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La imagen de Dios en el hombre - Parte VI -

  • Fecha de publicación: Martes, 07 Abril 2015, 02:41 horas

Por consiguiente, durante aproximadamente los primeros cuatro mil años de la historia del mundo, los únicos “hijos de Dios” eran los ángeles, ya fuesen buenos o malos.  No sólo esta interpretación es la más literal y simple hablando bíblicamente; sino que es también la única que apoyan todas las fuentes extra-bíblicas judías y todos los comentaristas cristianos hasta Agustín, quien simple e inequívocamente lo negó.

Las fuentes extra-bíblicas antiguas son importantes porque actúan como una especie de comentario de la Escritura.  Lo que descubrimos de esos autores es que confirman la interpretación literal de Génesis 6:1-4, que declara que los hijos de Dios eran ángeles caídos, demonios que tuvieron relaciones íntimas con mujeres y procrearon.  Una vez más esto es importante, porque cuando Jesús habló de los días de Noé, todos los que le escucharon creían que los ángeles caídos y los seres humanos híbridos demoníacos estaban desenfrenados sobre la tierra en ese tiempo.  Los antiguos intérpretes judíos y cristianos confirman que Satanás había estado tratando de anular la profecía de Génesis 3:15 y destruir a la humanidad.

Los ángeles caídos de acuerdo al Nuevo Testamento

     Tanto Pedro como Judas hablan específicamente sobre las acciones de estos ángeles caídos.  Pedro, en su segunda epístola, se refiere a falsos maestros con herejías destructoras y a la desolación que acarrearían sobre sí mismos.  Enfatiza la certeza de la destrucción de ellos, debido a la forma cómo Dios juzgó a los ángeles caídos y al mundo antiguo.

“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;  y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.  Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores” (2 P. 2:4-10).

Pero... ¿cómo podemos saber por seguro, que Pedro no está simplemente refiriéndose a la caída inicial de los ángeles del cielo?  Después de todo, la Biblia nos deja saber que Satanás en un tiempo estuvo en la presencia de Dios y que de acuerdo con el capítulo 28 de Ezequiel y 14 de Isaías, cayó de su posición exaltada.  También aprendimos por el capítulo 12 de Apocalipsis, que arrastró consigo a un tercio de los ángeles en su caída.  Pero entonces... ¿No podría Pedro estarse refiriendo simplemente al “pecado” cuando Satanás y los otros ángeles inicialmente se rebelaron?

Pedro nos ofrece la respuesta en el capítulo 5 de su primera epístola cuando dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8).  Podemos declarar con confianza que ningún otro ángel ha pecado más que el propio Satanás.  Por consiguiente, ¿por qué Dios arrojó a algunos de los demonios inferiores – ángeles caídos de menos categoría – al infierno, un lugar al que Pedro llama «Tártaro» y sin embargo dejó a la mayoría de los demonios, incluyendo al rey de ellos, al propio Satanás, libre para andar “merodeando por los alrededores”?

Sabemos que durante el ministerio terrenal de Jesús tuvieron lugar muchos encuentros entre Él y los demonios.  En uno de ellos, los demonios incluso, “Clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios?  ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt. 8:29).

Vemos que ellos tenían libertad para andar merodeando, pero que habrá un tiempo cuando el Señor Jesús los juzgará.  Él habla del juicio que seguirá a la gran tribulación conocido como Juicio de las Naciones en Mateo 25:41 y confirma que el destino final de todos los ángeles caídos es el lago de fuego.  “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”.

De tal manera que los ángeles que fueron lanzados al Tártaro – al infierno, y arrojados a prisiones de oscuridad y están esperando hasta el juicio final, deben haber participado de algo más que la rebelión inicial, porque si la primera sublevación fue suficiente para requerir que los encerraran, entonces... ¿por qué a Satanás y a los otros demonios se les permitió andar libremente?

Pedro provee evidencia de qué fue lo que terminó por arrojarlos a prisiones eternas tan prematuramente, en esta declaración: “Y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío...” (2 P. 2:10a).  El término griego ephitumia, usado por Pedro para referirse a concupiscencia e inmundicia lo define el Lexicon Griego Thayer, como «un gran anhelo por algo, a menudo cosas prohibidas».  Esta palabra, junto al vocablo sarkos que se traduce como «carne» y «deshonra», constituyen una poderosa declaración de que los injustos, entre los cuales están incluidos los ángeles caídos, actuaron movidos por un anhelo prohibido por deshonrar y manchar su carne.

Muy probablemente Judas, basándose en los escritos de Pedro, elabora un poco más sobre el pecado de los ángeles, porque luego dice: “Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.  Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Jud. 5-7).

Hay varias cosas que confirman que lo que Pedro está diciendo se relaciona con los ángeles, que son equivalentes a los hijos de Dios en el capítulo 6 de Génesis.  Judas se refiere a “los ángeles que no guardaron su dignidad”, y esta palabra en el texto original griego, es similar en contexto a la que aparece en los escritos de Pablo, quien dice con confianza en Romanos 8:38 y 39 que nada puede separarnos del amor de Dios.  “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Mientras que al escribirle a los Efesios, Pablo hace una declaración atrevida con respecto a contra quiénes estamos luchando realmente, dice: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).

Pablo afirma que los “principados”, los archai en el texto griego original, son gobernantes del reino de Satanás.  Por otra parte, Judas se refiere a lo que hicieron los ángeles, es decir que abandonaron su propia morada o reino de poder y gobierno, en donde actuaban como principados de iniquidad en los lugares celestiales.
Judas entonces pasa a decir, que de la misma forma Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas cometieron un hecho similar.  La versión en inglés The New American Bible, comenta así sobre el versículo 7: «Sin embargo la frase ‘habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza’, si se traduce literalmente, quiere decir que los habitantes de Sodoma y Gomorra ‘fueron en pos de carne extraña’ – refiriéndose al deseo entre los seres humanos por tener relaciones íntimas con los ángeles, lo cual es el reverso del relato en Génesis, en donde los seres celestiales fueron en busca de carne humana».

