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El misterio del menorá

  • Fecha de publicación: Jueves, 10 Abril 2008, 18:01 horas

¿Qué le ocurrió al menorá, el candelero de oro que adornaba el Tabernáculo y el templo del rey Salomón? ¿Es posible trazar su historia? En el año 70 de la era cristiana, los romanos se llevaron el botín del templo de Jerusalén a Roma.

En el Arco triunfal de Tito, localizado justo al norte del Coliseo en Roma, puede verse un relieve en piedra del menorá del templo. Edward Gibbon, en su voluminosa obra La decadencia y caída del Imperio Romano, sugirió que el menorá del templo de Herodes, tal vez se encuentra en el fondo del mar Mediterráneo, en algún lugar entre Italia y la costa norte de África.

Gibbon escribió: «Al final de los 400 años, el producto del saqueo en Jerusalén, los instrumentos santos de la adoración judía, la mesa de oro y el candelero de oro con sus siete brazos, fue transferido desde Roma a Cartago, por un bárbaro... un presuntuoso vándalo; quien de inmediato levó anclas y regresó... al puerto de Cartago. Sin embargo, las doce embarcaciones que cargaban el botín encontraron una tormenta en el mar. Se dice que de los barcos que transportaban las reliquias del capitolio, fue el único de la entera flota que naufragó... su carga... se perdió en el mar».

Gibbon indicó que el producto del botín del templo judío se hundió con el barco, incluyendo el menorá. Pero... ¿Era ese menorá el candelabro original construido en el Sinaí? Probablemente no. Según los historiadores judíos, pudo haber sido uno de los diez menorás que se encontraban en el templo de Salomón hechos para embellecer y adornar el menorá de Moisés el cual estaba colocado en medio de ellos. Hay muchas historias extrañas sobre el Siervo Candelero, la lámpara que se encontraba en la parte central del menorá. Una de tales crónicas dice que la «Lámpara de Dios» se extinguió misteriosamente más o menos al mismo tiempo en que el Arca del Pacto cayó en manos de los filisteos. Pero... ¿Tienen tales historias un significado profético para nosotros hoy?

La historia del menorá

Para poder comprender mejor el significado religioso del menorá debemos revisar su historia. En el libro de Éxodo, Dios le dio instrucciones a Moisés para que construyera un candelero de oro con siete lámparas. Y dice la Escritura: "Hizo asimismo el candelero de oro puro, labrado a martillo; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores eran de lo mismo. De sus lados salían seis brazos; tres brazos de un lado del candelero, y otros tres brazos del otro lado del candelero. En un brazo, tres copas en forma de flor de almendro, una manzana y una flor, y en otro brazo tres copas en figura de flor de almendro, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salían del candelero. Y en la caña del candelero había cuatro copas en figura de flor de almendro, sus manzanas y sus flores, y una manzana debajo de dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, conforme a los seis brazos que salían de él. Sus manzanas y sus brazos eran de lo mismo; todo era una pieza labrada a martillo, de oro puro. Hizo asimismo sus siete lamparillas, sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro. De un talento de oro puro lo hizo, con todos sus utensilios" (Ex. 37:17-24).

 El árbol de almendro figuraba prominentemente en el diseño del menorá. Las hojas, flores y frutos tal vez se encontraban allí para recordarnos la vara de Aarón que floreció. Cuando ocurrió el milagro, su vara sin tener raíces, de la noche a la mañana echó hojas, flores y frutos: "Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras" (Nm. 17:8). Además, la palabra hebrea para almendras es «luz», que en nuestro idioma significa eso mismo, luz.

El historiador judío del primer siglo Flavio Josefo también describió así el menorá construido por Bezaleel por instrucciones de Moisés en su obra Antigüedades de los judíos, Libro III, capítulo VI, parágrafo siete: «Por encima de la mesa, cerca de la pared del sud, había un candelabro de oro fundido; hueco por dentro, pesaba cien minas, peso que los hebreos llaman cincares, pero que al ser traducido al griego significa talento. Tenía sus borlas, sus lirios, sus granadas y sus cuencos (adornos que sumaban en total setenta); de ese modo la caña se elevaba desde una sola base y se desparramaba en tantos brazos como el número de planetas, incluyendo el sol entre ellos. Terminaba en siete cabezas, puestas en fila, una al lado de la otra. Esos brazos llevaban siete lámparas, imitando el número de planetas. Estas lámparas miraban hacia el este y hacia el sud, estando el candelero en posición oblicua».

El menorá, como así se llamaba en el lenguaje hebreo este candelero de oro, estaba colocado contra la pared sur, exactamente al otro lado de la mesa de los panes de la proposición en el Lugar Santo del Tabernáculo Mosaico. Estaba situado en posición oblicua hacia el este y hacia el sur. Algunas fuentes judías dicen que las tres lámparas del este miraban hacia el occidente, en dirección a la lámpara central y las tres lámparas occidentales miraban hacia el este, hacia el centro de la lámpara. Esta cuarta lámpara central miraba hacia el norte, hacia el centro del cuarto.

La lámpara central era llamada Ner Elohim, que quiere decir «Lámpara de Dios», al igual que «Shamash» el «Siervo Candelero». También se le designaba «Lámpara Occidental» porque se erguía exactamente al occidente de las tres lámparas del este. Cada lámpara tenía «tres depósitos» para aceite suficientes para un día.

El milagro del menorá

Cada mañana un sacerdote entraba en el Lugar Santo para atender las lámparas. Usualmente encontraba que seis de ellas se habían apagado luego de haber consumido todo el aceite. Pero el Siervo Candelero, la lámpara central, seguía ardiendo de continuo hasta un día más con la misma cantidad de aceite. Los teólogos judíos le llamaban a esto «El milagro del menorá».

 Dejando el Siervo Candelero encendido, los sacerdotes removían una por una cada una de las tres lámparas al este, las limpiaban, les arreglaban y recortaban las mechas, las llenaban con aceite y las volvían a encender usando la llama del Siervo Candelero. Luego repetían este mismo proceso con las lámparas del occidente. La última que atendían era el Siervo Candelero.

El templo de Salomón

En la historia judía se halla registrado que cuando Salomón edificó el templo, el menorá que fuera hecho en tiempo de Moisés, ocupó el nuevo Lugar Santo. Tenía un lugar prominente en el templo de Salomón, aunque a través de todo el complejo fueron colocados y usados muchos otros candeleros.

 Lo que le ocurrió al primer menorá continúa siendo un misterio. Algunos relatos judíos dicen que un ángel escondió el menorá en el «pozo de las almas», una cámara subterránea, junto con otros artefactos, antes que los babilonios destruyeran el templo en el año 578 A. C. Según estos mismos recuentos, cuando el tercer templo sea construido, el ángel retornará, abrirá la cámara y recuperará los utensilios del templo.

El templo de Zorobabel

Después del cautiverio en Babilonia, los judíos regresaron a Jerusalén y restauraron la adoración en el templo. Algunos suponen que se fundió otro menorá para usarlo en el santuario edificado por Zorobabel en los días de Esdras y Nehemías.

Antíoco Epífanes

En el año 168 A. C., los sirios, bajo las órdenes de Antíoco Epífanes, saquearon a Jerusalén y se robaron el menorá, junto con los otros tesoros del templo. Josefo dijo al respecto en el Libro XII, capítulo V y parágrafo cuatro de su obra Antigüedades de los judíos: «Despojó el Templo, llevándose los vasos de Dios, los candelabros de oro, el altar de oro del incienso, la mesa de los panes de la proposición y el altar de los holocaustos; sin dejar ni aun los velos hechos de lino fino y escarlata. Vació los tesoros ocultos sin dejar nada».

 

Construyó un ídolo sobre el altar de Dios y sacrificó un cerdo sobre él. Josefo escribió que su profanación fue un cumplimiento de la profecía de Daniel que dice: "Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?" (Dn. 8:13).

Tres años después, el día 25 del mes de Quisleu, en el año 165 A. C., Judas Macabeo expulsó a los sirios de Judá y procedió a limpiar el templo. Reemplazó el menorá, el altar, la mesa de los panes y los otros utensilios con nuevos. Josefo informó sobre esto en el Libro XII, capítulo VII, parágrafo seis, de Antigüedades de los judíos, dijo: «Después de purificarlo con sumo cuidado, colocó vasos nuevos, el candelabro, la mesa y el altar, todo lo cual estaba hecho de oro; colgó los velos en las puertas y puso éstas en su lugar. Además, luego de demoler el altar de los holocaustos construyó uno nuevo de piedras no cortadas con hierro. De tal manera que el día 25 del mes de Quisleu, encendieron las luces del candelabro, y ofrecieron incienso sobre el altar, colocaron los panes sobre la mesa, y ofrecieron holocaustos en el nuevo altar».

La Fiesta de Luces

Después de hacer esto, los judíos descubrieron que sólo había aceite suficiente para un día. Se necesitaban ocho días para producir el suministro necesario de aceite. No obstante, los sacerdotes de todas maneras encendieron las lámparas, ¡las que permanecieron ardiendo durante ocho días con aceite suficiente para un día!

Ese milagro fue considerado como una bendición especial de parte de Dios. Fue así como los sacerdotes establecieron la festividad de Hanukkah para conmemorar el milagro. La fiesta también se le llama Fiesta de Dedicación y Fiesta de Luces. Las familias judías celebran la festividad de Hanukkah con pequeños menorás con ocho lámparas en el hogar, más el Siervo Candelero que da un total de nueve. Cada día se enciende una lámpara durante los ocho días de la celebración, usando la llama del Siervo Candelero.

