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Vientos de Apostasía - Es una obra para los cristianos confundidos a raíz de tantas... - Capítulo II

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Capítulo II

A la luz de  la Biblia

Pero... ¿Cómo puedo saber yo si lo que una persona predica y enseña es falso? Él usa la Biblia, menciona a Jesús, da gloria a Dios, nombra mucho el Espíritu Santo, ora como corresponde, tiene miles de seguidores. Es probable que parezca difícil desenmascarar el fraude de estos días, pero tenemos a nuestro alcance un medio que no falla. Todo cuanto alguien enseña, predica o hace, debe examinarse siempre a la luz de la Palabra de Dios, la Biblia. Si resiste este examen, es bíblico, pero si no lo resiste, entonces es antibíblico y debe ser rechazado inmediatamente. El cristiano debe cuidarse hoy como nunca antes.

Hay actualmente una larga lista de reverendos y reverendas que aparecieron como hongos por todas partes. No podrían haber escogido un mejor momento, ya que el hombre común de hoy realmente busca un líder. No necesariamente un líder político, sino un líder espiritual, porque el vacío que siente el pecador sin Cristo es aterrador, y éstos “líderes” vienen con un paquete de soluciones mágicas. ¿Quiere salud? Hay curanderos “en el nombre de Jesús” ¿Quiere riquezas materiales? Hay visualizadores “en el nombre de Jesús” ¿Quiere fama? Hay oportunidades y sólo necesita comenzar a insistir que oye la voz de Dios o de Jesús y dispóngase a elaborar una historia más o menos aceptable, así tendrá seguidores. Además, si quiere ejercitar sus poderes de sanidad, sólo tiene que crear sus propios endemoniados y sus enfermos y luego comience a... “expulsar demonios”, siempre “en el nombre de Jesús y para su gloria” y también ordene a los demonios que dejen a sus “víctimas”. No olvide mencionar de cuando en cuando, que... “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos”. No importa si lo hace fuera de contexto, porque la gente de todos modos no cuestionará sus afirmaciones. Lo importante es que los enfermos se sanen y los endemoniados sean curados, así tendrá muchos seguidores y le darán mucho dinero.

Si alguien le sugiere que “citar un texto fuera de contexto es quedar con el pretexto”, no le haga caso, dígale que es sólo un juego de palabras. Pregúntele si no cree que ciertamente “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).

Pero cuidado, porque es probable que él le haga la siguiente pregunta: “¿Significa esto que puesto que Jesucristo ‘ayer’ era un bebé que nació en Belén, lo hará de nuevo ahora; sólo porque él es el mismo? Puesto que él también murió en el Calvario, y esto sucedió ‘ayer’ - en el pasado - vuelve a morir cuantas veces se nos ocurra; porque ... ‘Jesucristo es el mismo?’: Es probable también que su interlocutor le cite a Pablo cuando dice: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive para Dios vive” (Rom. 6:10). “Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él”(Rom. 6:9).

Es fácil ver que aún siendo Jesucristo el mismo “ayer y hoy y por los siglos”, esto no quiere decir que todo lo que él hizo y dijo “ayer” - en el pasado - se volverá a repetir al entero antojo de un mago con título de sacerdote, pastor, reverendo o ministro. La Biblia no es un horóscopo, no se la puede leer como aquella dama que tanto dependía del “cómo me irá hoy”, que cuando se convirtió, al enterarse de que no debía recurrir más al horóscopo, pensó que la Biblia podría ser usada en su lugar, como si se tratara del horóscopo diario. Su costumbre era abrir la Biblia por la mañana, pero con los ojos cerrados. Luego colocaba a ciegas el dedo en la página abierta y abría los ojos para leer el texto que había señalado. ‘De esta manera” - decía ella - ‘Dios me está dando mi texto del día; indicándome exactamente qué debo hacer y cómo”.

Un día se encontró con un serio dilema, porque al colocar su dedo, leyó donde decía: “Y Judas fue y se ahorcó” (Mat. 25:5). Esta hija del horóscopo quedó espantada, y pensó que lo correcto era repetir el procedimiento, por si la segunda vez tenía mejor suerte. Así que volvió a cerrar sus ojos y abrió la Biblia en otro pasaje y cuando abrió los ojos leyó estas palabras: “Vé, y haz tú lo mismo” (Luc. 10:37). Esta dama quedó aterrada, pero pensando que era simple mala suerte dijo: “Bueno, la tercera es la vencida. Intentaré una vez más, porque no puede ser que Dios quiera que yo vaya y me ahorque como Judas Iscariote” Volvió a repetir por tercera vez su procedimiento de cerrar los ojos y así, a ciegas, encontrar su bendición del día. Cuando los abrió, leyó espantada estas palabras en la Biblia: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (Jn. 13:27b). Poniendo estos textos completamente fuera de sus respectivos contextos, tenemos el siguiente imperativo bíblico: “Judas fue y se ahorcó, vé, y haz tú lo mismo. Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”. Aunque parezca exagerado, este “método” de manipular las Escrituras es muy común hoy en día. Es muy raro que alguien se pregunte qué tiene que ver determinado pasaje bíblico con lo que el orador dice.

Cuando Lucas escribió el libro de los Hechos de los Apóstoles, incluyó este interesante incidente ocurrido en Berea. “Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos Y éstos eran más nobles que los que estaban en

Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hec. 17:10,11).

Las palabras de Pablo y Silas eran convincentes. El mensaje era claro, la demostración de que Jesús era el Cristo predicho por los profetas, parecía irrefutable. Los bereanos decidieron someter las enseñanzas de estos dos siervos de Dios a una prueba que siempre resulta infalible. Simplemente compararon lo que los siervos de Dios decían, con aquello que para entonces era la Palabra de Dios. ¿El resultado? “Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción y no pocos hombres” (Hec. 17: 12).

Usted escucha muchos programas de radio, ve en la pantalla de televisión a comunicadores muy capaces y con gran carisma que verdaderamente atraen su atención. Lee un libro sobre alguna doctrina bíblica. Es probable que en el fondo de su mente sienta como que “algo no está bien” Pero usted desconoce la Biblia y francamente quisiera que todo lo que dice su predicador favorito fuese verdad. Así que decide escucharlo, apoyarlo y aceptar sus enseñanzas. ¡Esto puede ser trágico! Su alma está en juego. No se trata de adherirse a una religión, iglesia, o filosofía tal o cual. Aquí está en juego su alma la eternidad. Así que lo que debe hacer es someter a un examen muy severo, todo cuanto escucha, lee o ve, respectivamente