Menu

Escuche Radio América

Exorcismo engañador

  • Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas

El exorcismo se sale de los límites de la ayuda espiritual bíblico

El que hoy tengamos que ocuparnos del exorcismo, un tema de mala reputación y problemático, no se debe a su incitante fuerza explosiva o su sensacionalismo inherente, sino a una situación de emergencia.MUCHOS HIJOS DE DIOS NO TIENEN NI IDEA DE LO QUE ESTÁ OCURRIENDO EN SECRETO EN ESTE SECTOR Y MUY A MENUDO CAEN DESPREVENIDOS EN MANOS DE CIERTOS ENTUSIASTAS CON IDEAS MÍSTICAS.

 Cuanto más nos adentramos en los últimos tiempos saturados de seducción, aumentan las “doctrinas de demonios” según 1 Timoteo 4:1 y 2, que por falta de discernimiento de espíritus causan una confusión increíble sobre todo en creyentes temerosos, poco afirmados y cargados. Se trata aquí de unas prácticas que se salen de los límites de la ayuda espiritual bíblica, y que en el fondo ayudan al adversario de Cristo.

Para que no se interprete mal lo que voy a exponer, quiero anteponer una pequeña explicación.

Apoyo, sin reserva alguna, el ministerio de soltar las cargas de opresión y afianzar a personas en busca de ayuda, teniendo como base la Biblia y según las palabras normativas del Señor y los ejemplos del Nuevo Testamento. Este ministerio tiene que estar de acuerdo con los principios de la gracia y sujetarse, por ejemplo, al sentido del pasaje de Isaías 58:1-7: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y ANUNCIA A MI PUEBLO SU REBELIÓN, Y A LA CASA DE JACOB SU PECADO. Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿NO ES MÁS BIEN EL AYUNO QUE YO ESCOGÍ, DESATAR LAS LIGADURAS DE IMPIEDAD, SOLTAR LAS CARGAS DE OPRESIÓN, Y DEJAR IR LIBRES A LOS QUEBRANTADOS, Y QUE ROMPÁIS TODO YUGO? ¿NO ES QUE PARTAS TU PAN CON EL HAMBRIENTO, Y A LOS POBRES ERRANTES ALBERGUES EN CASA; QUE CUANDO VEAS AL DESNUDO, LO CUBRAS, Y NO TE ESCONDAS DE TU HERMANO?”

Es decir, apoyo el dejar o apartarse de pecados específicos. El poner de manifiesto y el desatar ligaduras, no sólo tenía una importancia especial en los tiempos de Jesús y sus apóstoles, sino que también en nuestros días (que son los últimos tiempos y están demonizados, llegando a prevalecer las potencias de las tinieblas) es necesario y casi un acto de misericordia frente a nuestros hermanos en la fe que sufren bajo una influencia ocultista.

Pero ya con esta afirmación se abre un foco de problemas específicos. Muchos creyentes creen que no es posible que hijos de Dios que han sido salvos y han aceptado a Cristo, y que según 2 Corintios 5:17 son una nueva criatura, puedan seguir bajo influencia demoníaca o puedan sufrir bajo una opresión ocultista.

Los que dicen esto se olvidan de que la fe, el conocimiento y la santidad (y con ello el sanar del alma) ocurren mediante un crecimiento: “...y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1:10).

El crecimiento necesita tiempo. La falta de enseñanza en muchos casos o su deficiencia mantienen a los creyentes en un estado infantil (leche en lugar de alimento sólido según He. 5:12-14) y las doctrinas falsas les mantienen sin madurez (piedras en lugar de pan según Lc. 11:11). Por eso es relativamente elevado el número de creyentes cohibidos, abatidos, que no son libres o incluso están atados.

Los motivos pueden ser varios. Si no se trata de una enfermedad que requiera ayuda médica, por lo general, lo que hay, como he mencionado, es ignorancia y por consiguiente, INCERTIDUMBRE ACERCA DEL ALCANCE DE LA VICTORIA DE JESÚS y además hay un autoanálisis antibíblico.

Otros motivos por los que hay tantos creyentes oprimidos, pueden ser ciertas ataduras ocultistas, por culpa de una imposición de manos carismática, un “bautismo en el Espíritu” u otras prácticas pentecostales y ocultistas, que o bien han sido olvidadas, silenciadas, se ignoran o siguen siendo practicadas. Lamentablemente aquí fracasa en muchas partes el ministerio de los predicadores y ancianos al no enseñar la sana doctrina a tiempo como prevención.

Básicamente lo que hay que proclamar es que TODO pecado, incluidos los deslices ocultistas, es decir, pecados en el ámbito de la magia, le son perdonados al pecador que se arrepiente, por medio de la muerte expiatoria de Jesús, que llevó nuestra maldición sobre el madero, y entonces ESTÁN perdonados.

La experiencia, sin embargo, muestra que quedan resquicios de estorbos, inhibiciones o de ciertas facultades propias de un médium, si no ha habido una decisión personal consciente de romper rotundamente con el pasado ocultista, seguida de un comportamiento consecuente, rompiéndose así el yugo. De otra manera Satanás sigue reclamando sus derechos, atemorizando de muchas maneras a sus víctimas, presionándolas o esclavizándolas. EN LA MAYOR PARTE DE LOS CASOS BASTA UNA SIMPLE CONFESIÓN Y UNA ORACIÓN DE RENUNCIA A SOLAS DELANTE DEL SEÑOR Y ENTREGARLE LA VIDA A ÉL. En algunos casos es necesaria la ayuda espiritual de un creyente con buen fundamento bíblico y quizás sería bueno tener unas oraciones intercesoras de algunos hermanos.