El pecado de los habitantes de Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas fue tan malo, que Dios las destruyó haciendo llover sobre ellas desde el cielo fuego y azufre.  Sin embargo, a fin de no permitir que los justos sufrieran el mismo destino de los inicuos, envió a dos de sus ángeles para rescatar a Lot y a su familia.  Cuando los ángeles llegaron a la ciudad y Lot les dio hospedaje, los hombres de allí comenzaron a golpear la puerta de la casa, exigiéndole que los dejara salir para tener relaciones sexuales con ellos.  Sin embargo, si tomamos en cuenta el pasaje de Judas, es posible que Dios las destruyera, no simplemente por su conducta homosexual, sino por haber tenido previamente relaciones con los ángeles caídos, los demonios.  Esa es exactamente la misma conducta de que se está hablando aquí.

Las notas en la Nueva Traducción de la Biblia en Inglés – NET ofrecen información valiosa respecto al término “en pos de vicios contra la naturaleza”.  Dice: «Esta frase ha sido interpretada de varias formas.  Puede referirse a carne de otras especies, tal como cuando los ángeles sintieron lujuria por la carne humana.  Esto describiría de manera apta el pecado de los ángeles, pero no explicaría fácilmente el pecado de Sodoma y Gomorra, que comúnmente se cree era la homosexualidad.  Otra alternativa es que el punto central del paralelo es la actividad de esas personas con los ángeles.  Esto es especialmente plausible, ya que de acuerdo con el texto original en griego, ellos fueron ‘en pos de vicios contra naturaleza’, implicando no sólo la homosexualidad, sino la lujuria por una carne que era diferente a la de ellos mismos.  De ser así, entonces el pecado no sería necesariamente la homosexualidad, sino tener relaciones íntimas con los ángeles».
La Nueva Traducción de la Biblia en Inglés – NET, deja este punto bien claro, y cuando comparamos esto con lo que dice Pablo sobre los diferentes tipos de carne en el capítulo 15 de 1 Corintios, el cuadro llega a ser increíblemente claro: que los ángeles fueron en pos de algo que era ajeno a ellos mismos, tal como hicieron los habitantes de Sodoma y Gomorra.

Dice Pablo: “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves.  Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales” (1 Co. 15:39, 40).

Pablo declara que hay diferentes tipos de carne: la de los hombres, animales, peces y aves.  Note que todas las criaturas terrenales tienen carne, pero no todas son iguales.  El apóstol a continuación expone la gloria diferente entre los cuerpos celestiales y los terrenales, y luego pasa a describir la diferencia entre la gloria del sol y de la luna, dice: “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria” (1 Co. 15:41).
Prosiguiendo, Pablo regresa a los cuerpos resucitados que poseeremos.  Hay cuerpos terrenales y celestiales que en el texto original llama heteros, la cual es la misma palabra que usa Judas para referirse a los ángeles y la carne tras la cual fueron los sodomitas.

Aprendemos por Pedro y Judas que tanto los ángeles caídos como los habitantes de Sodoma y Gomorra participaron de una conducta sexual perversa.  Hemos visto que la referencia del Señor Jesucristo de que en el cielo no nos casaremos, sino que seremos como los ángeles, no excluye lo que los ángeles caídos hicieron en el pasado.  Los textos son claros: ellos sucumbieron ante algo tan repugnante que fueron encadenados a prisiones eternas en completa oscuridad hasta el gran día.  Pero también vimos que no todos los ángeles caídos han sido confinados allí, y lo que es aún más conspicuo, es que el propio Satanás todavía se encuentra libremente reinando.  De tal manera, que no hay ningún lugar en la Biblia que diga que los ángeles son incapaces de mezclar su simiente con la de los seres humanos.  Lo que aprendemos por Pedro y por Judas es que no estaban supuestos a hacerlo.  Ellos abandonaron su propio dominio, es decir, el reino del príncipe de la potestad del aire, y llegaron a la tierra y se convirtieron en padres de los Nefilims con mujeres humanas.

Los líderes de la iglesia antes de Nicea

     Las conclusiones a las que hemos llegado por el Nuevo Testamento, son respaldadas por todos los líderes de la iglesia antes del concilio de Nicea.  A continuación citaremos a los primeros teólogos que comentaron algo concerniente a los demonios y a sus relaciones con las hijas de los hombres, y quienes creían que los hijos de Dios, mencionados en el capítulo 6 de Génesis, eran ángeles caídos.

Atenágoras

     En el año 177 de la era cristiana, Atenágoras escribió en su obra Concerniente a los ángeles y gigantes, que los ángeles caídos fueron padres de los gigantes que existieron antes del diluvio.  Dijo: «Así como los hombres tienen libertad para decidir entre la virtud y el vicio... lo mismo es entre los ángeles.  Ellos también disfrutaban de libre albedrío, y así como muchos que habían sido creados por Dios, continuaron en esas cosas para las cuales los había hecho el Creador y les había ordenado que hicieran; algunos violaron tanto la constitución de su naturaleza, como el gobierno que les había sido confiado; es decir, esta regla del asunto y sus diversas formas, y otras de esas que habían sido impuestas sobre este primer firmamento... Ellos sucumbieron por el impuro amor de vírgenes y fueron sojuzgados por la carne, convirtiéndose en negligentes y perversos en la administración de las cosas que les habían sido confiadas».

Note la descripción de Atenágoras, de cómo estos ángeles no fueron fieles y violaron el gobierno que les había sido confiado.  Estas palabras, claro está, corresponden con las epístolas 2 de Pedro y Judas, quienes hacen referencia a los ángeles que no guardaron su primer estado.  Atenágoras además comentó cómo ellos no pudieron ascender más a donde habían estado antes, es decir, al cielo, y de las almas de los gigantes, de quienes dicen que eran de hecho demonios que vagaban por el mundo.

«Entonces estos ángeles, quienes habían caído del cielo, y que vagaban por el aire y la tierra y ya no podían elevarse hacia los lugares celestiales, y las almas de los gigantes, quienes son los diablos que vagan por el mundo y llevan a cabo acciones similares a esas de los demonios, contrarias a la naturaleza que recibieron y para la que fueron creados, se complacían en apetitos de la carne».