El Templo de Herodes

Es probable que el candelabro que se encontraba en el Templo de Herodes, fue el que fundiera Judas Macabeo, porque se dice que el Siervo Candelero de ese menorá permanecía encendido más que los otros. Después de la destrucción del templo, los romanos se llevaron el candelabro a Roma y lo hicieron desfilar a través de las calles de la ciudad. El menorá aparece en un relieve de piedra en el «Arco de Tito» el cual se encuentra hoy en la Vía Appia, cerca del foro romano. Allí puede verse una procesión de esclavos judíos marchando a través de las calles de Roma, después de la destrucción del templo ocurrida en el año 70 de la era cristiana.

El Siervo Candelero se apagó

También hay otra historia sobre el menorá y su Siervo Candelero. De acuerdo con el Talmud de Jerusalén, la ley civil y religiosa del judaísmo, que incluye comentarios sobre la Torá o Pentateuco, «el milagro del Siervo Candelero» cesó 40 años antes que los romanos quemaran el templo. El Siervo Candelero no pudo ser encendido.

Esto ocurrió aproximadamente en el mismo período de tiempo del ministerio del Señor Jesucristo. Se dice que la lámpara se apagó y que no pudo ser encendida. El problema continuó por 40 años. Los relatos judíos no asocian en ningún momento este suceso con su rechazo al Señor Jesucristo. No obstante, parece obvio que la presencia del Señor Jesucristo en el capítulo 1 de Apocalipsis, en medio de las lámparas, como el Siervo Candelero, esté relacionada con la historia del candelero que se apagó.

Simeón, el justo

La enciclopedia judía dice que la lámpara se apagó a la muerte de «Simeón, el justo, quien era sumo sacerdote». Pero... ¿Quién era este Simeón? ¿Era el Simeón en Lucas 2:25-36? El relato habla de cierto Simeón que se encontraba en el templo cuando el niño Jesús fue llevado al templo por José y María. De acuerdo con los detalles de la historia, Simeón el justo y el Simeón de que habla el evangelio de Lucas, muy bien podría ser la misma persona: "Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios..." (Lc. 2:25-28).

Note que su muerte había sido pospuesta hasta tanto no viera "al Ungido del Señor", el Mesías de Israel. Cuando Simeón, el justo, murió, el Siervo Candelero se apagó. Ambas historias estaban centradas alrededor de una experiencia de muerte. El doctor J. R. Church, erudito en profecías, está convencido que este Simeón y el Simeón de la leyenda judía son la misma persona.

El evangelista Lucas no le llama sumo sacerdote, solamente dice que Simeón movido por el Espíritu fue al templo. Pero es obvio que tenía que ser un sacerdote para poder presidir la ceremonia de la «redención del primogénito». Si no hubiera sido sacerdote, lo lógico es que hubiera ido a buscarlo de inmediato, pero no lo hizo así, por lo tanto, uno puede asumir que era sumo sacerdote.

Simeón tomó al niño Jesús en sus brazos y dijo: "Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel" (Lc. 2:29-32). Una vez más vemos que el tema concerniente a Simeón, es su muerte pendiente.

¡Simeón además llamó a Cristo "luz para revelación a los gentiles!" ¡Verdaderamente el Señor Jesucristo fue el cumplimiento del misterio del menorá!

La historia en el Talmud judío ubica esta estructura de tiempo, es decir, la fecha en que se apagó el Siervo Candelero, aproximadamente 40 años antes de la destrucción del templo. Es muy improbable que la lámpara se hubiera apagado durante el ministerio de Jesús.

Además, hasta donde entiendo la historia, el problema continuó por 40 años. Tal vez la crucifixión tuvo algo que ver con esto. El relato del Talmud no asocia para nada la causa con la muerte de Jesús, sólo que «el milagro del menorá cesó a la muerte de Simeón el justo, quien era sumo sacerdote en esos días».

El capítulo inicial del libro de Apocalipsis nos presenta al Señor Jesucristo parado en medio de un menorá y con "su rostro ... como el sol cuando resplandece en su fuerza" (Ap. 1:16). Juan, el escritor del libro de Apocalipsis, le atribuye a Jesús la posición de Siervo Candelero. Por lo tanto, de alguna forma este Siervo Candelero debe estar asociado con los eventos que rodearon la crucifixión.

¡El misterio solucionado!

Después de reconocer que hemos aprendido algo que no se puede encontrar en los comentarios cristianos, comenzamos a buscar otros menorás en la Biblia. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que casi todos los patrones de siete en la Biblia, giran alrededor de un Siervo Candelero, ¡el cual ocupa la posición central como el cuarto miembro!

Una vez que podemos entender el significado de este candelero, es posible encontrar literalmente cientos de patrones de menorás a través de toda la Biblia.

Los menorás del Antiguo Testamento

Retrocedamos ahora a los primeros capítulos de la Biblia y observemos otra serie asombrosa de patrones en forma de candeleros, de menorás.

La Biblia comienza con un patrón en menorá. En Génesis 1:1 hay siete palabras hebreas. La traducción en español dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Pero en el lenguaje original hebreo estas palabras leídas de izquierda a derecha son: «Bereshit barah Elohim AT hashamayim vaeht haeretz».

La cuarta palabra AT, viene a ser el Siervo Candelero, está formada por dos letras hebreas: Aleph y Tahv, las que corresponden con la primera y última letra del alfabeto griego: Alfa y Omega, es decir, la A y la Z de nuestro alfabeto.

Los eruditos rabinos le llaman a Aleph y Tahv, «la palabra de creación». Recuerde, ellos no lo aplican para decir que el Señor Jesucristo es «la Palabra de creación», sino para referirse al alfabeto hebreo. Un rabino escribió que Dios en el principio creó Aleph y Tahv con todas las letras en el medio, y luego con el alfabeto creó todas las cosas.

El capítulo inicial del libro de Apocalipsis afirma que Jesús es el Aleph y el Tahv. ¡Allí él está reclamando la posición de la «palabra de creación» delineada en Génesis 1:1!: "Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso" (Ap. 1:8).

Los primeros siete libros del Antiguo Tetamento

Los primeros siete libros de la Biblia, es decir, Génesis hasta Jueces forman un menorá. Ellos corresponden a siete mil años de historia humana. El cuarto libro, Números, representa al Siervo Candelero. En él, Aarón enciende las siete lámparas de oro: "Habla a Aarón y dile: Cuando enciendas las lámparas, las siete lámparas alumbrarán hacia adelante del candelero. Y Aarón lo hizo así; encendió hacia la parte anterior del candelero sus lámparas, como Jehová lo mandó a Moisés. Y esta era la hechura del candelero, de oro labrado a martillo; desde su pie hasta sus flores era labrado a martillo; conforme al modelo que Jehová mostró a Moisés, así hizo el candelero" (Nm. 8:2-4).

Siete días de creación

¿Alguna vez se ha preguntado por qué Dios hizo el sol el cuarto día de la creación en lugar de haberlo hecho el primer día? Lo hizo así porque el sol es el grandioso Siervo Candelero de nuestro universo. Le provee luz a los seis planetas visibles para el hombre primitivo: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Claro está, como el hombre veía los cielos desde la Tierra, la Luna se convertía en un sustituto para nuestro planeta.

 Con el Sol en el centro de nuestro sistema solar, Dios creó el primer patrón en forma de menorá. El historiador judío Flavio Josefo informó que el diseño del menorá en el Tabernáculo Mosaico, representaba el sol y los planetas.

Dios dijo el primer día de la creación: "Sea la luz; y fue la luz" (Gn. 1:3). No obstante, creó el sol el cuarto día, para presentarnos así un patrón en forma de menorá en los siete días de la creación.

El rebelde Lucifer

A este punto creo que es necesario que consideremos la rebelión de Lucifer. Él deseaba usurpar el trono de Dios, en otras palabras, casi me atrevo a sugerir que quería ser el Siervo Candelero, así lo implica su nombre «el portador de la luz».

El fue expulsado del cielo y se le otorgó la tierra como su dominio. El cuarto cuerpo celeste desde el Sol, es el PLANETA VERDE, la Tierra, el que se convirtió en el Siervo Candelero del sistema solar sobre el cual se libra la batalla entre Dios y el diablo.

Para poder comprender mejor el conflicto entre el bien y el mal, permítame hacerle notar que el Sol fue movido del centro, de su cuarta posición para ocupar la primera posición en los días de la creación, porque domingo quiere decir Sol. La Tierra fue reemplazada con la Luna y movida al segundo lugar, lunes. Marte ocupó el tercer lugar como el martes.

Mercurio, que representa el mal con sus alas de águila y su serpiente, fue movido a la posición del Siervo Candelero, del miércoles. Fue debido a este arreglo que los días de nuestra semana se llaman, domingo por el Sol, lunes por la Luna, martes por Marte, miércoles por Mercurio, jueves por Júpiter, viernes por Venus y sábado por Saturno.

Como Mercurio es el planeta que se encuentra más cerca del Sol, tal parece que correspondiera con Lucifer, el querubín protector. En los últimos años la tribu de Dan adoptó los símbolos del planeta Mercurio. Cambiaron la insignia de la tribu, que era una serpiente, por un águila. Unos 150 años antes del Señor Jesucristo, un rabino judío escribió que el príncipe de la tribu de Dan era Satanás y sugirió que de esta tribu saldría el Anticristo.

Nosotros podemos avistar brevemente este conflicto entre Dios y el diablo en el Calvario. Cuando el Señor Jesucristo estaba colgado sobre la cruz, el Gran Siervo Candelero de nuestro sistema, se oscureció y rehusó brillar por tres horas: "Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena" (Mt. 27:45). Pero Cristo derrotó a Satanás ese día y tomó el lugar que le correspondía como "... la estrella resplandeciente de la mañana" (Ap. 22:16). El Señor Jesucristo es exaltado a la posición de Siervo Candelero tal como lo podemos ver en los capítulos de apertura del libro de Apocalipsis.

