesia, sean sellados por el Espíritu Santo y le prediquen el Evangelio del Reino al mundo entero.

          Finalmente, aunque centrado en la nación de Israel y el pueblo judío, el día de Jehová hará que descienda el orgullo de las doce tribus.  Característicamente los judíos se sienten muy orgullosos de su habilidad para sobrevivir, a pesar de lo que pueda sobrevenirles. Han permanecido por dos mil años de historia en esta posición.  Desde su retorno al territorio, han ganado una serie de guerras a pesar de las probabilidades abrumadoras en su contra.  Como resultado de esto, la auto suficiencia y el orgullo son unas de sus principales características culturales.

          El profeta Ezequiel deja más que claro, que el día de Jehová finalmente pondrá  a Israel de rodillas.  Y al referirse retrospectivamente a la marcha del pueblo de Israel, a través del desierto durante el éxodo, Dios habla por medio de él diciéndole a su pueblo que tendrá que pasar por otra experiencia similar a la del desierto, tal como la que soportaron después de su partida desde Egipto.

          En el fin se arrepentirán y se volverán a Él: “Vivo yo, dice Jehová el Señor, que con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros; y os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y enojo derramado; y os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré con vosotros cara a cara.   Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice Jehová el Señor.  Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán; y sabréis que yo soy Jehová” (Ezequiel 20:33–38).

          No importa cuál sea la referencia bíblica que estudie, pronto descubrirá que el día de Jehová no sólo está centrado en Israel, sino que los efectos sobre la nación son extremos, aunque también a menudo se le presenta como el día de salvación para Israel.  Esos en la Iglesia que están convencidos que pasarán a través de la tribulación, creen que podrán sobrevivir, e incluso prosperar, a pesar de las muchas advertencias que se encuentran en la Biblia respecto a la severidad de ese día.
Amós y Joel

          El profeta Amós pronuncia una advertencia especial sobre ese día, haciendo notar que será específicamente para Israel.  En el contexto del rapto, esto es muy importante, porque la Escritura deja lo más claro posible, que la Iglesia no pasará por la tribulación.  He aquí sus palabras: “Oíd esta palabra que yo levanto para lamentación sobre vosotros, casa de Israel” (Amós 5:1).

          En el versículo 18 de este mismo capítulo, Amós advierte así específicamente a Israel respecto a la severidad de este día: “¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz”.

          Y continúa en el versículo 20 poniendo una nota final respecto a este asunto:  “¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?”.

          En conclusión, su mensaje es: “No deseen el día de Jehová, y no quieran pasar por él”.  Pese a todo, muchos en la Iglesia hoy se están preparando exactamente para eso.

          Hablando en términos generales, los que siguen el modelo dispensacionalista de historia redentora, interpretan el día del Señor como el reino milenial, incluyendo los siete años iniciales de juicio conocidos como la gran tribulación.  Sin embargo, una vez más debemos enfatizar que este período inicial de severo juicio será para Israel.

          Tal como dice la siguiente Escritura de Jeremías, el día de Jehová está centrado directamente sobre Israel, de la misma forma como el nombre de Jacob está unido a él.  Además, Él tiene el propósito de liberar al pueblo judío de la esclavitud del sistema mundial, tal como los libró de la esclavitud de los egipcios durante los días del Éxodo.   Por eso dijo por medio del profeta: “Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros.  ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado.  En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán a Jehová su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré” (Jeremías 30:6–9).

          Aquí vemos a Israel como si tuviera dolores de parto, tal como el Señor Jesucristo les dijera en su discurso del monte de los Olivos, cuando les habló sobre la tribulación, haciendo notar que “... Todo esto será principio de dolores ” (Mateo 24.8).  En el idioma griego del Nuevo Testamento, “dolores” es “hoding” o “dolores de parto”.  Claro está, la metáfora no estaría completa si la Escritura no aclarara que  estos dolores de parto se referían al renacimiento de Israel como una nueva nación purificada y redimida en la Edad del Reino.

          Desde Jeremías hasta Mateo y más adelante hasta las epístolas, advertimos el mismo lenguaje.  No queda duda entonces respecto al hecho, que el día milenial del Señor se iniciará por unos cambios bien definidos sin precedentes que durarán siete años y constituirán el nacimiento de un nuevo Israel.