La ayuda espiritual genuina y basada en la Biblia, hace comprender al oprimido que la victoria de Cristo es nuestra victoria y que solamente tenemos que apoyarnos en SUS promesas para gozar de su libertad. Lo importante es reconocer a la luz de la Biblia el propio pecado como pecado y arrepentirse. ¡Ese es el camino bíblico que lleva a la liberación!

Es muy triste que por influencias carismáticas se haya posado un enjambre de exorcistas sobre este campo tan delicado de la ayuda espiritual. Su ministerio produce descarríos nefastos. En este terreno, que con razón ha adquirido mala fama, se están metiendo cantidad de fanáticos religiosos que dicen obedecer a un pretendido “mandato”. A pesar de los excesos espantosos, que a veces incluso salen en la prensa, estas actividades extrañas gozan de una popularidad asombrosa en ciertos círculos. Y así esta “maleza” está propagándose de manera espeluznante en la fantasía diabólica de unos “especialistas” aparentemente investidos de poder, y está dando frutos muy dañinos.

Para empezar quiero dar un pequeño ejemplo típico. Es el testimonio de un misionero pentecostal que me es bien conocido. Escribe lo siguiente: «Durante una evangelización en Indonesia nos trajeron a una joven; iba a gatas retorciéndose como una culebra. Estaba poseída por demonios y le servía a un chino de médium. Sujetándola 14 mujeres la trajeron al frente de nuestra reunión al aire libre. Cuando nosotros, los hermanos, mandamos en el nombre de Jesús a los demonios que salieran de ella, desarrolló una fuerza tal, que algunas de las mujeres que la sujetaban salieron disparadas. A una de las mujeres le arrancó prácticamente el vestido de su cuerpo. Corrí hacia la joven y en el nombre de Jesús le mandé al diablo salir de ella. De repente la espalda de la mujer se abultó como una pelota de fútbol. Antes de salir los demonios hubo una lucha final difícil. Las mujeres restantes que estaban sujetando el brazo derecho de la joven también salieron disparadas y me quedé sólo. En ese momento quiso apoderarse de mí el miedo, pero yo sabía que Jesucristo en mí era más fuerte que Satanás. Entonces sujeté con una mano la mano izquierda de la mujer como un tornillo de aprieto. No podía salirse. Su mano derecha estaba todavía libre e intentaba hincarme sus uñas en mi brazo. Primero pensé que también yo tendría que desistir ahora, pero observé asombrado que sus garras se escurrían como si mi brazo fuese de hierro. Una y otra vez intentaba agarrarme, pero ni siquiera logró hacerme un rasguño. Sé que suena raro, pero en el nombre de Jesús hice subir al demonio más hacia arriba hasta que tuvo que salirse. La mujer quedó libre. Su aspecto era totalmente diferente. Todos alababan a Dios y le dieron a él la honra. Muchos enfermos sanaron. Personas que antes no habían oído hablar de Jesús le entregaron su vida».

Relatos como este, que podríamos multiplicar por docenas, ricos en variantes, suscitan numerosas preguntas que más adelante quiero tratar. De momento quiero mencionar sólo esto: Con estas noticias de éxitos la atención de los lectores sugestivamente es dirigida hacía el “poder” y la experiencia de los evangelistas pentecostales-carismáticos, y así quieren demostrar que su “misión” es un “mandato divino”. Cita: «...en el nombre de Jesús hice subir al demonio más hacia arriba hasta que tuvo que salirse».

Aparte de que según Mateo 7:21-23 el echar fuera demonios y el uso del nombre de Jesús, no son una prueba de que es Dios el que está obrando, también hay que decir que esa “liberación”

Semejantes testimonios de liberaciones (o incluso algunos más moderados) no hay que creerlos precipitadamente, puesto que por experiencia sabemos que los espíritus por razones de táctica y para confundir se retiran o “juegan al escondite”. Muy a menudo los exorcistas “luchan” meses o años con los así llamados “poseídos”. Por regla general quedan restos de influencia demoníaca y sufren recaídas, porque LO QUE SE HA HECHO ES EVITAR EL CAMINO BÍBLICO, QUE PASA POR LA PALABRA DE DIOS, POR EL RECONOCIMIENTO DEL PECADO, EL ARREPENTIMIENTO Y LA FE. Por ello, incluso después de aparentes “victorias”, tarde o temprano se muestran otra vez similares manifestaciones demoníacas u otros efectos negativos.

Es una pena que los éxitos momentáneos simulados por los espíritus se publiquen tanto, mientras que el constante “trabajo de repaso”, igual que los casos de fracaso, se silencien concienzudamente.

La argumentación antibíblica

Hay pocos errores teológicos que no se pudieran fundar de manera aparentemente convincente en la Biblia, dando en cada caso la dirección conveniente a la comprensión de la Palabra. Una de las citas más importantes sobre la cual hacen reposar todo el sistema del exorcismo es la de Éxodo 34:5-7, donde dice que Dios visita la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

Este pasaje está explicado en Éxodo 20:5-6. La frase final dice: “...que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación DE LOS QUE ME ABORRECEN Y HAGO MISERICORDIA A MILLARES, A LOS QUE ME AMAN Y GUARDAN MIS MANDAMIENTOS”.