Los cinco libros de Moisés

Moisés escribió los cinco primeros libros de la Biblia bajo la dirección e inspiración de Dios. Es imposible que él por sí mismo hubiera podido trazar tantos patrones en forma de menorá, tal como los que encontramos desde Génesis hasta Deuteronomio. Sólo Dios pudo haber designado esos libros y sus series de sietes. De hecho, al estudiar los siete a través de la Biblia, uno sólo puede concluir que la entera Escritura debe ser divinamente inspirada.

El menorá del Tora

Codificado en el primer parágrafo del libro de Génesis, a intervalos de 50 letras se encuentra la palabra hebrea Tora. Si esto fuera todo lo que podemos encontrar escondido en los primeros cinco libros, podíamos relegarlo todo considerándolo una simple coincidencia. Pero esta palabra Tora, el título en hebreo para los cinco libros de la ley mosaica, ¡se encuentra codificada en el primer parágrafo del libro de Éxodo, Números y Deuteronomio!

En los primeros parágrafos tanto de Génesis y Éxodo, la palabra Tora se encuentra a intervalos de 50 letras. El número 50 es muy significativo porque la ley le fue dada a Moisés en el monte Sinaí, 50 días después de haber cruzado el mar Rojo.

Los rabinos dicen que el 50 es un número trascendente. Siendo uno mayor que 49, el cual es igual a siete por siete, el 50 representa la deidad, en tanto que el 49 simboliza la humanidad.

En los libros de Números y Deuteronomio, la palabra Tora se encuentra codificada en el primer parágrafo, ¡invertida! Esas palabras Tora invertidas, evidentemente son lámparas opuestas a Génesis y Éxodo, en este patrón en candelabro de cinco lámparas. ¡Todos los cuatro Toras codificados parece que señalaran al Siervo Candelero que se encuentra en el primer parágrafo del libro de Levíticos! ¡El nombre de Dios en hebreo, Yahweh, se halla codificado a intervalos de ocho letras en el primer parágrafo de Levítico!

El ocho también es un número trascendente al ser uno mayor que siete. Siete representa la humanidad perfecta y ocho la deidad. El mensaje es este: El Tora proviene de Dios, tipificado por el 50 y refleja la gloria de Yahweh, tipificado por el ocho. La codificación de la palabra Tora, a intervalos de 50 letras en los libros de Génesis, Éxodo y Números, refleja la deidad trascendente.

¡Pero en el libro de Deuteronomio la palabra para Tora se halla codificada en el primer parágrafo a intervalos de 49 letras! Pero... ¿Por qué sólo 49? ¿Por qué no 50?

El Verbo

Para entender este extraño descenso de 50 a 49, debemos tomar nota que el libro de Deuteronomio es un título griego para el quinto libro de Moisés. Su nombre hebreo es Devarim, ¡el plural de la palabra VERBO! Si el libro de Devarim hubiera sido traducido literalmente en el lenguaje griego, su título habría sido «Logos». Pero los eruditos que tradujeron el Tenakh hebreo al griego en el año 300 de la era cristiana, decidieron que el nombre del libro sería Deuteronomio, expresión que significa «una copia», ya que la traducción griega de la Palabra de Dios era sólo una copia, no un original.

Pero... ¿Tendrá este quinto libro de Moisés una conexión con Jesús? En los primeros versículos del evangelio de Juan, se presenta al Logos, "el Verbo": "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (Jn. 1:1-3).

La implicación aquí es que el libro de Devarim o de Deuteronomio representa al Señor Jesucristo, quien condescendió de su posición trascendente de deidad, tipificada por el número 50 para convertirse en un hombre, tipificado por el número 49. Por consiguiente, el Tora fue codificado a intervalos de 49 letras para mostrar que "... aquel VERBO (o Logos) fue hecho carne, y habitó entre nosotros..." (Jn. 1:14).

Los primeros siete libros

Los primeros siete libros del Antiguo Testamento, Génesis hasta Jueces también forman un menorá, con el cuarto libro Números, sirviendo como Shamash o Siervo Candelero. Es increíble comprobar que ellos corresponden con siete mil años de historia humana:

Génesis corresponde al primer milenio. Su tema es: la muerte por el pecado. Incluso el último versículo del libro de Génesis dice: "Y murió José a la edad de ciento diez años..." (Gn. 50:26).

Éxodo corresponde al segundo milenio. Su tópico se relaciona con el cruce de un gran volumen de agua, del mar Rojo. La historia del mar Rojo sigue el mismo tema de la historia del diluvio.

Levítico trata con el tercer milenio. Su contenido tiene que ver con la alabanza a Dios en su casa. Tanto su Tabernáculo como su Templo fueron construidos en el tercer milenio.

Números corresponde con el cuarto milenio. Su tema se relaciona con el exilio del pueblo escogido de la tierra prometida. El cuarto milenio contado desde la creación de Adán, fue testigo del cautiverio en Asiria ocurrido en el año 722 A.C. y del cautiverio en Babilonia en el año 606 A.C.

Deuteronomio corresponde con el quinto milenio. Su texto concierne con la primera venida de Cristo para proveer salvación por gracia. El capítulo de apertura de Deuteronomio, nos presenta a Josué y el rechazo a su mensaje de que "fueran y tomaran el reino". El capítulo inicial de Deuteronomio expone a Josué, nombre hebreo que en griego corresponde al de Jesús, y a su mensaje para Israel de que fuera y tomara posesión de la tierra prometida, el reino de Israel, mensaje que no fue aceptado por el pueblo de Israel. Moisés entonces le recordó al pueblo: "Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel" (Dt. 1:38). Ese incidente parece corresponder con el quinto milenio y al rechazo al mensaje de Jesús: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 3:2). Sin embargo, este es el mismo Jesús que "la hará heredar a Israel".

Josué, el sexto libro de la Biblia, corresponde con el sexto milenio. Su tema relata la historia de Josué, quien luego de haber sido rechazado, se convierte en líder y cumple con la promesa que le hiciera Dios a Abraham de que su descendencia heredaría la tierra prometida. En Josué 19:48 se halla registrado el momento en que le fuera otorgada la última porción de territorio a la tribu de Dan, correspondiendo este hecho con 1948, ¡el año de refundación del estado de Israel! ¿Casualidad o un diseño divino predeterminado?

Jueces, el séptimo libro de la Escritura, representa el séptimo milenio. Su tema se relaciona con el tiempo cuando el Señor Jesucristo vendrá para reinar en la tierra con vara de hierro.

El libro de Jueces está seguido por el pequeño libro de Rut, el cual relata la historia de una joven gentil que se casa con su pariente redentor. Hasta el siglo tercero, Rut era una especie de apéndice del libro de Jueces, por consiguiente, corresponde con los eventos a la conclusión del séptimo milenio. Podemos ver su tema en el capítulo 21 de Apocalipsis cuando "... la santa ciudad, la nueva Jerusalén, desciende del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (Ap. 21:2).

Lo que tenemos en los cinco libros de Moisés y en los que le siguen, los de Josué, Jueces y Rut, es un punto de vista que abarca siete mil años de historia humana, el gran plan de Dios para las edades. Ellos están estructurados como una serie de menorás, uno sobre otro.

El plan de Dios para la humanidad abarca un período de siete mil años, formando en sí mismo una estructura de otro menorá, con el cuarto milenio representando el Siervo Candelero y su conflicto entre el bien y el mal. El cuarto milenio fue testigo de días tenebrosos para Israel, los cautiverios asirio y babilonio. Ellos parecen corresponder con historias acerca de la luz del Siervo Candelero que se apagó.

Las siete apariciones a Abraham

Hay siete apariciones divinas a Abraham, las que también forman un patrón de menorá, con lacuarta ocasión correspondiendo al Siervo Candelero: "Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él... Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos" (Gn. 15:12,17).

"El temor de una grande oscuridad"parece ser una profecía del sufrimiento de Israel, y la antorcha de fuego de Dios que apareció esa noche, debe ser una profecía de Cristo, quien es el Siervo Candelero del mundo. Él trajo esperanza y promesa en medio de la oscuridad. Creo que es un mensaje a todos los descendientes de Abraham de que hay una luz de esperanza en medio de la dificultad, una esperanza bienaventurada para un futuro maravilloso. Esto será reconocido cuando el Mesías, quien es el Siervo Candelero de Dios, aparezca para iniciar su reino en el séptimo milenio. 

En el Antiguo Testamento, capítulo 3 de 1 Samuel, encontramos una historia del Siervo Candelero. Es la historia del juicio de Dios sobre un sumo sacerdote, Elí y sus dos hijos malvados, Ofni y Finees: "El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada" (1 S. 3:1-3).

De acuerdo con la historia, Dios vino a Samuel con un mensaje de juicio sobre la casa de Elí, antes que la lámpara de Dios se apagara. En el siguiente capítulo tenemos la historia de los filisteos capturando el arca del pacto y dándole muerte a Ofni y Finees.

Cuando Elí recibió la noticia que sus dos hijos habían muerto, cayó hacia atrás y se rompió el cuello muriendo. Mientras que la esposa de Finees, de la impresión, murió al dar a luz un hijo: "Dijo, pues, aquel hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío? Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada. Y aconteció que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años. Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta, cercana al alumbramiento, oyendo el rumor que el arca de Dios había sido tomada, y muertos su suegro y su marido, se inclinó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores de repente. Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida. Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! Por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido" (1 S. 4:16-21). La gloria se había ido, el Arca había caído en manos de los enemigos y la familia del sumo sacerdote estaba muerta.

Evidentemente el Siervo Candelero del menorá en el Tabernáculo se apagó ese día. ¿Será este Siervo Candelero parte de un escenario profético? ¿Corresponderá con el menorá que se apagó a la muerte de Simeón el justo? Incluso, ¿estaba asociada realmente la falla del Siervo Candelero con la muerte de Simeón o la muerte de otro? Tal vez sea una profecía que se cumplió el día de la crucifixión.