Comodiano

     Comodiano un escritor y poeta cristiano de Roma, en el año 420 de la era cristiana, escribió acerca de cómo se originaron los gigantes de la simiente de los ángeles.  Una vez más vemos que los antiguos intérpretes cristianos creían que el capítulo 6 de Génesis se refería a la mezcla de los ángeles y mujeres la que produjo una raza híbrida de gigantes.  Esto mismo fue confirmado por el Señor Jesucristo cuando dijo: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”, refiriéndose con esto a los Nefilims.

Y dijo Comodiano en parte: «Cuando el Dios Todopoderoso para embellecer la naturaleza del mundo, quiso que la tierra fuera visitada por los ángeles, al ser enviados abajo despreciaron las leyes Divinas.  Era tal la belleza de las mujeres, que se desviaron; por lo tanto al contaminarse ya no pudieron regresar al cielo.  Al rebelarse contra Dios, pronunciaron palabras en su contra.  Entonces el Altísimo declaró su juicio en contra de ellos; y se dice que de su simiente nacieron gigantes... Pero, como eran de una simiente maligna, el Todopoderoso no aprobó que cuando murieran fueran regresados de la muerte.  De tal manera que ahora cuando andan errantes, ellos destruyen muchos cuerpos, esa es su especialidad que hasta este día usted los adore y les ore como si fueran dioses».

Los escritos existentes de Sexto Julio Africano

     Sexto Julio Africano, quien vivió aproximadamente entre los años 160 al 240 de la era cristiana, fue un historiador y apologista helenista de influencia cristiano-africana, considerado como el “padre” de la cronología cristiana.  Él fue el primero que sugirió tentativamente, que los «hijos de Dios» bien podían referirse a la descendencia de Set y la «simiente de los hombres» posiblemente a la descendencia de Caín.  Sin embargo, también aceptó que igualmente podían ser ángeles, y que además bien pudieron haber sido ellos los que dieron origen a la raza de gigantes.  Sin embargo, Agustín fue verdaderamente el primero en declarar sin una duda, que los hijos de Dios eran simplemente la descendencia de Set.

Estas fueron las palabras de Julio Africano: «Cuando los hombres se multiplicaron sobre la tierra, los ángeles del cielo se juntaron con las hijas de los hombres.  No obstante, en algunas copias encontré que decía ‘los hijos de Dios’.  En mi opinión lo que esto quiere decir conforme me indica el Espíritu, es que a los descendientes de Set se les llama los hijos de Dios, por todos los hombres justos y patriarcas, que descendieron de él, incluso hasta el propio Salvador; mientras que a los descendientes de Caín se les llama la simiente de los hombres, porque no tenían nada divino en ellos, debido a la iniquidad de su raza y la desigualdad de su naturaleza, quienes al haberse mezclado con las personas, provocaron la indignación de Dios.  Pero si esta es la idea, que esto se refería a los ángeles, debemos pensar de ellos como esos que se involucraron en la magia y la hechicería, quienes le enseñaron a las mujeres los movimientos de las estrellas y el conocimiento de las cosas celestiales, por cuyo poder concibieron a los gigantes como a sus hijos, y por medio de quienes la iniquidad llegó a su colmo sobre la tierra, hasta que Dios decretó que la entera raza de los vivientes pereciera por su falta de piedad por el diluvio».

Textos judíos anteriores al Nuevo Testamento

     Fuentes de información antigua judía perteneciente a un siglo o dos antes de Jesús, mencionaron que los hijos de Dios eran los ángeles caídos, entre estos textos se encuentran El libro de Enoc, Cuentos de los Patriarcas – también conocido como el Génesis Apócrifo, Filón, el Targumim Aramaico del Pentateuco, el historiador Josefo y otros.  Ellos de manera consistente aceptaron la interpretación de que los ángeles produjeron una descendencia y que por consiguiente pasaron y trasmitieron su simiente genética.  Esto una vez más demuestra, que la frase “Mas como en los días de Noé” era una referencia a los Nefilims en la tierra.

El Génesis Apócrifo

     El Génesis Apócrifo se encuentra entre los rollos del mar Muerto, y contiene relatos sobre el libro de Génesis, supuestamente escritos por los patriarcas de la antigüedad, entre ellos Josefo, pero con más detalles.  No se puede asegurar plenamente si en realidad se remonta o no hasta esos patriarcas originales, sin embargo el manuscrito provee cierta evidencia importante, al menos como comentario, sobre lo que los piadosos judíos del Qumrán creían respecto al pasado antiguo, ofreciéndonos valiosa revelación con relación a lo que pensaban sobre los hijos de Dios y los Nefilims.

En el fragmento en la Columna 2, Lamec expresa su temor respecto a que el niño que su esposa tiene en el vientre no sea suyo, sino de hecho de los ángeles caídos conocidos como los Vigilantes.  Este niño por consiguiente era un Nefilim o un gigante.  Dice: «Yo pensaba en mi corazón que la concepción era obra de los Vigilantes, un embarazo de los Santos y que pertenecía a los gigantes... y mi corazón estaba acongojado por esto... Yo Lamec, me volví a mi esposa Bitenosh y le dije... Júrame por el Altísimo, por el Gran Señor... [y ella respondió] Te juro por el Altísimo, el Rey de los cielos... Que esta simiente de la que estoy embarazada, y plantada como un fruto, proviene de ti y no de un extraño de un Vigilante, o hijo del cielo...»

Los Vigilantes

     Él usa la palabra «vigilantes», la cual también aparece tres veces en el capítulo 4 de Daniel.  Estos vigilantes mencionados por el profeta a quienes también les llama los «santos», descienden del cielo.

•   “Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo” (Dn. 4:13).
•   “La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Dn. 4:17).
•   “Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos” (Dn. 4:23).

El Génesis Apócrifo también le da a los ángeles el título de «vigilantes» e «hijos del cielo».  En el texto Judaísmo del Segundo Templo, «cielo» se usó a menudo como algo que pudo haberse expresado más brevemente para referirse a Dios.  Por consiguiente, podemos ver aquí una referencia a los hijos de Dios, pero descritos como seres celestiales.  La designación secundaria de «santos» es paralela con los ángeles, lo cual no sólo se refiere a los ángeles buenos, sino igualmente a los malos.  En el hebreo antiguo, Santo es una palabra que no necesariamente implica perfección, sino separado para un propósito particular.