Por lo demás hay que decir que esto que dice Dios aquí, como tantas otras cosas en el Antiguo Testamento, tiene el carácter interino del antiguo pacto con Israel, el cual había de ser reemplazado por el nuevo pacto. Esto lo testifica el profeta Jeremías claramente, refiriéndose especialmente a estas palabras de juicio: “En aquellos días (es decir, después de quedar establecido el nuevo pacto) no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su PROPIA maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera” (Jer. 31:29, 30).

Es esto justamente lo que testifica también el Nuevo Testamento según 2 Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que CADA UNO reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (compare con Jn. 9:1-3).

Más claro ya no se puede demostrar la limitación a un tiempo determinado o al pueblo de Israel, de un versículo del Antiguo Testamento. Como siempre, es peligroso mezclar los distintos tiempos de gracia de Dios.

Con una sutileza casi cabalística, los amigos de las prácticas exorcistas saben dar su propia interpretación a los relatos bíblicos fundando así aparentemente su sistema en la Palabra de Dios. Ciertos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento como por ejemplo Salmo 149:5-9, Isaías 58:6, pero sobre todo Mateo 18:15-20, de los que trataremos más adelante, y Juan 11:43, 44, son pasajes clave de su autodefensa.

Así, por ejemplo, resulta que para la interpretación de este último pasaje, haciendo un “salto mortal” espiritual, porque no se puede dar otro nombre a tan atrevidas declaraciones, interpretan el soltar de las vendas de Lázaro (con las que estaba envuelto todavía cuando fue resucitado, y las que Jesús dejó a los que le rodeaban), como equivalente del soltar de las ataduras demoníacas, enseñando además la necesidad de hacer esto.

El atar y desatar bíblico y antibíblico

El punto central y de partida de la autojustificación de los exorcistas no son solamente las expulsiones de demonios efectuadas por el SEÑOR, sino la ya mencionada cita de Mateo 18:15-20. Dice el versículo 18: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”.

Primeramente, mirándolo con sensatez, en esta cita no hay ninguna relación con la expulsión de demonios. Siendo además palabras del Señor dirigidas a los discípulos que después serían apóstoles. A ellos tenemos que concederles una posición particular. Mirándolo bien, SUS palabras, siendo Palabra de Dios, son las que hoy siguen atando y desatando. Pero está bien clara la relación de este pasaje con EL TEMA DE LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA.

Sin tener en cuenta estos hechos, los exorcistas tenaces basan hoy la reivindicación de SU autoridad y su poder sobre espíritus, personas y potencias, e incluso sobre el cielo, el infierno y la tierra, en esta declaración de Jesús; ¡creyendo que hoy en día pueden reprimir a Satanás y mandar a los demonios al abismo!

El contexto de Mateo 18 sin lugar a duda nos lleva al hecho de que el pecado en la iglesia o las discordias entre hermanos no pueden ser tolerados, sino que requieren ser quitados de en medio (v. 15). Dos o tres testigos debían bastar para aclarar el caso y para contribuir al arrepentimiento o a la reconciliación. Si fuera necesario, según este pasaje, había que decirlo a la iglesia; en el último caso, si no hubiera un arrepentimiento, la consecuencia debía ser la exclusión de la iglesia (v. 17), ¡pero no la expulsión de demonios! El desarrollo normal del caso sería: oración unida de al menos dos personas (la unidad más pequeña de la iglesia que tiene una promesa) con objetivo determinado, para lograr que el pecador llegue al arrepentimiento. La pregunta de Pedro que sigue (v. 21): “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” confirma de que aquí se trata de culpa y perdón entre hermanos, y la parábola de los dos deudores (vs. 23-35) lo remata y lo hace comprensible de manera palpable.

Entonces no se trata de atar y desatar poderes de las tinieblas, demonios, como lo enseñan y practican con pretendida “autoridad” los místicos de hoy.

Los fenómenos siniestros que acompañan estas prácticas, y aparecen siempre que se interpreta mal este pasaje de Mateo 18:18, muestran claramente que aquí se ha sobrepasado ampliamente los límites que Dios nos pone en su Palabra. Conozco a personas que imparten “ayuda espiritual” y ¡deducen de Mateo 18:18 tener el derecho de “desatar” a personas fallecidas sin la paz con Dios, y mandar a los demonios que las dominan al abismo “atándolos” allí! Este atar de espíritus o exorcizar tan en boga es una práctica antiquísima en las religiones paganas, que Dios prohíbe terminantemente en Deuteronomio 18:10-12. Allí leemos: “No sea hallado en ti... quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos”.

Esta prohibición del Antiguo Testamento queda extensamente confirmada en el Nuevo Testamento: Mateo7:22; Hechos 16:16-18, 19:13-16; Apocalipsis 22:15.

Tenemos que hacer constar que ese “atar de demonios” de hecho es conjurar a los espíritus y las consecuencias terribles de este pecado de hechicería están a la vista en los resultados. Entusiastas místicos de derechas y de izquierdas creen poder exorcizar o atar a los espíritus e incluso a Satanás mismo. Eso no solamente constituye una presunción, sino que además es ridículo. Pues Satanás “...como león rugiente...” sigue andando “...alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8) o seduciendo como “...ángel de luz” (2 Co. 11:14). El aparentemente atado está gozando de una amplia libertad obrando más que nunca, y sabe que tiene poco tiempo (Ap. 12:12). Sí, un día será atado, pero no por medio de nosotros, sino por un ángel de Dios por mil años: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones...” (Ap. 20:1-3).

Pero acerca de nuestra relación con el poder de las tinieblas escribe Pablo en Romanos 16:20: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies...”