 Las últimas siete palabras de Jesús sobre la cruz

Eso nos lleva a otro escenario fuera de los muros de Jerusalén en donde seremos testigos de otro menorá misterioso. Mientras estaba colgado sobre la cruz, el Señor Jesucristo pronunció siete declaraciones proféticas. Cada una de estas siete frases representa un tema que corresponde con cada uno de estos siete mil años de historia humana.

• Primero:Él fue colgado sobre la cruz a las nueve de la mañana, y cuando le crucificaban dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc. 23:34). Esa oración nos lleva de regreso al primer milenio y a la primera pareja culpable en el huerto del Edén.

• Su Segundadeclaración: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23:43), nos recuerda el segundo milenio, cuando Dios barrió el primer paraíso con el agua del diluvio y le dio a Noé y a su familia una nueva oportunidad de servirle.

• Su Tercerafrase: "Mujer, he ahí tu hijo" (Jn. 19:26), es recordatoria del tercer milenio, cuando Dios llevó a Israel hasta el Sinaí y estableció un pacto prometiendo que lo cuidaría. Ambos, tanto la mujer como el hijo, fueron usados como metáfora de Israel. Desde la zarza ardiente, Dios le dijo a Moisés que le hiciera saber al Faraón: "Israel es mi hijo, mi primogénito" (Ex. 4:22). En Sinaí, Israel se convirtió en la esposa de Jehová.

Cuarto: De acuerdo con la narración de la crucifixión, a las doce del mediodía, el sol se oscureció. El gran Siervo Candelero de nuestro sistema solar se rehusó a brillar durante tres horas. En medio de la oscuridad, el Señor Jesucristo pronunció su cuartafrase: "Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mt. 27:46).

Esta cuarta frase pronunciada por el Señor, ¡representa al Siervo Candelero apagándose! La gran batalla contra el mal llevó a nuestro Salvador a lo largo de todo el camino, desde el trono de Dios en el cielo, ¡hasta el lugar en que Dios lo desamparó! ¡Jesús llegó a este lugar de desamparo y ganó la victoria para nosotros!

Esas tres horas también parecen representar tres mil años de oscuridad para Israel, comienzan con la división del reino después de la muerte de Salomón, aproximadamente en el año 1000 antes de Cristo, y concluirán con el tiempo de angustia para Jacob a la conclusión de los seis mil años. A las tres de la tarde, el sol volvió a brillar nuevamente. Era una profecía de que al principio del séptimo milenio, Cristo, la luz del mundo, retornará.

• Su Quintafrase: "Tengo sed" (Jn. 19:28), refleja el lamento de un alma perdida. Desde el principio del quinto milenio, el evangelio ha provisto el "agua de vida" a todos los que creen en Él.

• Su Sextopronunciamiento, el cual creemos brotó de sus labios, después que el sol volvió a brillar de nuevo, siendo la sexta hora, fue: "Consumado es" (Jn. 19:30). Es un clamor de triunfo, indicativo de su segunda venida a la conclusión del sexto milenio.

• Finalmente, su Séptima frase representa la conclusión del séptimo milenio, cuando Cristo le ofrece el reino a su Padre: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc. 23:46).

Estas siete frases pronunciadas por nuestro Señor Jesucristo, forman un asombroso patrón en forma de menorá, que no sólo muestra que el Señor tenía conocimiento de todos los siete mil años de historia humana, sino que Él, la luz del mundo, el gran Siervo Candelero, estaba dispuesto a sufrir todo lo que padeció por nosotros.

Poder ver una visión tan santa sobre la cruz debería motivarnos a decir como Isaías: "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" (Is. 6:5).

Los menorás del Antiguo Testamento

 Tal como declaráramos previamente, Génesis hasta Jueces y Rut como un solo libro, siguen la estructura de un candelero de siete lámparas. El reconocer esa gran verdad nos permite considerar la posibilidad de que el resto de los libros del Antiguo Testamento continúen con ese mismo patrón. Pero hay 39 libros en el Antiguo Testamento... ¿Cómo podemos entonces reconciliarlos con el concepto de menorás de siete lámparas?

Primero, encontramos que Flavio Josefo escribió que los judíos habían coleccionado 22 libros los cuales eran considerados divinos. En su tratado Contra Apión, Josefo acusó a los historiadores griegos de mentir y decir que una historia verdadera estaba compilada en «... Veintidós libros los cuales contienen los registros de los tiempos pasados; los cuales con justicia se cree son divinos y de ellos cinco pertenecen a Moisés, ellos contienen las leyes y las tradiciones del origen de la humanidad hasta su muerte... los profetas, quienes fueron después de Moisés, escribieron lo que se hizo en su tiempo en 13 libros. Los cuatro textos restantes contienen himnos a Dios, y preceptos para la conducta de la vida humana».

Además, Orígenes quien viviera entre el año 185 al 254 A. C., enumeró 22 libros del Antiguo Testamento; Rut estaba unido a Jueces; 1 y 2 de Samuel eran considerados como un solo libro; lo mismo 1 y 2 de Reyes; 1 y 2 de Crónicas; Esdras y Nehemías estaban combinados; Lamentaciones era parte de Jeremías; y los doce Profetas Menores eran estimados un solo libro. De tal manera que los 39 libros se reducían a 22. Esta creencia prevaleció por lo menos hasta el siglo tercero.

Notamos que el libro de Rut que fuera una vez considerado como parte de los primeros libros del Antiguo Testamento, con su tema concluye correctamente el empuje profético de Jueces. Como ya mencionáramos, Rut como una novia gentil, parece corresponder con la conclusión del séptimo milenio. Es al final del séptimo milenio que Juan ve la ciudad santa, la nueva Jerusalén: "... descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (Ap. 21:2).

Con la estructura del primer menorá, es decir, desde Génesis hasta Jueces con Rut como un solo libro, comenzamos a considerar la posibilidad de que los libros de Samuel como primero, Reyes segundo, Crónicas tercero, Esdras y Nehemías cuarto, Ester quinto, Job sexto y Salmos séptimo, formen el diseño de otro menorá.

Esdras y Nehemías ocuparían el lugar del Shamash o Siervo Candelero. Así como Levítico, el Shamash de Génesis hasta Jueces con Rut, porta el tema de la construcción del Tabernáculo y el establecimiento de una casa formal para adorar a Dios, Esdras y Nehemías portan asimismo consigo el tema de la reconstrucción del templo y el reestablecimiento de una casa formal para adorar a Dios. Prácticamente se trata del mismo asunto.

El tercer menorá consiste de un grupo final de libros en el Antiguo Testamento: (1) Proverbios, (2) Eclesiastés, (3) Cantares de Salomón, (4) Isaías, (5) Jeremías y Lamentaciones, (6) Ezequiel, (7) Daniel y (8) los doce profetas menores. Sin embargo, aquí tenemos un problema, hay ocho divisiones en este menorá final del Antiguo Testamento. Pero... ¿Por qué ocho? La historia parece estar escondida en el episodio de Hanukkah.

La profecía de Hanukkah

En el año 520 A. C., dos profetas contemporáneos, Hageo y Zacarías, le añadieron una nueva dimensión a las esperanzas judías de reconstruir su templo y volver a encender el fervor mesiánico. Hageo 2:18,19 predijo una bendición especial para el día 24 de Quisleu. Y Zacarías 4:1-7 predijo la adición de dos lámparas más en el menorá.

A Hageo primero se le dio la profecía de Hanukkah: "Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré" (Hag. 2:18,19).

A Hageo se le dijo de una bendición futura que llegaría alrededor de esa fecha. Segundo, aproximadamente en el mismo tiempo, el otoño del año 520 A. C., a Zacarías se le dio una serie de visiones, las cuales corresponden con la fecha de Hageo. En los dos árboles de olivo de Zacarías puede verse la implicación de que dos lámparas más se añadirían al menorá de Israel: "Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda. Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío. Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella" (Zac. 4:1-7).

Además de las siete lámparas del menorá, Zacarías introdujo los "dos olivos", los cuales son llamados en Apocalipsis 11:4, "los dos candeleros". La implicación es que estos dos candeleros se añaden a los otros siete, haciendo un total de nueve, en otras palabras formando un menorá de nueve brazos, ¡un menorá de Hanukkah! Pero... ¿Qué representa este menorá?

Primero se nos dice que corresponde a una obra especial del Espíritu Santo: "...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Y todo esto tuvo cumplimiento el día de Pentecostés.

Segundo, ellos traerán la primera piedra, al Mesías, y su pacto de Gracia: "...con aclamaciones de: Gracia, gracia..." El hecho de que la palabra "gracia"se repita dos veces también parece corresponder a las dos lámparas adicionales e introduce la dispensación de la gracia con su nuevo pacto, ¡el Nuevo Testamento!

En Apocalipsis 11:4 se nos dice que los dos testigos son el cumplimiento de los dos árboles de olivo de la profecía de Zacarías: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra".

Note que los dos árboles de olivo ahora se han convertido en dos lámparas adicionales en el menorá, haciendo un candelabro de nueve lámparas, ¡un menorá de Hanukkah! Esos dos profetas: Hageo y Zacarías, hacen que dirijamos nuestra atención a los eventos ocurridos en el año 165 A. C., cuando Judas Macabeo estableciera la festividad de Hanukkah.

Pero entonces... ¿Por qué sólo tenemos ocho divisiones en este último menorá de los libros del Antiguo Testamento? ¿Por qué no nueve? Tal vez sea porque el Mesías todavía no había llegado. Estos libros del Antiguo Testamento no tienen Siervo Candelero, sólo ocho divisiones que corresponden con los ocho días durante los cuales estuvo ardiendo el menorá en el templo con un suministro de aceite suficiente para un día.