El libro de los Gigantes

     El libro de los Gigantes se encontraba entre los rollos del mar Muerto y ha sido fechado en algún momento antes del segundo siglo a.C.  Es muy similar a la descripción de los gigantes que se encuentra en el Libro de Enoc.  No sabemos si este manuscrito se basa o no en tradiciones mucho más antiguas, pero sí sirve como un comentario del capítulo 6 de Génesis.  No obstante, encontramos información muy perspicaz sobre los eventos que se cree precedieron al diluvio.  En el fragmento 23 descubierto en la cueva número 1, en las líneas 9, 14 y 15, vemos la condición general de la tierra.  Dice en parte:

•   1Q23 Fragmentos 9 + 14 + 15 - «2 [...] ellos conocían los secretos de [...] 3 [...] el pecado era grande sobre la tierra [...] 4 [...] y ellos asesinaron a muchos [...] 5 [...] engendraron gigantes».
Los siguientes fragmentos parecen hablar, que tomaron doscientos animales diferentes y mezclaron la simiente de unos con otros, en otras palabras practicaron el mestizaje.
•   1Q23 Fragmentos 1 + 6 - «2 Doscientos burros, doscientos asnos, doscientos carneros del rebaño, 3 doscientas cabras, doscientas [...] bestias del campo 4 de cada animal, de cada [pájaro...] 5 [...] para mestizaje [...]».
Aparentemente de esta mezcla de diferentes clases, fue de donde se originaron criaturas extrañas, a saber los gigantes y monstruos.  En cada ocasión el escritor estaba indicando que la causa del diluvio fue la creación de monstruos y gigantes, de criaturas que no eran naturales, las cuales se originaron de la mezcla de simientes.  La palabra clave es «corrupta», la cual se refiere a la degradación del código genético.
•   4Q531 Fragmento - «2 [...] ellos profanaron [...] 2 [...] engendraron gigantes y monstruos [...] 3 [...] engendraron y he aquí toda la tierra se corrompió [...] 4 [...] con su sangre y [...] 6 [...] y estaban buscando devorar a muchos [...] 7 [...] 8 [...] los monstruos atacaron».
•   4Q532 Columna 2 Fragmentos 1 - 6 - «2 [...] carne 3 todos [...] eran monstruos [...] 4 [...] que se levantaban carentes del conocimiento verdadero [...] porque [...] 5 [...] la tierra se corrompió [...] poderosamente [...] 6 [...] ellos eran considerados [...] 7 [...] ángeles [...] 8 [...] en el fin perecerán y morirán [...] 9 [...] ellos causaron gran corrupción en la tierra [...]».
Primero de Enoc

     A continuación vamos al libro Primero de Enoc, aunque no se sabe cuándo se escribió.  Es enteramente posible que parte o todo el texto fuera escrito por Enoc.  Después de todo, la Epístola de Judas en el Nuevo Testamento lo menciona.  Dice: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Jud. 14).

Sin embargo, podemos estar seguros que fue un libro central para la comunidad del mar Muerto, aproximadamente dos siglos antes del Señor Jesucristo.  El escrito describe en gran detalle la situación de la tierra antes del diluvio, y cómo los hijos de Dios, a los cuales el escritor identifica claramente, eran los ángeles caídos.  El texto que citaré es del Libro de Enoc, traducido primeramente del etiópico por R. H. Charles en 1906 y posteriormente al español.

Dice los comentarios del capítulo 6 en la última página de su libro:

«1.       Así sucedió, que cuando en aquellos días se multiplicaron los hijos de los hombres, les nacieron hijas hermosas y bonitas;
2.  Y los Vigilantes, hijos del cielo las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: ‘Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos’ (Génesis 6:1-4).
7.  Pero ellos le respondieron: ‘Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente’.
8.  Entonces todos juraron unidos y se comprometieron al respecto los unos con los otros, bajo anatema.  Y eran en total doscientos los que descendieron sobre la cima del monte que llamaron ‘Hermón’, porque sobre él habían jurado y se habían comprometido mutuamente bajo anatema.
9.  Estos son los nombres de sus jefes: Shemihaza, quien era el principal y en orden con relación a él, Ar’taqof, Rama’el, Kokab’el, -’el, Ra’ma’el, Dani’el, Zeq’el, Baraq’el, ‘Asa’el, Harmoni, Matra’el, ‘Anan’el, Sato’el, Shamsi’el, Sahari’el, Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y Yehadi’el.
10. Estos son los jefes de decena.  Todos y sus jefes tomaron para sí mujeres y cada uno escogió entre todas y comenzaron a entrar en ellas y a contaminarse con ellas, a enseñarles la brujería, la magia y el corte de raíces y a enseñarles sobre las plantas.
11. Quedaron embarazadas de ellos y parieron gigantes de unos trescientos codos de altura que nacieron sobre la tierra y conforme a su niñez crecieron;
12. Y devoraban el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles.
13. Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos (Salmos 14:4; Miqueas 3:3).
14. Y empezaron a pecar contra todos los pájaros del cielo y contra todas las bestias de la tierra, contra los reptiles y contra los peces del mar y se devoraban los unos la carne de los otros y bebían sangre».

Todos estos detalles concuerdan muy bien con la evidencia bíblica y extra-bíblica que ya hemos examinado.  Los antiguos judíos del Qumrán, así fueran simplemente los lectores del documento o quizá sus autores, ciertamente creían que debía interpretarse a los hijos de Dios como a los ángeles caídos, quienes tuvieron relaciones íntimas con las mujeres produciendo los gigantes.  Un judío de la antigüedad, el propio Enoc, entendía que los vigilantes eran ángeles - así fuesen buenos o malos - y que estos vigilantes también se menciona en el capítulo 4 de Daniel, quienes descendieron y mezclaron su simiente con la humanidad.  De tal manera que de acuerdo con el autor de Enoc, los demonios se entremezclaron con la simiente de los hombres, y produjeron una raza híbrida.

La interpretación de Filón

     Filón fue un filósofo judío de Alejandría del primer siglo, quien era conocido porque trataba de hacer que la Biblia armonizara con la filosofía griega valiéndose de la alegorización.  Si había alguien que debió haber alegorizado a los hijos de Dios y a los gigantes, debió haber sido él.  Sin embargo, no hizo nada parecido, sino que aceptó esto literalmente y fortaleció nuestra conclusión, de que los ángeles caídos entremezclaron su simiente con la de las mujeres.