Por lo demás, a Satanás y sus acechanzas sólo se le vence en la esfera personal, como está escrito en Apocalipsis 12:11: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos...”

¡Y para eso nos es dada la armadura según Efesios 6:10-20! Para justificar el exorcismo se hace fuerza a los relatos bíblicos, como ya hemos mencionado, y también se hacen con ellos las combinaciones más atrevidas, para dar legitimación bíblica a un ideal subjetivo. Una de las citas más provechosas para este objetivo es el relato que encontramos en Mateo 12:22-30: Después de una expulsión de demonios obrada por el Señor, causa de enojo para los enemigos de Jesús que la atribuyen a Beelzebú, los versículos del 28 al 30 dicen: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios (o su soberanía como Rey). Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

Este relato que encontramos en los evangelios sinópticos, es una verdadera mina para los exorcistas modernos que son amigos de ese culto a los espíritus. De este discurso, donde el Señor Jesús se justifica ante sus enemigos de entonces con un lenguaje rico en ejemplos y parábolas, hoy hacen la columna fundamental que marca la pauta para el exorcismo. Los símbolos que usa nuestro Señor, como “casa”, los “bienes” o “saquear” (“botín” en Lc. 11:22) los interpretan tan hábilmente que el que lo oye sin estar al corriente no reconoce el verdadero objetivo, que es el de mantener a todo trance el exorcismo en vigor en los tiempos presentes. Es grotesco que sin más ni más concluyen del versículo 28, que el reinado de Dios también en el presente período de gracia tiene que ir constantemente acompañado del continuo esfuerzo de expulsar demonios. Así como CRISTO, el más fuerte, entró en la casa del fuerte, es decir en el mundo dominado por Satanás, y desarmó al “fuerte” (Col. 2:15), le ató y le robo sus “bienes”, deducen ellos que hoy el que aparentemente “está revestido del poder de Cristo” tiene el deber y el derecho de entrar en las “casas de los fuertes” (que según ellos son los hijos de Dios que están atados), desarmar y atar a los demonios que supuestamente viven allí y liberar a esas personas mediante el exorcismo. Bien entendido: La casa del fuerte, por consiguiente, según ellos, ya no es el mundo dominado por Satanás, sino las “casas” individuales, los cuerpos de los hijos de Dios salvos, eso sí, pero todavía atados según ellos y en los que Satanás todavía tiene el “derecho de residencia”. Para probar esto, citan versículos como Mateo 12:44, 24:43; 1 Corintios 3:17, 6:19; 2 Corintios 5:1 y 1 Pedro 2:5, en los que la expresión “casa” o “templo” va relacionada con nuestro cuerpo. Los bienes funestos, que hay que saquear, por lo tanto no serían cosas de valor, que es lo que un ladrón normalmente roba, sino los defectos, ataduras y pecados de aquellos creyentes que todavía no han penetrado en la libertad plena de los hijos de Dios. Los “bienes” que ellos nombran son: incredulidad, mentira, temor, avaricia, altivez, falta de amor, egoísmo, enemistad, rencor, envidia, impureza y la lista de pecados catalogados de Gálatas 5:19-21 y Colosenses 3:5-9. Enseñan que estas actitudes erróneas y estos pecados los causan los demonios y que de estos sólo es posible enseñorearse a través del exorcismo. Pero de esta manera lo que se hace es demonizar al viejo hombre, cosa que, medido con la Biblia, es inadmisible. Al reino de las tinieblas le conceden y le atribuyen más poder del que ya tiene. La libertad plena, entonces, según ellos, el creyente no la obtiene por medio de la confianza en la obra salvífica y redentora de Dios, el arrepentimiento y la entrega de su vida al Señor y por medio de la gracia de poder despojarse de pecados que todavía comete, sino por la expulsión de “demonios” que supuestamente moran en esa persona. ¡El que imparte esa ayuda espiritual “con autoridad divina”, por supuesto, practica el “atar y desatar” por mandato especial! Y llegan a tal punto que creen que si este experimento no se ha llevado a cabo todavía en un creyente, que no es libre, a éste hay que considerarle como todavía “poseído”. En un cassette oí a Werner Bergmann decir la frase provocante: «El que afirme que un hijo de Dios no puede estar bajo una opresión ocultista, ese está poseído».

No discutimos que exista la posibilidad de que un creyente, dentro de unos límites, pueda estar influenciado o bajo una opresión ocultista. Puede llegar a estar sumamente atribulado por frecuentar despreocupadamente círculos carismáticos, por leer libros poco sobrios con tendencias místicas, por participar en cultos, que, aunque están adaptados para nuestra cultura occidental, siguen siendo orientales en su origen (como por ejemplo el entrenamiento autógeno), o por facultades propias de un médium no del todo superadas. Pero nos negamos rotundamente a llamar “poseídos”, de manera globalizadora, a hermanos en la fe.

Estas enseñanzas extrañas y peligrosas no provienen de la Palabra de Dios, ni siquiera son el resultado de la añadidura de la lógica humana. Está probado que son “...doctrinas de demonios...” (1 Ti.4:1), a los cuales ilícitamente se les permite hablar durante los así llamados exorcismos (Lc. 4:41), se les escucha también ilícitamente, creyéndoles muchas cosas: “También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y NO LES DEJABA HABLAR...”

A través de los que pretenden vencerlos, los espíritus engañosos sólo intentan extender su poderío. Los exorcistas que los escuchan, lamentablemente se dejan engañar e inducir a verificar actividades ilícitas.