La venida del Mesías no era una parte del Antiguo Testamento, sin embargo, él habría de llegar pronto trayendo consigo un nuevo pacto, es decir, el Nuevo Testamento, ¡diseñado alrededor del menorá del Hanukkah! Así como el Antiguo Testamento está delineado conforme el menorá de la ley, el Nuevo Testamento con sus 27 libros está diseñado conforme al estilo de tres menorás de Hanukkah de nueve lámparas cada uno. Sin embargo, primero hablaremos un poco más de esta profecía observando el escudo de Israel, el cual fue bosquejado conforme a la visión de Zacarías.

El escudo de Israel

"Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha del candelabro y a su izquierda?" (Zac. 4:11).

Benjamín Netanyahu, un contribuyente regular del periódico Jewish Press, es el dirigente del partido Likud conservador de Israel. Un comentario que apareció publicado el 16 de julio de 1993, decía: «El menorá en el Arco de Tito seguramente intentaba representar la destrucción final de la soberanía judía y la disolución de la nación judía. No obstante, cualquiera en nuestra generación que haya podido echarle una ojeada siente que representa completamente lo opuesto. Para nosotros el Menorá, el cual ha sido adoptado como el escudo para el estado de Israel, representa el reavivamiento del pueblo judío y el regreso a su territorio».

El menorá, el candelabro de oro tanto del tabernáculo como de ambos templos, es tal vez el más grande de todos los símbolos mesiánicos. Sus siete brazos representan el número bíblico de lo completo. Más que eso, el arreglo del menorá eleva el Shamash, o Siervo Candelero, a la posición de dominio. Esta lámpara ocupa la cuarta posición, es decir, la del centro entre las otras lámparas. Tipifica la persona y obra del Mesías.

Mientras se refería a la conquista de Israel en manos de los romanos y al Arco de Tito, el señor Netanyahu llama la atención a un punto de importancia: El menorá literalmente porta la esperanza del Israel moderno. Le recuerda a los judíos el templo y el servicio de sacerdotes levitas del templo, pero particularmente al Mesías, quienes ellos creen que pronto vendrá para unir al territorio y a su pueblo en el reino mesiánico.

Es bien interesante que el «escudo del estado de Israel» al cual se refiere el señor Netanyahu, aparezca en los documentos oficiales y en la moneda del Israel moderno. Este escudo está formado por el menorá del templo, diseñado conforme al candelero que aparece en el Arco de Tito en Roma. Está flanqueado lado a lado por una estilizada rama de olivo. A través de la base del escudo, está escrito en hebreo la palabra «Israel». Las dos ramas de olivo tienen sus raíces en esta palabra.

Su diseño nos recuerda un cuadro bíblico que aparece en el libro de Zacarías. El Señor le da al profeta una serie de visiones especiales concernientes tanto a la primera venida como al retorno futuro del Mesías. El capítulo 4 relata una visión asombrosa del menorá de oro, flanqueado por dos árboles de olivo. Los árboles de alguna forma están conectados a los conductos del menorá los cuales suministran continuamente el aceite para las lámparas. El conjunto de las imágenes hablan de la historia de Zorobabel como ese comisionado para reconstruir el templo, siguiendo al cautiverio en Babilonia.

En hebreo, Zorobabel significa «nacido en Babilonia». Después del cautiverio, Zorobabel fue nombrado gobernador en Jerusalén y se convirtió en su líder político más activo. Entre sus contemporáneos se encontraban Hageo y Zacarías, quienes fueron usados por Dios para urgirle a acabar el trabajo de la reconstrucción del templo.

La profecía de Zacarías en particular portaba la promesa, de que Zorobabel, por el poder del Espíritu de Dios, tendría éxito en la obra de restauración del templo. Esta visión es sellada con la del menorá y las dos ramas de olivo.

Como cristianos, es fácil para nosotros ver que el menorá simboliza a Jesús, la "luz... del mundo" (Jn. 9:5). Quedando claro también que el aceite para las lámparas es un símbolo obvio del Espíritu Santo. Cuando el profeta inquiere acerca de la visión, dice específicamente: "...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Zac. 4:6).

A pesar de todo, Zacarías estaba confundido por el cuadro. El ángel le había dicho que a Zorobabel se le había ordenado que acabara la obra del templo, pero deseaba saber más acerca de la forma cómo obraba el poder de Dios. Él le preguntó al ángel por una explicación adicional y el diálogo fue como sigue: "Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha del candelabro y a su izquierda? Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: Señor mío, no. Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra" (Zac. 4:11-14).

Los dos testigos

De tal manera que el escudo del moderno Israel, con las dos ramas de olivo flanqueando el candelero de oro, se convierte en símbolo del poder detrás de la reconstrucción del templo. En los días de Zacarías, el segundo templo era objeto del poder de Dios. Sin embargo, habrá un día futuro cuando se construirá otro templo. Los judíos alrededor del mundo sueñan con edificar un tercer templo. La mayoría de ellos creen que el propio Mesías será su diseñador y constructor. Pero de hecho, en el diseño del escudo, ellos reconocen "los dos ungidos" quienes traerán en acción el plan de Dios para la reconstrucción del templo.

En el libro de Apocalipsis, estos dos personajes aparecen de nuevo, en un escenario que es asombrosamente similar al que presenta Zacarías. De manera significativa su presencia también está asociada con la reconstrucción del templo: "Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses. Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra" (Ap. 11:1-4).

Es una creencia ampliamente difundida que estos dos testigos representan las dos ramas de acción del Espíritu Santo tal como son vistas en el Antiguo Testamento. Es decir, que encarnan la ley y los profetas. Usualmente se sugiere que Moisés y Elías son el cumplimiento de esta profecía. En el pasaje de Apocalipsis es obvio que ellos están colocados como lo estuvieran en los días de Zorobabel. Están presentes para proveer el ímpetu y arrojo para la construcción del templo. Su papel es el de exhortación y otorgamiento de poder. Después del retorno de los judíos a Israel desde Babilonia, el territorio estaba sin cultivar y atestado de enemigos. Los líderes necesitaban el fundamento espiritual para continuar la empresa.

En el futuro, el poder de los dos testigos permanecerá en oposición a la fuerza del Anticristo quien reclamará el derecho al trono de David y al templo. Apocalipsis los presenta de pie en oposición a la bestia, o al sistema del Anticristo. Ellos dan sus vidas, luego son resucitados ante los ojos de sus enemigos quienes creen que han sido destruidos para bien. Están de pie, atrevidamente, como un escudo de protección contra los enemigos de Israel, cumpliendo exactamente con el tipo y símbolo del escudo de Israel, con sus ramas de olivo y los siete brazos del menorá.

El menorá de Hanukkah

Pero hay otro menorá: el candelabro del Hanukkah. Sus nueve brazos conmemoran un evento que ocurrió en el año 165 A. C., cuando un hombre famoso se convirtió en tipo del Anticristo. Su nombre fue Antíoco Epífanes el Cuarto. Él estaba decidido a destruir la religión judía al prohibirles que practicaran los rituales de la ley de Moisés. Expidió un decreto en contra de la observación del día de reposo, los días de fiestas solemnes, la circuncisión y otros ritos judíos de importancia. Incluso hasta destruyó copias del Tora.

Erigió un altar idólatra en el templo dedicado a la adoración del dios Zeus del Olimpo. El altar a Zeus fue levantado sobre el altar tradicional de la ofrenda encendida. Allí ofreció carne de cerdo. Además ordenó que el 25 de cada mes, de ahí en adelante, se repitiera esta ofrenda como una observación de su propio cumpleaños.

Pero al final subestimó la dedicación y respuesta del remanente de judíos justos. Sus acciones encendieron la chispa de la revuelta de los macabeos, en la cual sus ejércitos fueron derrotados por las heroicas fuerzas judías. El día 24 de Quisleu del año 165 A. C., tres años después del día de su profanación, el templo fue limpiado y rededicado.

La característica central de esta dedicación es conmemorada con la fiesta judía de Hanukkah. Su símbolo es el candelabro de nueve brazos con su Siervo Candelero y ocho brazos, cada uno de los cuales representa un día de los ocho de la festividad. La historia cuenta que cuando el templo judío fue purificado y rededicado, sólo se pudo encontrar suministro de aceite consagrado para el menorá suficiente para un día. Pero milagrosamente este suministro duró ocho días, hasta que pudo consagrarse nuevo aceite. Ocho es el número bíblico del nuevo nacimiento, de plenitud o abundancia.

Lo que asombra en todo esto es que las dos ramas de olivo en la visión de Zacarías vierten su aceite en el menorá en la forma "de dos tubos de oro(que) vierten de sí aceite como oro". Ellos pueden verse como dos brazos adicionales del menorá, haciendo con esto nueve.

La promesa del Nuevo Pacto, la gracia

"¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella" (Zac. 4:7). Este menorá de nueve brazos no está asociado con la ley, sino con la gracia. La promesa de "la primera piedra" señala a Jesucristo, la piedra que rechazaron los edificadores, como así dice la Escritura: "Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo" (Hch. 4:11).

Mediante su rechazo y sacrificio en el Calvario se instituyó un nuevo pacto, el pacto de "Gracia". La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés, lo cual se halla registrado en el capítulo 2 del libro de Hechos, fue un acto divino de dedicación para esta nueva dispensación de Gracia. El Espíritu Santo fue derramado sobre la estructura de un nuevo templo, el cuerpo de creyentes cristianos. De esta forma se dedicó un nuevo templo en Pentecostés y la celebración de Hanukkah tuvo cumplimiento.

El menorá original, cuyo diseño le fuera dado a Moisés por Dios durante el Éxodo, habla de la iluminación que iba a venir a través del Ungido de Dios. El menorá del Hanukkah representa todo eso, mientras que las características adicionales, tal como el número ocho por ejemplo, simboliza un nuevo principio y el brazo adicional que suma nueve al Siervo Candelero. Tomado como un todo, el número nueve está asociado con las nueve bendiciones de las bienaventuranzas y los nueve frutos del Espíritu:

• Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

• Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

• Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

• Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

• Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

• Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

• Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

• Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

• Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo" (Mt. 5:3-11).