Dijo: «‘Que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas’ (Génesis 6:2).  Esos seres, a quienes otros filósofos llaman demonios, Moisés usualmente denomina ángeles; y son almas suspendidas en el aire».

Este texto que cita Filón del hebreo, interpreta simplemente a los “hijos de Dios” como ángeles.  Esto es también lo que dice la Septuaginta en el libro de Job.  Filón manifiesta claramente: «Pero algunas veces Moisés menciona los ángeles - los hijos de Dios» en su obra Preguntas y Respuestas sobre Génesis, en la nota 92, parte 4.  Note que también discute cómo los ángeles, o hijos de Dios, en ocasiones aparecieron como hombres.  Para Filón los gigantes son absolutamente el producto de ángeles caídos y mujeres.

Dijo: «¿En qué principio fue que los gigantes le nacieron a los ángeles y las mujeres?  Los poetas llaman a esos hombres que nacieron en la tierra, gigantes, es decir hijos de la Tierra.  Pero Moisés aquí usa esta denominación incorrectamente y la emplea muy a menudo simplemente para denotar el vasto  tamaño personal de los principales hombres, igual a ese de Hajk ó Hércules [...] Pero relata que estos gigantes habían surgido de una procreación combinada de dos naturalezas, a saber los ángeles y las mujeres mortales, porque la sustancia de los ángeles es espiritual, pero ocurre de vez en cuando y entonces cuando tiene lugar una situación de emergencia, ellos adoptan la apariencia de hombres y transformados asumen la apariencia humana; tal como hicieron en esta ocasión, cuando tuvieron contacto con las mujeres para producir gigantes [...] Pero algunas veces Moisés le llama a los ángeles los hijos de Dios, puesto que ellos no fueron producidos por ningún mortal, sino que eran incorpóreos, y siendo espíritus estaban destituidos de cualquier cuerpo».

Irónicamente, Filón toma el texto completamente literal.  En sus escritos Sobre la vida de Moisés I, Parte 4, escribe: «Ellos vieron que eran verdaderamente muy numerosos, y gigantes de una altura superior con cuerpos absolutamente enormes tanto por su magnitud como su grandeza».

El Targum Jonatán

     El Targum Jonatán es muy conmovedor respecto a quiénes eran los hijos de Dios e incluso los menciona por nombre, dice: «Shemihaza y Uziel, quienes descendieron del cielo, estaban en la tierra en esos días; y también, después que los hijos del Grande se habían ido con las hijas de los hombres [...]’. (Targum Jonatán Génesis 6:4)».

Josefo

     El turno ahora le corresponde a Josefo, el principal historiador judío del primer siglo, sin cuyos escritos sabríamos muy poco con respecto a la caída de Jerusalén.  En adición a su obra titulada: Las guerras de los judíos, Josefo también escribió otra mucho más larga titulada: Antigüedades de los Judíos, en la cual declara que los ángeles engendraron hijos con las mujeres.  Vale la pena mencionar que la piedad de Set y sus hijos es notada por el historiador, aunque también su apostasía, pero cuidadosamente no sugiere que los «hijos de los hombres» fuesen los hijos de Set, sino que mantiene su distinción entre ellos.

«La posteridad de Set siguió durante siete generaciones considerando a Dios como el Señor del universo y observando una conducta virtuosa; pero con el tiempo se corrompieron, abandonaron las prácticas de sus antepasados y no cumplieron con las honras señaladas para ser rendidas a Dios ni se preocuparon de ser justos con los hombres.  El mismo celo que antes demostraban para ser virtuosos lo demostraban ahora doblemente para ser perversos y se acarrearon la enemistad de Dios».

Después de reportar sobre la mala conducta de los hijos de Set, él entonces vuelve su atención a los eventos que conllevaron al diluvio.  Josefo específicamente declara que fueron los ángeles quienes mezclaron su simiente con las mujeres.  Dice: «Muchos ángeles de Dios convivieron con mujeres y engendraron hijos injuriosos que despreciaban el bien, confiados en sus propias fuerzas; porque según la tradición estos hombres cometían actos similares a los de aquellos que los griegos llamaban gigantes».

William Whiston, el traductor de Josefo, colecta información sobre la forma cómo usa el historiador la palabra ángel, dice en la nota marginal # 11 del capítulo 3: «Esta noción de que los ángeles caídos eran, en cierto sentido, los padres de los gigantes de la antigüedad, era la opinión de los antiguos».

Los Testamentos de los Doce Patriarcas

     Los Testamentos de los Doce Patriarcas son biografías escritas entre los años 107 y 137 a.C.  Ellas muestran que lo que creían los judíos de la antigüedad acerca de los hijos de Dios y los gigantes que estaban en la tierra antes del diluvio.  En el testamento de Rubén, el autor discute cómo los Vigilantes eran los padres de los gigantes.  Sin embargo, en este texto, no eran sólo los ángeles quienes se apasionaron por las mujeres, sino que las mujeres codiciaban a los Vigilantes.

Dice en El Testamento de Rubén 18 al 20: «De este modo se sintieron atraídas por los Vigilantes antes del diluvio, quienes como las estaban viendo tan continuamente, se encendieron en deseos por ellas y concibieron el acto ya en sus mentes.  Se metamorfosearon en hombres y se aparecieron a ellas cuando estaban con sus maridos.  Las mujeres sintieron interiormente atracción hacia tales imágenes y engendraron gigantes.  Los Vigilantes, en efecto, se les aparecieron con un tamaño que llegaba hasta el cielo».

Secretos de Enoc

     Poco se sabe sobre el origen de este libro, excepto que en su forma presente fue escrito en algún momento al principio de la era cristiana.

Y dice en un aparte: «Y ellos me dijeron: Estos son los Grigori [Vigilantes], que en unión con su príncipe Satanás, rechazaron el Señor de la Luz, y después de ellos siguen aquellos que están sumergidos en gran oscuridad en el segundo cielo, y tres de ellos bajaron a la tierra desde el trono del Señor, al lugar llamado Hermón, y rompieron por completo sus votos en el hombro del monte Hermón.  Vieron a las hijas de los hombres y lo buenas que eran, y las tomaron por esposas, pervirtiendo la tierra con sus hechos, que en todo tiempo de sus años vivieron fuera de toda ley, cometiendo vilezas, y promiscuidad.  Así nacieron gigantes, grandes hombres maravillosos, y hubo gran hostilidad entre ellos».