Del versículo 30 de Mateo, capítulo 12: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” deducen tener el extraño mandato de practicar el exorcismo. Entonces, según esta interpretación, el que “exorciza” con diligencia, recoge “fruto” para el Reino de Dios. El que rehúsa el exorcismo o incluso lo rechaza, ese es (presuntamente) “desobediente”, y uno que “desparrama” o siembra discordia, es uno que coopera con Satanás. Esta lógica extraña es típica de la doctrina pentecostal extremada, que, ya sea por atribuirse más valía o por una caridad bien intencionada, la han recibido también algunos anticarismáticos. Lo morbosamente humano, lo demoníaco ocultista y lo bíblico mal interpretado está aquí tan enmarañado de manera nada espiritual, que para un creyente poco firme, es casi imposible ver el engaño de los espíritus y la presión “piadosa” que ejercen sobre él.

También la enseñanza ya mencionada sobre el “atar y desatar” y el “bautismo en el Espíritu”, que es completamente antibíblico, provienen del pentecostalismo. Por regla general los ex-pentecostales “convertidos” retienen esas prácticas de su presunta autoridad y siguen “atando” demonios e incluso a Satanás mismo, y expulsándolos a “las tinieblas más profundas” (supuestamente), “desatando” a los pobres pecadores de sus ocupadores, mandando esos demonios otra vez al abismo. Es muy lamentable que estas enseñanzas ya han sido infiltradas en algunas comunidades u obras misioneras no carismáticas.

Conocidos representantes de este “atar y desatar” son también Emil Kremer (Los ojos abiertos) y Werner Bergmann (Frankfort), Gottfried Eisenhut (Missionswerk Central, Blekendorf) con sus respectivos y numerosos discípulos activos y sus abastecedores (secretos). Estos métodos absurdos no tienen ni fundamento bíblico ni promesa. Los demonios supuestamente atados simulan el éxito de su aparente sometedor, para atar al que cree impartir la ayuda espiritual, a su visión errónea y a su pretendido “mandato”. Es él el que queda atado a los intereses demoníacos. Pero los oprimidos son engañados y, cosa absolutamente innecesaria, llegan a depender de esta clase de ayuda espiritual y del que la imparte. Así se forma un círculo vicioso del cual es casi imposible escapar. Los creyentes no quedan verdaderamente libres, sino que siguen en peligro.

Para exponer el fallo de los exorcistas carismáticos volvemos otra vez al versículo 6 de Isaías 58 mencionado ya anteriormente. Éste, al interpretarle muchos exorcistas entusiastas tan a su favor, llega a adquirir un sentido completamente opuesto.

Este texto está tan bien traducido y tan inequívoco, que considerando su contexto no se ve ni el menor indicio de un mandato para practicar el exorcismo.

Es sabido que Isaías 58 trata de la práctica religiosa del ayuno en Israel, que se hacía de forma ritual, siendo al mismo tiempo desobedientes. Por eso Dios no lo aceptaba. El pueblo pregunta decepcionado en el versículo 3: “¿Por qué... ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido?”

Y Dios les contesta: “He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz, sea oída en lo alto”.

Sigue ahora el versículo 6, que supuestamente sería la legitimación para el exorcismo y para el “desatar” de personas atadas por demonios: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas desnudo, lo cubras y no te escondas de tu hermano?”

Sin lugar a duda aquí se trata de violaciones de la ley, es decir, de cargas de opresión que el israelita mismo había puesto sobre su “hermano” ilícitamente, y expresándolo de manera más general, se trata aquí de cosas por las que yo me he hecho culpable frente a mi prójimo: “oprimís a todos vuestros trabajadores”.

Se trata claramente del pecado propio y no de una opresión por parte de extraños, por tanto no de cargas o ataduras demoníacas, bajo las cuales están sufriendo otros. ¡Individualmente se le recuerda al responsable su trasgresión! Se le instruye a que examine su vida y su comportamiento, por ejemplo reta también a que uno mismo, siendo un hermano que sirve a otros, se pregunte: «¿He proclamado yo el evangelio, las buenas nuevas, o he puesto sobre los hermanos cargas insoportables, como los fariseos en los tiempos de Jesús, causándoles por ello tristeza y depresiones?»

¿He puesto yo cargas sobre personas en sufrimiento por impartirles una ayuda espiritual antibíblica?

¿He atado yo a personas anímicamente débiles a mi persona por medio de prácticas psicológicas, en vez de proclamarles la victoria de Jesucristo sobre todas las potencias de las tinieblas, llevando de esta manera a los así oprimidos a la libertad gloriosa de los hijos de Dios? ¿Cuántas veces he dado a los hambrientos piedras en vez de pan (v. 7)? ¿Cuántas veces, en vez de taparles, he entregado a la burla a los que confesando sus fallas se quedaron “desnudos” ante mí, y he puesto más cargas sobre ellos con esas teorías que dicen que pueden estar poseídos, en vez de albergarles en la casa de Dios?”

El exorcismo tiene tradición muy remota. Para seguir las huellas de esta práctica en gran parte ocultista, es muy importante descubrir sus raíces. Por encima de todo, el exorcismo no es una invención del cristianismo.

La expulsión de demonios por parte del Señor Jesucristo era parte de las señales y prodigios anunciados ya en el Antiguo Testamento, que habían de indicar el comienzo de la era mesiánica. El poder del Señor una sola vez tuvo que hacerse visible, para que las generaciones siguientes pudieran asir por fe el obrar invisible del Señor.