"Mas el fruto del Espíritu es

• amor,

• gozo,

• paz,

• paciencia,

• benignidad,

• bondad,

• fe,

• mansedumbre,

• templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gá. 5:22,23).

Por consiguiente, cuando miramos atentamente al escudo del moderno Israel, notamos que las dos ramas de olivo están colocadas muy cerca contra los brazos izquierdo y derecho del menorá del templo. Además, ¡el tope de cada brazo luce como una llama encendida, recordando al menorá de nueve brazos que fuera dedicado en el templo! Finalmente, vemos lo que significa la visión de Zacarías. ¡El escudo de Israel es un menorá de Hanukkah de nueve brazos!

El menorá de siete brazos fue designado conforme al árbol de almendro con sus hojas, flores y frutos. Pero las dos ramas adicionales, las cuales tiene el menorá de Hanukkah son del árbol de olivo. Es interesante notar que el apóstol Pablo se refirió al tema del árbol de olivo en Romanos 11:17-24. En los versículos 17 y 18, Pablo hace alusión a los creyentes gentiles como a un árbol silvestre de olivo: "Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti".

El cristianismo gentil es verdaderamente culpable de jactarse en contra del árbol de olivo, de Israel. Históricamente, los teólogos cristianos romanos creían que Dios había abandonado para siempre a Israel y que la iglesia del Nuevo Testamento era la heredera de todas las promesas hechas por Dios al pueblo judío. ¡Ellos no podían estar más equivocados! Pablo deja bien claro, que después de muchos años de exilio de su territorio, Dios volvería a injertar a los judíos en el árbol de olivo de Israel: "Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?" (Ro. 11:24).

El "corte" y el "injerto" es un hecho de la historia. La nación fue cortada en el año 70 de la era cristiana cuando los romanos incendiaron el templo y en el año 135 con el largo exilio de su territorio. El injerto se inició en este siglo, siendo 1948 el año más importante. El injerto continuará hasta que el Mesías venga para establecer su tan esperado reino.

Cada rama de olivo en el escudo de Israel, consta de doce hojas y doce olivas. Ellas representan las doce tribus de Israel. En la parte superior de cada rama brilla la llama del Espíritu Santo. Y estas dos ramas añadidas a las siete lámparas, forman un menorá de Hanukkah con nueve brazos. Sin embargo, note que hay un total de 24 hojas y 24 olivas. Pero como sólo hay doce tribus de Israel, no 24, esto hace que nos preguntemos: ¿Será posible entonces que una de esas ramas represente la rama de olivo silvestre que ha sido injertada? ¿Cómo más puede la historia explicar el fenómeno del cristianismo gentil exhibiendo fe en un Cristo judío por estos dos mil años?

Para Israel, el santo templo es el centro de su vida. Entre los judíos se dice que cualquier generación que no trate de construir el templo es como la generación que permitió que fuera destruido. Con celo, los judíos miran hacia la edificación del tercer templo. De acuerdo con el punto de vista de ellos, este hecho iniciará la era mesiánica que anunciará la edad del Reino y el despertar del espíritu de Israel. La visión de Zacarías mira hacia la edad futura y ofrece la promesa de que el templo verdaderamente será edificado con la ayuda de los dos testigos de Dios.

Un escudo de esperanza

 De manera asombrosa, el escudo del moderno Israel mira hacia atrás y hacia adelante, al recordar la construcción del templo y anticipar la edificación del tercero.

Los judíos modernos reverencian la ley de Moisés y la persona de Elías, quien está profetizado que vendrá antes de la tribulación. Esta esperanza está expresada en los versículos finales del Antiguo Testamento. "Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Mal. 4:4-6).

Benjamin Netanyahu está en lo correcto cuando dice que el escudo de Israel «simboliza el reavivamiento del pueblo judío y el regreso a su territorio». Sus dos ramas de olivo representan varias profecías, y entre ellas está la promesa de la venida de dos personas muy reales que un día desempeñarán un papel clave en la restauración de la vida espiritual del pueblo judío y su santo templo.

Menorás de Hanukkah en el Nuevo Testamento

 Hay 27 libros en el Nuevo Testamento que corresponden con tres menorás de Hanukkah de nueve lámparas cada uno! El Nuevo Testamento cumple con la profecía del Hanukkah anticipada por Hageo: "Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré" (Hag. 2:18,19).

En el año 165 A.C., Judas Macabeo inició una nueva era en la historia judía. La observación de Hanukkah está asociada históricamente con el nacimiento de Jesús y la nueva dispensación de la gracia de Dios para la humanidad.

Desde Mateo hasta Gálatas

El primer grupo de nueve libros, desde Mateo hasta Gálatas, ofrece el primero de los tres menorás de Hanukkah. Hechos de los Apóstoles, siendo el quinto libro y el Siervo Candelero del primer menorá de Hanukkah, simboliza al Espíritu Santo. Él inició una nueva dispensación de gracia el día de Pentecostés: "Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos" (Hch. 2:3).

Desde Efesios hasta Filemón

El siguiente grupo de nueve libros, Efesios hasta Filemón, ofrece el segundo menorá de Hanukkah, en el cual 2 Tesalonicenses, que ocupa la posición del quinto libro y el Siervo Candelero, representa al Señor Jesucristo: "Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida" (2 Ts. 2:8).

Cristo es visto como una luz o lámpara, "el resplandor de su venida", cuando regrese al fin de esta edad.

Desde Hebreos hasta Apocalipsis 

El tercer grupo de nueve libros, Hebreos hasta Apocalipsis, prefigura el tercer menorá de Hanukkah. El quinto libro y Siervo Candelero es la pequeña Epístola de 1 Juan. Ésta presenta a Dios, el Padre: "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él" (1 Jn. 1:5).

Estos tres también son tema de discusión en el Antiguo Testamento. El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento estaba simbolizado con la gloria del Shekinnah; Jesús corresponde con el Mesías prometido y Dios es visto como el Creador de todos nosotros.

Los nueve libros, desde Hebreos hasta Apocalipsis, parecen estar en yuxtaposición, es decir, uno al lado del otro, para mostrar la cronología de los últimos días. Hebreos, el libro número 19 del Nuevo Testamento, parece ser un mensaje proféticamente designado para el judío moderno de hoy; los textos desde Santiago hasta Judas parecen seguir la cronología de los siete años del período de la gran tribulación; mientras que Apocalipsis concluye con los detalles que conllevan hasta la venida del Mesías.

Desde Santiago hasta Judas 

Las cartas de los apóstoles a la iglesia primitiva han permanecido como faros guías a todo lo largo de la edad de la Iglesia. Su sana doctrina ha definido la estructura y el comportamiento de la Iglesia. Ellas han provisto guía y edificación para millones de creyentes cristianos, en el pasado y en el presente, además de contener muchas de las más grandes profecías que se aplican directamente a los últimos días.

Algunas de estas profecías parecen encontrarse en este arreglo relativo o yuxtaposición de pasajes bíblicos. Su colocación en relación con otros libros de la Biblia, de hecho parece crear un patrón que porta un mensaje profético. ¡Más específicamente, las siete epístolas que están colocadas entre Hebreos y Apocalipsis parecen prefigurar la gran tribulación!

A primera vista parece muy improbable que tal cosa pueda ser posible. Pero entre más observamos, el cuadro se hace más evidente. Al examinar estas siete epístolas en orden, interpretaremos su mensaje total tomando nota del sentido general de cada una. Deseamos enfatizar que estas epístolas originalmente fueron dadas para la Iglesia. Pero... ¿Qué con respecto a ese día futuro cuando la Iglesia como tal, haya sido removida del mundo? Las siete epístolas nos llevan año por año a través del período de la tribulación, disponiendo el tono y esbozando en detalle los eventos generales de ese tiempo.

El primer año de la tribulación y la epístola de Santiago 

Empezaremos observando que en los confusos y tumultuosos días que siguen al rapto de la Iglesia, muchos tratarán de entender lo que está ocurriendo. A no dudar, comenzarán escudriñando las páginas de la Biblia. Es una certeza, por ejemplo, que miembros del remanente justo de la nación de Israel, quienes se encontrarán en el centro del conflicto, serán guiados por el Espíritu Santo para buscar respuestas en la Palabra de Dios, especialmente en el Nuevo Testamento, el cual descubrirán que se trata de una Escritura divinamente inspirada. En el capítulo séptimo de Apocalipsis, vemos estos 144.000 israelitas que son sellados para el servicio de Dios durante "el tiempo de angustia para Jacob".

Imagine la emoción de ellos cuando en un día futuro, abran el libro de Santiago y lean estas palabras: "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia" (Stg. 1:1-3).

¡Sin duda se asombrarán al descubrir que la epístola de Santiago está dirigida a ellos! Y junto con este saludo se sentirán gratificados al observar que la carta contiene palabras de consuelo, escritas a un pueblo que está experimentando tribulación.

Claro está, el período de la tribulación comienza cuando el Señor Jesucristo abre un libro sellado y le sobreviene el juicio a la tierra. Cuando se rompen los sellos cuatro jinetes son liberados y comienza su horrorosa carrera de saqueo sobre la tierra. La guerra, la depresión económica, el hambre y la pestilencia se desatarán a todo lo ancho del planeta. El lenguaje de Santiago describe precisamente esta condición: "Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma" (Stg. 2:15-17).

Ciertamente esta declaración es uno de los principios generales válidos a todo lo largo de la edad de la Iglesia. Pero más que eso, prepara el escenario del caos físico y financiero que reinará en la tribulación.

Las profecías en el capítulo 5 de Santiago son unas de las más importantes en la Biblia. Se inician con una declaración de condenación para algunos hombres "ricos" que han "...acumulado tesoros para los días postreros" (Stg. 5:3). El texto explica que estos hombres mientras están viviendo en placer han privado injustamente a los trabajadores fieles de su salario: "Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta" (Stg. 5:7-9).