Sumario

     Hemos visto que la evidencia de los intérpretes del Nuevo Testamento, es que los hijos de Dios en los días de Noé eran los ángeles caídos, quienes mezclaron su simiente con la de las mujeres.  Todos los líderes de la iglesia antes del Concilio de Nicea, creían que los hijos de Dios en el capítulo 6 de Génesis debían ser identificados como ángeles caídos.  Los intérpretes, tanto judíos como cristianos, creían que un grupo selecto de ángeles, quienes habían caído previamente, tomaron mujeres y les engendraron hijos.  Ellos no vieron esto como una imposibilidad ni un problema teológico.  De hecho, fue la clave que solucionó muchos acertijos.  Al rechazar la interpretación simple y literal, los intérpretes más tarde tuvieron que hacer caso omiso del texto, a fin de que se acomodara a sus nociones preconcebidas.  Las implicaciones para nuestro estudio son gigantescas: si los ángeles caídos hicieron un día lo que hicieron, entonces lo harán nuevamente tal como profetizó el propio Señor Jesucristo.  “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mt. 24:37).

La idea que los hijos de Dios eran los supuestos hijos de Set, está conspicuamente ausente en estos comentarios antiguos.  Si la vasta mayoría de intérpretes hubieran creído que ellos eran los hijos de Set, y las mujeres las hijas de Caín, entonces nos veríamos forzados a reconsiderar nuestra conclusión.  Sin embargo, el hecho es que el cien por ciento de ellos antes de Agustín, confirman nuestras conclusiones, que Satanás ha estado tratando de mezclar su simiente con la humana y con esto frustrar la profecía de Génesis 3:15.  Sólo cuando Agustín comenzó a volver a interpretar las promesas literales hechas a Israel y a aplicarlas a la iglesia, fue que echó raíces la explicación de los hijos de Set.

Los hijos de Set y la teoría de las hijas de Caín

   La Biblia está colmada con evidencia que los hijos de Dios mencionados en Génesis 6:1-4 son ángeles caídos, demonios.  Todos los judíos de la antigüedad y comentaristas cristianos, creían que “los hijos de Dios” se estaba refiriendo a demonios, tal como hicieron todos los líderes de la iglesia hasta antes del Concilio de Nicea.

Agustín de Hipona

     El primero, hasta donde sabemos, que negó definitivamente que los hijos de Dios eran ángeles, fue Agustín de Hipona en el siglo V, aproximadamente 75 años después que se redactaran las conclusiones del Credo de Nicea.  Agustín contribuyó mucho en la espiritualización de la historia de la Biblia y torció la lectura simple y directa de la Escritura.  Su método de interpretación bíblica causó un profundo impacto, y su legado permanece incluso hasta hoy.  Muchos siglos después de Agustín, Tomás de Aquino, un doctor de la iglesia católica en el siglo XIII, dice en su importante Suma Teológica, la Ciudad de Dios, concerniente a los hijos de Dios: «Muchas personas afirman que tuvieron la experiencia, o escucharon hablar de algunos que la experimentaron, que los Sátiros y Faunos, a los que el folclor común llama incubo, se han presentado a menudo ante mujeres, y han buscado y procurado tener relaciones íntimas con ellas.  Por lo tanto, es una tontería negarlo.  Pero los santos ángeles de Dios no pudieron caer en tal moda antes del diluvio.  Por lo tanto se debe entender que los hijos de Dios son los hijos de Set, quienes eran buenos; mientras lo que la Escritura designa como las hijas de los hombres, son esas que se originaron de la raza de Caín.  Tampoco debe asombrarnos que les nacieran gigantes, pero no todos eran gigantes, aunque había muchos más antes, que después del diluvio.  Sin embargo, si algunos son ocasionalmente engendrados por demonios, no es de la simiente de tales demonios, ni de los cuerpos que adoptan, sino de la simiente de los hombres tomados para tal propósito; como cuando el demonio asume primero la forma de una mujer, y después de un hombre; asimismo cuando toman la simiente de otras cosas para otros propósitos generados, tal como dice Agustín, que de esa forma la persona que nace, no es el hijo de un demonio, sino de un hombre».

Fue así como Agustín en forma contundente sugirió, que los hijos de Dios eran «el linaje piadoso de Set», mientras que el título, «las hijas de los hombres», se lo asignó al «impío linaje de Caín».  Agustín dijo en Suma Teológica: «Por las hijas de los hombres la Escritura designa a esos que se originaron de la raza de Caín».
Debemos hacernos esta importante pregunta... ¿En qué parte dice la Escritura tal cosa?  Agustín hace el reclamo pasando por alto la Escritura, designa a esas hijas como provenientes de la raza de Caín, ¿pero en qué parte encontramos eso?  La respuesta es… simplemente en ningún lugar.  Fue considerado primero tentativamente por Julio Africano y luego inventado completamente por Agustín y repetido por todos esos que seguirían sus pasos, que el término «hijos de Dios» se refiere a «los hijos de Set», tal como muchos sugieren.  Pero si así es, ¿por qué el texto simplemente no lo declara?  Desafortunadamente, ni Agustín ni Tomás de Aquino sustentan este reclamo.  Ellos simplemente suponen que la declaración es verdadera y no ofrecen prueba bíblica.  Agustín afirma que la «Escritura declara que las hijas de los hombres, se originaron de la raza de Caín».  Pero... ¿En qué parte leemos tal cosa en la Biblia?  Tristemente su afirmación antibíblica ha dejado su marca en el día moderno, creando mucha confusión respecto a lo que la Palabra de Dios enseña literalmente.