Frente a sus adversarios que le acusaban de tener fuerzas diabólicas, el Señor Jesús explicó sus expulsiones de demonios, entre otras cosas, haciendo observar que también había exorcistas judíos: “Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces” (Mt. 12:27).

La demonolatría se desarrolló relativamente tarde en el judaísmo. No obstante tenía que ser ya importante en los días de Jesús.

Alrededor de este período debió de aumentar considerablemente el demonismo en el mundo griego y en el romano. Incluso el filósofo Platón fomentó las creencias en los espíritus. Por lo demás es sabido que los sacerdotes orientales antiguos, sobre todo los egipcios, desde tiempos remotos eran exorcistas “célebres”.

Tertuliano, el padre de la iglesia más carismática (se pronunció por la secta de los montanistas), más que ningún otro fue amigo de las costumbres exorcistas de su tiempo. En su obra al gobernador Scapula dice: «No sólo menospreciamos a los demonios, sino que diariamente los vencemos y los declaramos culpables y los echamos fuera de las personas, como muchos saben».

La superstición antigua y la nueva entraron muy pronto en la joven cristiandad, lo cual se desprende claramente de su obra Scorpiace 1: «Nosotros, los cristianos, hacemos inmediatamente la señal de la cruz sobre un pie que ha sufrido una mordedura, formulamos un conjuro y frotamos el pie con un animal aplastado» (es el principio de curación denominado: «Tratamiento igual por igual»).

Puesto que Jesucristo y los discípulos, comisionados DIRECTAMENTE por Él, tenían un éxito visible y duradero al expulsar los espíritus malos (cumpliendo con ello las profecías mesiánicas y para mostrar que era verdaderamente el Hijo de Dios y que su misión era divina), muy pronto los exorcistas paganos y los judíos incorporaron en sus conjuras, además de los nombres de los patriarcas, de Salomón, etc., también el nombre de Jesús, como vemos en Hechos 19:13.

El que un hombre tan erudito como Tertuliano siguiera de esta manera esas prácticas supersticiosas y esas creencias de los demonios, hace que nos quede mal dejo de los albores de la cristiandad.

Pero también Cipriano, todavía en el año 250 habla de “curaciones cristianas de demonios”: «O si pudieras oír y ver a los demonios en esos momentos, en los que son conjurados por nosotros y atormentados con látigos espirituales y echados fuera de los cuerpos poseídos, por medio de palabras torturadoras. Si pudieras oír cómo tienen que confesar el juicio venidero, gritando y gimiendo con voz humana y sintiendo el poder divino de los latigazos y golpes. Ven y ve, que es verdad lo que decimos...» (ad Demetr. 15).

Aquí tenemos uno de los primeros testimonios de tales manifestaciones demoníacas, como hasta hoy se repiten en todas las prácticas carismáticas de este ámbito.

Transición al pasado reciente

Uno de los historiadores de iglesia más conocidos, Adolf V. Harnack, aunque niega de un modo general la existencia de demonios (contrariamente a lo que dice Stg. 2:19), en su valoración del exorcismo en los primeros tres siglos del cristianismo, nos da unas informaciones que coinciden con las experiencias y observaciones de hoy en día: «En los primeros siglos, la fe en los demonios y en su poderío en el mundo era muy divulgada. Por esto mismo se creía también en que podía haber personas poseídas, y la consecuencia de esta locura es que muchos enfermos creían estar poseídos de uno o más de un espíritu malos. Esta clase de locura también hoy se encuentra todavía, pero raras veces (esto fue escrito en el año 1924), porque por lo general esta creencia en la existencia y eficacia de los demonios se ha extinguido».

La explicación correcta sería: Esta forma de locura había disminuido, porque la fe evangélica firme, de acuerdo con la demanda de Lutero SOLA SCRIPTURA (la Biblia como única fuente de autoridad del creyente para la doctrina y la práctica) Y UNA OBEDIENCIA por fe correspondiente, es la que NOS GUARDA Y PROTEGE de las influencias demoníacas directas. (Acerca del desarrollo posterior en el cristianismo caído véase Ap. 9:1-11). Harnack continua: «Las manifestaciones de esta locura, sin embargo, dependen siempre de la situación general de la cultura y de los conceptos de la sociedad. Allí donde la vida religiosa sigue activa y al mismo tiempo reina una fuerte creencia en la actividad siniestra de los espíritus malos, allí aún hoy esporádicamente hay brotes de poseídos (típico en círculos pentecostales-carismáticos). Casos recientes incluso han mostrado que es el ‘conjurador’ convencido, es decir, el religioso, el que sin quererlo provoca los ‘poseídos’ a su alrededor», (es decir, ¡también en la iglesia!) para luego sanarlos. LA POSESIÓN DEMONÍACA TIENE UN EFECTO CONTAGIOSO. Basta con que haya un caso de esta clase en una comunidad, que el enfermo mismo o incluso el sacerdote mismo lo relacione con la pecaminosidad general y singular, que predique sobre ello y que dirija palabras estremecedoras a la congregación, que predique que es el diablo el que está obrando, para que a este primer caso de poseído, le siga otro segundo y un tercero (aquí se da una “reacción demoníaca en cadena”).