El lenguaje de este pasaje habla claramente de los eventos a ocurrir exactamente antes de la venida del Juez justo al final de la tribulación. Una vez más parecen aludir al tema del sellamiento de los justos y a la catastrófica falla económica que vendrá con la caída del sistema global de comercio. Ciertos hombres ricos creen que pueden controlar al mundo al dominar su economía, pero están equivocados.

Santiago concluye con una referencia a un famoso profeta del Antiguo Testamento. No debe sorprendernos saber que este profeta sea Elías, de quien leemos en Malaquías 4:5: "He aquí, yo os envió al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible".

En Santiago 5:17, descubrimos que su venida es hermosamente anticipada: "Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses".

No sólo a Elías se le menciona aquí, sino que también se anticipa el tiempo de su testimonio durante la primera mitad de la gran tribulación. Él estará sobre la tierra por tres años y medio como uno de los testigos, sobre los cuales leemos en Apocalipsis 11:6: "Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de sus profecías..." Éste es exactamente el período mencionado tanto por Santiago como por Juan en Apocalipsis 11:3. La venida de Elías es un evento anhelado por cada judío desde la diáspora. Ellos lo esperan como un heraldo del Mesías.

Tal parece que la epístola de Santiago prefigura los eventos que iniciarán la tribulación. Cuando sea leída por esos que posean comprensión espiritual, esta epístola le dará gran esperanza a un pueblo que estará luchando por sobrevivir a los primeros meses de la ira de Dios.

El segundo año de la tribulación y 1 Pedro 

Esta epístola, la segunda en la serie de siete, está dirigida "a los expatriados de la dispersión" a todo lo ancho de Asia Menor. En el tiempo de Pedro estos debían ser los primeros hebreos cristianos, luchando por permanecer fiel a Dios bajo el hostil imperio romano. Esta epístola prepara el escenario para el segundo año de la tribulación. Por eso no debe sorprendernos que su tema sea el ser "participantes de los padecimientos de Cristo".

El capítulo 1, versículos 5 al 7 describen la posición de esos que están sufriendo: "Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo".

La salvación mencionada aquí podría ser interpretada como la gloriosa aparición del Señor a la conclusión de la tribulación. Note que esos a quienes está dirigida la carta se dice que están sufriendo "por un poco de tiempo". Esto nos recuerda lo limitado del tiempo de la tribulación, tal como dijera el Señor Jesucristo: "Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados" (Mt. 24:22).

En el capítulo 2 versículo 11, ellos son llamados "...extranjeros y peregrinos..." y en el siguiente versículo se les urge a que mantengan "...buena vuestra manera de vivir entre los gentiles..." Esto nos dice que la audiencia aquí son judíos. Al igual que en la epístola de Santiago, encontramos que la carta está dirigida a los cristianos hebreos. Tal como fuera en el primer siglo, el mandato aquí no es derrocar el gobierno gentil existente, sino fomentar la causa de Cristo bajo el gobierno romano en el poder. Por lo tanto será en los días del futuro imperio romano.

Como ya hemos notado, Pedro le escribe esta carta a cristianos hebreos bajo la jurisdicción romana en Asia Menor. Él concluye esta epístola enviando saludos de "La iglesia que está en Babilonia... y Marcos mi hijo..." (1 P. 5:13).

La nota introductoria de la Biblia Abierta sugiere: «Esta epístola fue escrita desde Babilonia (5:13), pero los eruditos están divididos respecto a si se refiere literalmente a Babilonia en Mesopotamia o simbólicamente a Roma. No hay tradición de que Pedro hubiera ido a Babilonia, la que en su día tenía unos pocos habitantes. Por otra parte, la tradición en forma consistente indica que Pedro pasó los últimos años de su vida en Roma».

Ellos observan que se sabía que Marcos estaba en Roma en el tiempo en que Pablo estuvo preso por primera vez, y que su presencia con Pedro era normal bajo estas circunstancias. Si esto es cierto, ¡esto quiere decir que Pedro veía al imperio romano como el misterio Babilonia la Grande! Este, claro está, es el sistema que producirá el Anticristo durante la tribulación, un tema de gran importancia en el libro de Apocalipsis.

Como ya hemos mencionado, el asunto central de esta carta es la conducta personal en el sufrimiento. El intento de la epístola de Pedro es mostrar que mucho de la aflicción llegará en la forma de ataques personales injustos. Pedro deja esto claro: "¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis" (1 P. 3:13,14).

Unos pocos versículos después que es dada esta exhortación, en los versículos 19 y 20, Pedro incluye el ejemplo del sufrimiento de Cristo por los pecados de un mundo muerto en la carne. También incorpora la historia de la proclamación de la victoria sobre los espíritus encarcelados en el infierno. En su ilustración hace comparación con Noé: "En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua" (1 P. 3:19,20).

La inclusión de esta historia nos recuerda a las propias palabras de Jesús acerca del período de la tribulación, del cual él dijo: "Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt. 24:37). El Señor Jesucristo usa la figura del gran diluvio para explicar que el juicio de la tribulación vendrá sin previo aviso, tal como las aguas del diluvio destruyeron a un mundo pecador. Que este cuadro se halle incluido en la primera epístola de Pedro enfatiza el hecho de que prefigura "el tiempo de angustia para Jacob".

Leemos en 1 Pedro 4:12, 13: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría".

Aquí encontramos las palabras de exhortación que mencionan la revelación de Cristo en su gloria a su segunda venida. Esta es una declaración exacta de la situación que existirá para los santos en la tribulación. Este pensamiento tiene eco en el capítulo 5, versículo 4: "Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria".

Para los santos de la tribulación, el sufrimiento con gracia será más llevadero, mientras se mantienen asidos a la esperanza de que Cristo aparecerá muy pronto en gloria para juzgar a sus enemigos.

El tercer año de la tribulación y 2 Pedro

Pedro, al iniciar su epístola, dice: "Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo..." (2 P. 1:1). Este mensaje ya no está dirigido al remanente justo de Israel. Desde el punto de vista profético, esta carta es para los santos de la gran tribulación.

En esta epístola, hay una urgencia seguida por una advertencia en contra de la amenaza de un peligro inmediato. Comienza en el versículo 10 de este capítulo 1: "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás". Pero... ¿A qué "cosas" se refiere Pedro? Los primeros nueve versículos describen un cuadro de virtudes cristianas, las cuales el creyente cristiano debe incorporar urgentemente en su propia vida. Sólo a través del crecimiento espiritual que viene de una vida santificada, el creyente será guardado de esos días de juicio.

En los versículos 14 y 15, Pedro dice: "Sabiendo que en breve tengo que dejar mi tabernáculo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También procuraré con diligencia, que después de mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas cosas" (versión Reina Valera 1909). Al hablar del "tabernáculo"Pedro está refiriéndose a su propio cuerpo. Este es el testimonio de Dios, el cual junto con su Palabra que le está dada a los creyentes cristianos en la Escritura, provee protección contra los engaños de Satanás. Es interesante que tales enseñanzas falsas y sus proponentes sean el tema del resto de esta epístola.

Es también curioso notar que cuando la Biblia se refiere a la parte media de la tribulación lo hace en los mismos términos. La bestia de la tribulación se levanta en contra de Dios y su testimonio: "Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo" (Ap. 13:6).

Pedro escribe acerca de los falsos maestros de los últimos días, "...que introducirán encubiertamente herejías destructoras..." (2 P. 2:1), en la comunidad del remanente de creyentes. Pero añade rápidamente una nota de esperanza, diciendo que así como Dios juzgó a los ángeles caídos y a los hombres pecadores durante el diluvio, así también juzgará a esos que engañan al pueblo. En esta segunda epístola, Pedro una vez más hace referencia al gran diluvio, el cual se convierte en una figura del juicio de la humanidad durante la gran tribulación: "Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos" (2 P. 2:5).

El tercer capítulo de la epístola es una profecía de los últimos días, el versículo 10 se refiere al "...día del Señor..." En otras palabras a la tribulación. Él le recuerda a sus lectores que este horrible período de tiempo no sólo llegará, sino que se trata del juicio de Dios. En los versículos siguientes urge a sus lectores a que vivan piadosamente: "Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!" (2 P. 3:11, 12). Él les recuerda a los santos de la tribulación que aunque están pasando a través del peor juicio que le haya jamás sobrevenido a la humanidad, deben recordar que finalmente la creación será limpiada.

El cuarto año de la tribulación y 1 Juan

Esta epístola está dirigida en general a los "Hermanos..." (1 Jn 2:7) y a los "Hijitos..." (2:18). Es en el último versículo en donde se encuentra el mensaje central: "Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo" (1 Jn. 2:18).

¡Quién otro no iba a aparecer en este tiempo, sino el Anticristo! Ciertamente, este mensaje se ha aplicado por largo tiempo a la edad de la Iglesia, pero se adaptará incluso con mayor exactitud a los días tenebrosos de la gran tribulación. Un pensamiento importante aquí es que la palabra Anticristo aparece tres veces en esta epístola y una vez más en la que sigue. ¡En ninguna otra parte de la Escritura encontramos esta expresión!

La introducción del Anticristo está en yuxtaposición en 1 Juan, precisamente porque es el cuarto libro, el del medio, en estas siete epístolas, entre Hebreos y Apocalipsis. Señala la enseñanza, que el Anticristo cometerá su "abominación desoladora" a mediados del período de la tribulación, a los tres años y medio, ¡a mediados del cuarto año!

Note que en la frase de Juan "por esto conocemos que es el último tiempo" el verbo está en el tiempo presente. En un sentido, la edad de la Iglesia puede ser definida como "el último tiempo", pero durante la tribulación, esta declaración será cierta en el sentido más literal. La afirmación de Juan un día hablará con claridad especial. Las propias palabras de Jesús registradas en Mateo sobre la tribulación portan el mismo mensaje: "Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mt. 24:23, 24).