Arrebatados

          La primera epístola de Pablo a los tesalonicenses, es la exposición definitiva  del rapto.  Por eso cuando se habla de la esperanza bienaventurada de la Iglesia, éste es el primer pasaje a que nos referimos.  Asimismo es importante mencionar que su contexto coloca el rapto al principio de una serie ordenada de eventos.   El versículo 17 del capítulo 4, dice que la Iglesia “... Nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

          Esta declaración nos lleva directamente al siguiente capítulo - el 5, cuyo tema es el día de Jehová.  Su secuencia está en perfecta armonía con las docenas de pasajes del Antiguo Testamento que describen al pueblo judío como la pieza clave.  Sin embargo, en este caso el Israel moderno - el que estará experimentando la gran tribulación, se le menciona  simplemente como “ellos”, mientras que a la Iglesia, se le llama “Nosotros”.

          Los que se queden, son quienes experimentarán el día de Jehová y son llamados “ellos”, y los  vemos clamando por “paz y seguridad”, algo que por largo tiempo ha sido el lema político del Israel moderno.  Incluso, tal como vemos hoy a Israel ofreciendo paz de una forma idealista, mientras las naciones que lo rodean maquinan su completa aniquilación.

          Y sigue diciendo Pablo: “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.  Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.  Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.  Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 5:1–5).

          Mientras tanto, nosotros los “hermanos”, el cuerpo de Cristo, no estamos en tinieblas.  Entendemos la clara distinción de la gracia, la cual nunca pondrá a los redimidos de la edad presente bajo el juicio divino.

          Sí, es cierto que hay esos que aseguran que la Iglesia pasará a través de la tribulación sin ser tocada por la ira de Dios... sellada, protegida contra cualquiera dificultad que pudiera surgir en su camino.

          Por lo tanto están esperando “el día del Señor”, sin embargo no hay nada en la Escritura que diga o indique que un grupo selecto escapará de la destrucción de ese día terrible.

Agonía Apocalíptica

          El libro de Isaías, apodado “el pequeño Apocalipsis”, fija el escenario de la tribulación.  Note que deja claro el punto, al declarar que todos serán afectados.  Sabemos por las cifras que se mencionan en Apocalipsis que literalmente millones de personas morirán: “He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores.  Y sucederá así como al pueblo, también al sacerdote; como al siervo, así a su amo; como a la criada, a su ama; como al que compra, al que vende; como al que presta, al que toma prestado; como al que da a logro, así al que lo recibe.  La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada; porque Jehová ha pronunciado esta palabra” (Isaías 24:1–3).

          Los geólogos aseguran que en el pasado, y de tiempo en tiempo, la tierra ha sufrido grandes catástrofes, y que si algo similar volviera a ocurrir, las placas tectónicas del planeta se deslizarían produciendo terremotos gigantescos y erupciones volcánicas sin precedentes.  Exactamente, como lo que describió Isaías: “Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida.  Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.  Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra” (Isaías 24:19–21).

          Isaías 30:30 anticipa las terribles perturbaciones en el clima que tendrán lugar durante la tribulación: “Y Jehová hará oír su potente voz, y hará ver el descenso de su brazo, con furor de rostro y llama de fuego consumidor, con torbellino, tempestad y piedra de granizo”.

          El libro de Apocalipsis habla de granizo hasta de cien libras de peso.  Ciertamente durante el período de la tribulación los hombres serán testigos de los movimientos telúricos más aterradores jamás vistos en la historia de la tierra.  Sólo visualice la siguiente descripción tomada del libro de Apocalipsis: “Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Apocalipsis 6.14).  Luego leemos en Apocalipsis 16:20: “Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados”.

          También debemos mencionar la gran montaña ardiendo en fuego que se precipitará en el mar, al igual que la estrella llamada Ajenjo: “El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre...  El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas” (Apocalipsis 8:8,10–11).

          Áñadele a todo esto las hambres sin precedentes y las plagas que asolarán el globo por entero, y así tendrá una idea de cómo será el día del Señor.  Pero antes de todo esto, la Iglesia será sacada fuera de este mundo, precisamente porque estará integrada por creyentes llenos del Espíritu Santo, y tiene que ser removida para que el programa de Dios pueda continuar tal como fue profetizado: El programa que establecerá a Israel, no a la Iglesia como cabeza de las naciones.  ¡Ésta es la razón para el rapto!

          “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.  Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.  Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre” (Jeremías 31:31-35).

Diseño © Radio América