Y aparecen las más asombrosas manifestaciones que en muchos casos todavía no han podido ser explicadas. El estado consciente del enfermo, su voluntad y su esfera de acción se redoblan. Con una plena veracidad subjetiva (siempre se infiltra alguna mentirilla), el poseído se siente a sí mismo y además a otro ser dentro de sí, el cual le obliga y le domina. Piensa, siente y actúa como éste, o como el otro, y hondamente persuadido de que es un ser doble, se confirma a sí mismo y a su entorno en esta opinión... por actos forzados. El engaño de sí mismo a fuerza de insistencias, la actividad astuta y la pasividad más desamparada están unidas de manera inquietante y completan el cuadro de una enfermedad mental que, por lo general, pone de manifiesto la mayor predisposición para la ‘sugestión’ y por eso se resiste todavía a un análisis científico... Pero hay más todavía: Hay ‘enfermedades’ que afectan sólo a los superhombres (aquí Harnack seguramente se refiere a los “súper piadosos”, lo cual nos hace pensar en los así llamados “santos”, los místicos y a los estigmatizados en el campo católico), y de esa ‘enfermedad’ sacan una nueva vida inesperada hasta entonces y una energía que derriba todos los obstáculos...» (Harnack, Die Mission und Ausbreitung des Christentums [La misión y extensión del cristianismo], págs. 151-152).

Esta forma de estar poseído muchas veces va a parar en el delirio religioso, del que habrá que hablar en otra ocasión. Para confirmar las afirmaciones del historiador de la iglesia, hay que decir además que: Basándome en mis estudios, observaciones y experiencias, puedo decir que en todos los tiempos y hasta el día de hoy se ocupan de la práctica del exorcismo exclusivamente personas caracterizadas por tener facultades propias de un médium, es decir, magos, cabalistas, chamanes, espiritistas, visionarios, ocultistas y carismáticos, que (quizás sin ser conscientes de ello) son personas de contacto con el mundo sobrenatural: es decir, sólo personas con “facultades” paranormales. Este hecho es tan estremecedor que ya solamente por esto mismo es difícil aceptar que en este ámbito pueda haber un genuino don espiritual. Esto atañe tanto a los hermanos “con autoridad” del ámbito carismático-pentecostal, como también a los del campo antipentecostal. Soy consciente que aquí me estoy metiendo en un avispero, pero por amor a la verdad y a las muchas personas en peligro hay que decirlo.

Solamente el Señor Jesucristo y los que él comisionó directamente tenían autoridad divina para expulsar DE manera visible a los demonios. Desde entonces el Señor RESUCITADO obra en secreto, cuando una persona ha creído en él y el Espíritu Santo viene a hacer morada en su corazón, “porque por fe andamos, no por vista” (2 Co. 5:7) y está en vigor Efesios 5:18-20: “No os embriaguéis con vino... antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Estas son instrucciones claras para la vida del creyente; el embriagarse con vino (con éxtasis u otros métodos de la magia) ciertamente no forma parte de ella, sino que podemos apoyarnos en la promesa de 2 Tesalonicenses 3:3: “Pero fiel es el Señor, que os afirmará Y GUARDARÁ DEL MAL”.

Según vaya creciendo nuestra fe fundada en la Palabra y nuestra obediencia, irán desapareciendo las manifestaciones ocultistas causadas por los poderes de las tinieblas.

Las huellas del exorcismo de hoy nos llevan hasta la oscura Edad Media.

Nuestros conjuradores modernos en realidad viven no sólo de los restos de la tradición mística-ocultista del catolicismo remoto, sino que también de las dos grandes irrupciones del espiritualismo de la “Ilustración” a finales del siglo XVIII y a mediados del siglo pasado, en el que nació el espiritismo moderno. Pero se hizo patente de manera decisiva por fin este error, con la propagación del movimiento pentecostal al mando de los demonios, al comenzar nuestro siglo. Por esta razón trataremos más detenidamente estas prácticas del exorcismo en este campo de acción. Kurt Hutten en su gran libro sobre las sectas, Seher, Grübler, Enthusiasten (Visionarios, cavilantes y entusiastas), escribe: «Este movimiento coincide con el espiritismo, en tanto que no sólo remite al hombre a la ‘fe’, sino que le demuestra la realidad de los poderes divinos. Le hace testigo de manifestaciones sobrenaturales, ‘hablar en lenguas’ y sanidades por fe. Le proporciona un contacto con Dios o con Cristo por medio de sueños, visiones, éxtasis, profecías y otros muchos fenómenos extraños» (Undécima edición pág. 549).

Pero este movimiento no trajo solamente aparentes señales y prodigios divinos, sino también incuestionables manifestaciones demoníacas, de manera que fue casi forzoso que se entrara automáticamente en el campo del exorcismo. Hay ejemplos espantosos más que suficientes en la historia de este siglo que nos deben servir de aviso contra un movimiento que de forma ilícita ha reclamado para sí el evento de Pentecostés de Hechos capítulo 2; aunque hoy actúe de manera más moderada en sus muchos grupos menores y en sus brotes carismáticos (que a menudo son difíciles de reconocer como tales), siendo así más seductor, y también en algunas iglesias independientes.

Algunos pentecostales aseguran tener la “capacidad” de poder influir directamente en el mundo de los espíritus a través del “don” de “atar y desatar”.

La diferencia entre el espiritualismo y el movimiento pentecostal es sólo gradual. Se origina únicamente porque los poderes espirituales de manera inapercibida se adaptan a todas las normas y a todos los modelos, por lo tanto también al bíblico.

La práctica místico-carismática

¿Cómo es esta doctrina de demonios y dónde están sus raíces? Indudablemente están en el ocultismo: todo lo pueblan de demonios y espíritus de incredulidad. Dicen que cada pecado tiene su propio demonio, que hay demonios de robo, mentira, odio, fornicación, embriaguez, avaricia, altivez, casamiento e incluso de piedad, por nombrar sólo unos pocos de la enorme gama. Dicen que los espíritus de enfermedad e incredulidad están entre los más peligrosos, porque casi nunca se los reconoce.