El tema central de la primera epístola de Juan es el camino de amor, el caminar en la luz en compañerismo con el Padre a pesar de las tinieblas prevalecientes. A los creyentes cristianos se les urge a que se amen unos a otros en pureza espiritual mientras hacen la obra de Cristo. Pero todo este escenario está dado en medio de abrumador mal: "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo" (1 Jn. 2:22).

Y una vez más en el capítulo 4 versículo 3, Juan enfatiza el contraste del creyente cristiano morando en la luz y las condiciones que prevalecerán en el mundo: "Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo".

Tal como es detallado por Juan en su epístola, el camino del amor es el simple ejercicio de la teoría. Es una necesidad vital dada la ferocidad del día. Leído en el contexto de la tribulación, 1 Juan 4:16 y 17 tiene un significado enteramente nuevo.

En el capítulo 5 se le urge a los creyentes a que sean vencedores y a que tengan seguridad en la gracia salvadora del Señor. Los apremia a que sean fuertes y a que sepan que pueden confiar en Dios a pesar de las condiciones prevalecientes.

La última frase de la carta le añade una nota de advertencia que llegará a ser especialmente profunda durante la tribulación: "Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén" (1 Jn. 5:21). Esta frase nos recuerda el último ídolo, cuando el Anticristo se siente en el templo y exija ser adorado como Dios. En Apocalipsis 13:15 la palabra "imagen" bien puede traducirse como «ídolo»: "Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase".

El quinto año de la tribulación y 2 Juan

Esta breve epístola de sólo 13 versículos está dirigida "...a la señora elegida y a sus hijos..." (v. 1). Muchos han especulado acerca de la identidad de esta señora, algunos han dicho que quizá era la madre de alguna familia en el tiempo en que Juan escribió esta carta. Esto, de hecho, puede ser cierto, pero no hay ningún documento histórico que lo apoye. Metafóricamente, la mayoría de expositores dicen que esta "señora elegida" representa a la esposa de Cristo.

Pero suponga por un momento que tal vez simbolice a los elegidos de Israel. Si este es el caso, entonces representa a los 144.000 testigos judíos sellados de entre las doce tribus de Israel. Ella tiene a su cargo la propagación del evangelio durante "el tiempo de angustia para Jacob".

Se le urge a que ande en la verdad y el amor, a pesar de ciertos falsos maestros que dominan el panorama espiritual. El versículo 7 lo deja claro: "Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo". Esta es la última vez que se menciona en la Biblia al Anticristo. Mientras acosa a los santos de la tribulación, trama el supremo engaño. El apóstol Juan declara que sólo esos que mantengan la sana doctrina sobrevivirán espiritualmente.

El cuadro aquí puede ser clarificado, recordando que Apocalipsis 12:1 presenta una descripción asombrosa de la "señora elegida": "Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas". Esta mujer es Israel. Se le presenta dando a luz al Mesías, pero durante la gran tribulación deberá huir al desierto y permanecer allí escondida por 1.260 días, los últimos tres años y medio del período de la tribulación. Ella se encuentra en el centro de una batalla en los cielos, en la cual Miguel, el ángel protector de Israel y sus ángeles libran una cruenta batalla con el dragón, llamado Satanás, por la "señora elegida". No cabe duda que el Anticristo está en la vanguardia de esos que desearían ver aniquilado a Israel: "Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días. Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles" (Ap. 12:5-7).

La epístola concluye con una nota curiosa que parece aludir directamente al tema de la tribulación: "Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido. Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amen" (2 Jn. 12, 13). Aquí el apóstol expresa su deseo de reunirse con otros del grupo elegido de creyentes cristianos. Es casi como si dijera que ellos no tienen que esperar por largo tiempo. En el contexto de la tribulación, eso equivaldría a unos dos años.

La carta concluye con esta referencia enigmática a "tu hermana, la elegida". Pero... ¿Quién es esta hermana? Si "la señora elegida" es una referencia a Israel durante la tribulación, ¿no será acaso que esta "hermana elegida" son los gentiles? Después de todo, ellos llegaron a formar parte de la familia de Dios por adopción. Son los santos gentiles que han entrado a integrar la familia por el testimonio de los elegidos de Israel, quienes estarán en ese tiempo predicando el evangelio a todo lo ancho del mundo. De manera interesante, ¡la epístola que sigue parece estar dirigida a ellos!

El tercer año de la tribulación y 3 Juan

Esta epístola está dirigida simplemente al "anciano Gayo". Gayo es un nombre latino que significa «regocijado». Su entero mensaje parece ser a la "hermana elegida", de la epístola anterior, es decir, a los gentiles convertidos durante el período de la tribulación.

Esto es confirmado por el hecho de que los otros dos nombres mencionados en la carta tienen su origen en la adoración pagana gentil. Diótrefes, que significa «criado por Zeus» y Demetrio, «de Démeter». Estos nombres resumen la historia de semidioses y diosas. Zeus era el rey de los dioses griegos, mientras que Démeter era la diosa de la agricultura y fertilidad.

No obstante, dos de los tres gentiles mencionados aquí son alabados por su fe. Por implicación a Gayo se le presenta como uno de los hijos que "anda en la verdad". En cuanto a Demetrio "todos dan testimonio" de él. Por contraste, Diótrefes rechazó a Juan como una autoridad, también repudió la enseñanza de los apóstoles, la cual es la única defensa de la Iglesia. Diótrefes sucumbió víctima de la tentación de que es más cómodo unirse con el enemigo que luchar contra él.

Los versículos que terminan esta epístola son asombrosamente parecidos al que concluye la carta anterior: "Porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular" (3 Jn. 14, 15).

Juan ahora está dándole a los gentiles el mismo ánimo que le diera a los judíos. Les asegura que pronto los verá en persona. Conforme se aproxime el séptimo año de la tribulación, este será precisamente el mensaje que debe esperarse, la esperanza del retorno del Señor en gloria junto con los ejércitos celestiales. En estas dos epístolas, Juan envía notas de ánimo tanto a los judíos como a los santos gentiles de la tribulación.

El séptimo año de la tribulación y la epístola de Judas

De manera significativa, el tema de esta epístola es "...que contendáis ardientemente por la fe..." (Jud. 3). La lucha por el evangelio y en contra de los enemigos del mismo, se convierte en la característica central de la epístola. El objeto de esta batalla son los falsos maestros de los últimos días.

La epístola de Judas está dirigida "...a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo" (Jud. 1). En otras palabras, los días son difíciles y Judas les recuerda a los que reciben la carta que la gracia salvadora de Dios los llevará hasta el fin. Y verdaderamente el fin está en perspectiva aquí. En los versículos 5 al 7 Judas recalca el juicio de los ángeles que pecaron, de Sodoma, Gomorra y los egipcios durante el éxodo: "Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron. Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno".

En los versículos 8 al 13 él pronuncia un severo reproche del motivo y comportamiento de ellos: "No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas".

Luego en una visión profética, Judas anticipa su destrucción. Su pronunciamiento de condenación incluye una profecía que va todo el camino de regreso al principio de Génesis: "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él" (Jud. 14, 15).

Ahora nos estamos aproximando a la conclusión de los siete años de la ira de Dios. Cuán significativo es que estos versículos profeticen el retorno del Señor conforme el período se aproxima a su fin. El capítulo 19 de Apocalipsis presenta una perspectiva detallada del evento: el retorno del Señor con su ejército para luchar contra la bestia y los reyes de la tierra y sus ejércitos, Satanás es atado y el Señor ha regresado para reinar triunfante. Como ya veremos, este tema está mencionado en los últimos dos versículos de la epístola.

Los versículos 17 al 23 urgen una vez más a los creyentes cristianos para que asuman una fuerte defensa en contra de los falsos maestros. Al mismo tiempo les exhorta a que testifiquen con renovado vigor: "Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne". Cuando la tribulación se aproxime a su fin quedará muy poco tiempo para salvar a esos a quienes el Señor ha llamado.

La doxología concluyente de Judas es una de las más hermosas en toda la Escritura. De manera significativa se refiere a la segunda venida de Cristo en gloria: "Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén" (Jud. 24, 25). En estas últimas palabras antes de iniciarse la revelación de nuestro Señor Jesucristo, Judas urge a los hermanos a que libren la batalla contra la apostasía y profetiza la segunda venida de Cristo.

De manera interesante, tal parece que estas siete epístolas proveen una especie de vista general profética de las condiciones que prevalecerán durante la gran tribulación. Ellas parecen estar destinadas a dar dirección, ayuda y consuelo. Santiago hace alusión a eventos que desencadenan la tribulación. 1 Pedro prepara al judío para el sufrimiento. 2 Pedro habla de los falsos maestros, de los "burladores" en los últimos días y del "día del Señor". 1 Juan, la luz central de este menorá de Hannukah, dice: "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él" (1 Jn. 1:5). Sus hijitos son urgidos a andar en la luz y a luchar en forma efectiva contra los engaños del Anticristo. 2 y 3 Juan proveen un mensaje de consuelo y esperanza, primero a los judíos y luego a los gentiles bajo la tribulación. Finalmente, Judas anuncia la segunda venida de Cristo para destruir a los inicuos y establecer Su reino. Esta vista general de la tribulación es asombrosa porque presenta un claro panorama de las condiciones que prevalecerán durante ese tiempo.

Una vez más, debemos enfatizar que la aplicación práctica de estas epístolas es enfáticamente para todos los creyentes cristianos, no obstante, también nos ofrecen un increíble panorama profético del período de la tribulación. Ellas parecen ser una introducción al libro que sigue, el de Apocalipsis, La revelación de nuestro Señor Jesucristo. El entero mensaje de Apocalipsis gira alrededor de los siete años de juicio, concluyendo con el retorno de Cristo.

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