La interpretación de Calvino

     John Calvino en el siglo XVII, continuó con la tradición que comenzó Agustín, que los hijos de Dios son los hijos de Set.  Él declara en su comentario: «El principio debe tenerse en mente que el mundo fue entonces dividido en dos partes; porque la familia de Set seguía la adoración pura y legítima de Dios, de la cual se había apartado el resto.  Ahora, aunque toda la humanidad había sido formada para la adoración de Dios, y por consiguiente la religión sincera debería haber reinado en todas partes; no obstante como la mayor parte se había prostituido, ya fuere por un desprecio completo a Dios, o por supersticiones depravadas, era adecuado que la pequeña porción que Dios había adoptado, por privilegio especial, hacia sí mismo, permaneciera separada de los otros.  Era por consiguiente, ingratitud básica de parte de la posteridad de Set, mezclarse con los hijos de Caín, y con otras razas profanas, porque ellos voluntariamente se privaron de la inestimable gracia de Dios.  Porque era una profanación intolerable, pervertir y confundir el orden designado por Dios.  Esto a primera vista parece frívolo, que los hijos de Dios fueran severamente condenados por haber escogido para sí mismos esposas hermosas de las hijas de los hombres.  Pero debemos saber primero, que no se trata de un crimen leve, violar una distinción establecida por el Señor; segundo, que para los adoradores de Dios estar separados de las naciones profanas era una asignación sagrada, la cual debían haber observado reverentemente, a fin de que la iglesia de Dios pudiera existir sobre la tierra; que el mal era una situación crítica, viendo que los hombres rechazaban el remedio prescrito divinamente para ellos.  En breve, Moisés menciona como el desorden más extremo, cuando los hijos de los piadosos a quienes Dios había separado para sí mismo de los otros, como un tesoro peculiar y escondido, llegaron a degenerarse».

Calvino correctamente describe al mundo como malvado, pero vanamente asegura que el mundo había estado dividido en dos partes.  ¿En qué parte de la Biblia encontramos tal idea?  Él también introdujo su filosofía determinista de la predestinación al declarar que aparentemente los hijos de Set «fueron adoptados por privilegio especial».  Su negación de quiénes eran verdaderamente los hijos de Dios, creó una tremenda confusión que ha nublado la interpretación del texto para potencialmente millones de personas a lo largo de los siglos.  Además en ninguna parte leemos que las hijas de los hombres, son del llamado linaje impío de Caín.

Calvino continúa con su prohibición anti-bíblica de los matrimonios entre clases diferentes.  Note una vez más, que no ofrece ningún apoyo bíblico para afirmar sus posiciones.  No busca probar su punto con la Escritura, sino con opinión personal y conjeturas.  Habiendo simplemente asegurado su posición, Calvino entonces ridiculiza la interpretación que los hijos de Dios eran demonios.

Dice en El comentario de Calvino, sobre Génesis 6:1: «Esta antigua invención, concerniente a las relaciones sexuales de ángeles con mujeres, es refutada de manera abundante por lo absurda que es; y es sorprendente enterarse que los hombres antiguamente pudieran haber estado fascinados por desvaríos tan repugnantes y prodigiosos.  También la opinión en la paráfrasis Caldea es fría, a saber que condena los matrimonios promiscuos entre los hijos de los nobles, y las hijas de los plebeyos.  Moisés a continuación no distingue los hijos de Dios de las hijas de los hombres, porque eran de naturaleza diferente, o de origen diferente, sino porque eran los hijos de Dios por adopción, a quienes había separado aparte para sí mismo; mientras que el resto permanecía en su condición original».
Ya hemos visto lo que implica la expresión los «hijos de Dios» en la Escritura, además de que no había hijos de Dios humanos, antes de la resurrección de Jesús.  Sin embargo, Calvino introduce gran confusión en el texto, al declarar dogmáticamente que los términos de Dios son muy caprichosos y que algunas veces significan una cosa en un contexto, y algo completamente diferente en otro lugar.  La simple definición bíblica, como ya hemos visto, es que los hijos de Dios son creaciones directas de Jehová, pero Calvino es incapaz de definirlos correctamente debido a su mala exégesis.

Sigue diciendo en su Comentario del Génesis: “Si alguno llegara a objetar, que ellos quienes vergonzosamente se habían apartado de la fe, y la obediencia que Dios requería, eran indignos de ser contados como hijos de Dios, la respuesta es fácil, ya que el honor no estaba adscrito a ellos, sino la gracia de Dios, la cual hasta entonces había sido conspicua en sus familias.  Pero, cuando la Escritura habla de los hijos de Dios, algunas veces tiene consideración por la elección eterna, la cual sólo se extiende a los herederos legales; en otras a vocaciones externas, debido a que muchos lobos se encuentran en el rebaño; y aunque de hecho, son extraños, a ellos se les da el nombre de hijos, hasta que el Señor los repudie.  Sí, incluso al darles un título tan honorable, Moisés reprocha la ingratitud de ellos, porque al dejar a su Padre celestial, se prostituyeron como desertores».

Ahora, para apoyar sus suposiciones, él descarta todo lo referente a los gigantes, los Nefilims, que está en Génesis 6:4 y que son los hijos de Dios, asegurando que el texto se refiere a los hijos de Set y las hijas de Caín.  Y sigue diciendo: «Moisés de ninguna manera dice, que ellos eran de estatura extraordinaria, sino sólo que eran robustos.  Reconozco que en otra parte, la misma palabra denota vastedad o estatura, la cual fue considerada formidable para esos que exploraron la tierra de Canaán, quienes dijeron: ‘También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos’ (Números 13:33).  Pero Moisés no hace distinción de los otros hombres, de esos que habían en ese lugar, mucho menos del tamaño de sus cuerpos, sino que habla de sus robos y su ansia de dominio».

Él minimiza el hecho que el fruto de la unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres eran hombres de tamaño extraordinario.  Simplemente asegura que «eran gigantes» en su perversidad.  Su interpretación carece de fundamento, y no es completamente honesta, porque la palabra Nefilim, que aparece en ambos lugares es exactamente la misma.  Calvino y numerosos otros se vuelven a Génesis 4:26 a fin de justificar su caso.  La publicación en inglés, El Comentario del Hombre Pobre de Hawker, es muy típico de esos que saltan a la conclusión, que los hijos de Dios debe referirse a los hijos de Set.

Declaran: «Observe las diferentes expresiones: hijos de Dios e hijas de los hombres.  Si va a Génesis 4:26 descubrirá, que allí se dice que los hijos de Set comenzaron a invocar el nombre de Dios; incluyendo aquí tanto a hijos como a hijas; por consiguiente estos son los hijos de Dios».

Ellos sugieren que este pasaje de alguna forma demuestra que el término «hijos de Dios», tiene realmente un significado oculto para los hijos de Set.  A continuación, examinemos este pasaje para ver si el reclamo de ellos es válido.

Set y sus hijos

     Set aparece un total de siete veces tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.  Podemos echarle una breve ojeada a su vida al unir estos pasajes que hablan de él.
•   “Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín.  Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós.  Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Gn. 4:25, 26).
•   “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.  Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas... Vivió Set ciento cinco años, y engendró a Enós.  Y vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas.  Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió” (Gn. 5:3, 4, 6-8).
Vemos aquí, que ciento treinta años después de la creación, Adán tuvo un hijo llamado Set, luego, ciento cinco años después Set tuvo a Enós.  De tal manera sabemos que según el registro de la Escritura, doscientos treinta y cinco años después de la creación, los hombres comenzaron a invocar el nombre de Dios.  El término hebreo para Señor es YHWH - Jehová, el cual es el nombre personal de Dios, quien le dijo a Moisés: “Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos” (Ex. 6:3).

Por lo tanto, pensar que esta fue la primera vez que los humanos comenzaron a adorar al Señor no tiene fundamento.  En lugar de eso debemos leer simplemente, que a partir de ese momento comenzaron a llamarlo por su nombre personal para algún propósito.  Mientras tal pareciera que comenzó con un hijo de Set, no debemos inferir que estaba limitado a ese linaje.  Después de todo el texto hebreo original, literalmente dice «az hukhal likro beshem YHWH» - «Entonces fue cuando comenzaron a mencionar el nombre de Jehová».  El término hukhal es el pasivo de comenzar.  El sujeto del verbo hukhal es «llamando».  La palabra «hombres» incluso no aparece en el texto.  De tal manera, que vemos, que aparentemente hasta este punto, los hombres no se referían a Dios por su nombre propio.  Tal vez era porque no lo sabían, pero no podemos estar seguros.  No obstante, la lectura de este versículo en ninguna forma apoya esta noción, que los hijos de Set eran los hijos de Dios.  Hay otra lectura que puede aclarar más este pasaje.

Una posible traducción

     Según el Lexicon de la Biblia en Hebreo Brown Driver Briggs, a la inversa el verbo hukhal proviene de la raíz cuyo significado básico es «profanar, manchar, contaminar, deshonrar, comenzar».  Así que la lectura alternativa sería «entonces el nombre de YHWH - de Jehová fue profanado».  Esta lectura alternativa la apoya el antiguo Targumim Aramaico.

Mientras que el Targum Onkelos interpreta este pasaje así: «‘Y a Set también le nació un hijo.  Entonces en sus días, los hijos de los hombres desistieron o se abstuvieron de orar en el nombre de Dios’ (Génesis 4:26)».

El Targum Jonatán es similar, aunque amplifica la lectura aún mucho más, dice: «‘Y a Set también le nació un hijo, y le llamó su nombre Enós.  Esa fue la generación en cuyos días ellos comenzaron a extraviarse, a hacer ídolos y llamaron a sus ídolos por el nombre del Verbo de Dios’ (Génesis 4:26)».

Realmente no hay ningún texto que apoye la teoría que los hijos de Dios eran los hijos de Set, sino que a la luz de toda la Biblia, demuestra que los hijos de Dios en el capítulo 6 de Génesis eran ángeles caídos.  Tal parece que el nombre Divino era conocido desde el mismo principio de la creación.  Adán estaba familiarizado con él, porque dice el texto original en hebreo, que después que pecó escuchó la voz del Señor de YHWH - de Jehová Dios en el huerto.  Cuando se mencionaba el nombre de Dios hasta ese momento se hacía con respeto y honor, pero fue en los días de Enós cuando comenzó a profanarse al nombrarlo.

Dios entonces destruyó al mundo debido a su constante iniquidad.  Noé retuvo conocimiento de su nombre y luego aparentemente en la torre de Babel, se olvidó o se perdió.  Fue entonces cuando Dios decidió no revelarlo nuevamente, hasta que Moisés tuvo el encuentro con Él en la zarza ardiente.

Los hijos de Set no eran hijos de Dios

     No importa cómo quiera acomodarse la lectura, la realidad es que simplemente no hay evidencia que apoye que se puede usar el concepto de Génesis 4:26, para interpretar que los hijos de Dios son los hijos de Set.  No hay indicación de ninguna clase, que los hijos de Set fueran de alguna forma más piadosos que el resto de la humanidad.  Además no debemos pasar por alto que la Escritura dice, “...Vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas” (Gn. 5:7).

Todos los hijos e hijas de Set, al igual que los hijos e hijas de Caín, eran hijos de Adán.  Hablando técnicamente, cada ser humano nacido en este planeta es un descendiente de Adán.  El lenguaje hebreo usa el término para significar «humano».  De tal manera, que es incorrecto hablar de dos grupos diferentes: las hijas de Adán y los hijos de Dios.  Sugerir que las hijas de los hombres eran las de Caín, es un capricho.  En lugar de eso, las hijas de los hombres contrastan con los hijos de Dios, porque las primeras eran humanas y los hijos de Dios no.

Además, no podemos en ninguna forma inferir que todos estos hijos e hijas de Dios eran tan piadosos que se distinguían de la descendencia de Caín.  Si hubiera sido así, entonces, ¿por qué sólo ocho personas se salvaron cuando el mundo entero fue destruido por el diluvio?  Es obvio que después de todo, estos hijos de Set no eran tan piadosos.  El hecho simple es que los hijos de Dios no se refiere al linaje de Set, sino a la creación directa del Creador, la cual antes de la obra redentora de Cristo sobre la cruz, sólo se limitaba a Adán y a los ángeles.  Por consiguiente, los hijos de Dios en el capítulo 6 de Génesis, fueron ángeles caídos, quienes tuvieron relaciones con mujeres mortales.

¿Quiénes eran los Nefilims?

     Ya hemos presentado evidencia que los hijos de Dios eran ángeles caídos - demonios que tuvieron relaciones íntimas con las hijas de Adán, cuya unión produjo una descendencia única a la cual la Biblia llama Nefilims.  Dice Génesis 6:4: “Había gigantes [Nefilims] en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos.  Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre”.

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