Así se comprende que en tal palestra de espíritus, a los exorcistas embriagados de éxitos y a los adictos a la expulsión de demonios, pero también a los exorcistas moderados se les abre un “campo de trabajo” enorme, y que esta creencia y este culto a los espíritus toma proporciones espeluznantes. ¡Qué agradecidos tendríamos que estar de tener a tales “maestros de la magia” entre nosotros! Pues si no ¿cómo refrenar tal oferta extraordinaria de demonismo entre los piadosos?

AquÍ confunden las obras de la carne, que debemos desechar, con los demonios. Gálatas 5:19-21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

Según Efesios 5:8 y 15 debemos andar como hijos de luz, sufrir tentación, resistir al pecado y no atribuir todo a los demonios de manera supersticiosa. La Biblia pone el énfasis sobre la fe y en practicarla y no sobre la expulsión de demonios: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí...” (Mt. 7:22, 23).

Muchos de nosotros hemos edificado nuestra fe sobre el suelo inseguro de la “experiencia” y con ello hemos dado paso a las posibilidades de seducción.

Quiero mencionar aquí que las declaraciones de los demonios durante los exorcismos, las profecías, etc., contienen, aparte de muchas mentiras más o menos sutiles, y sugerencias malas o “piadosas”, no pocas veces también verdades.

Los demonios pueden revelar pecados escondidos, confirmar cosas que son más que sabidas, e incluso pueden dar consejos éticamente buenos. Así logran que se les preste atención y conquistan la confianza con la meta de introducir en secreto de manera “verosímil” sus doctrinas (1 Ti. 4:1) en la ideología de los que aparentemente los vencen.

Las experiencias en este campo muestran que también hermanos fieles y correctos han llegado a ser víctimas de un hábil engaño por los espíritus. La misma locuacidad tremenda de los demonios es ya sospechosa, e induce a la curiosidad y a preguntarles directamente a los espíritus. Pero aquí se traspasan los límites y se entra claramente en el ámbito del espiritismo.

Para comprender hasta cierto punto la dirección abismática que está tomando el desarrollo dentro del movimiento pentecostal, hay que señalar otro ejemplo de la vida espiritual carismática, que hace décadas está llamando la atención. Sin lugar a duda figura entre las más peligrosas degeneraciones de cualquier seducción: se trata de la llamada Misión-Lluvia Final. Se formó como separación del movimiento pentecostal en Sudáfrica en 1927 por la “profetisa” Mara Fraser. Cuando se menciona esta iglesia, que según dicen es la última iglesia que el Señor mismo fundó antes de su venida, esto incluso a pentecostales firmes, les incomoda considerablemente.

No obstante, la ideología de esta secta al mando de los demonios, ha leudado ya todo el movimiento pentecostal y también círculos de creyentes dentro de la iglesia evangélica oficial.

Por este movimiento ha entrado en casi todas partes la llamada “magia de la sangre”, es decir, el invocar la sangre de Jesús para cubrir, rociar, limpiar y proteger de toda clase de peligros. Es asombroso que esta hechicería “piadosa” encuentre tantos imitadores. No pasará mucho tiempo hasta que las otras absurdidades mágicas lleguen a establecerse también en círculos especialmente exclusivistas en su piedad religiosa. Valgan como ejemplos aquí el ejercicio simbólico del ámbito militar que consiste en un movimiento rítmico de los pies al compás de la música, la oración ininterrumpida “en cadena” día y noche, la confesión de pecados forzada por las profecías en lenguas proferidas por un “profeta” seguida de “la oración limpia”.

«Después de haber confesado sus pecados, la persona por la que se ha orado imperiosamente es declarada santa. Esta santificación se la otorgan solamente si se compromete a no visitar más reuniones de otras denominaciones y a no leer literatura ajena, hasta el extremo de tener que esquivar la mera amistad o conversación con personas de fuera, ya que eso supondría mancillarse de nuevo y caer bajo el poder de Satanás» (Hutten, pág. 535).

En las oraciones supuestamente dadas por el Espíritu Santo se habla de “fuentes de blasfemias”. Cercando a los enemigos con la sangre de Jesús, su agresividad cesa, se rasgan los “velos de Satanás, quedan blindados por un muro de sangre los poderes claves espiritistas y se destruyen los alambres portadores de pensamientos corruptores”. Los demonios infiltrados en todas partes son hechos inofensivos “con ayuda” de la sangre de Jesús.

«Desde 1931 este movimiento comenzó a recibir ‘enseñanzas del Espíritu Santo’ (más correcto sería decir doctrinas de demonios) acerca de los ‘poderes adheridos a las cosas’, que en todas partes hacen de las suyas: son poderes satánicos que viven en personas inmundas y luego se adhieren a todas las cosas que ellos tocan (mercancías, monedas, cartas, taquillas, oficinas de correos, asientos en los autobuses, escuelas, etc.). Ahí están esperando la oportunidad de infectar a las otras personas que tocan estas cosas. Por eso es necesario limpiar escrupulosamente por medio de la ‘sangre’ de Jesús todas las cosas que se compran o se tocan, incluso Biblias nuevas. Cada andadura por el mundo... puede acarrear el contagio. Por eso, un hombre que llega a casa después de su jornada laboral, debe ponerse ‘bajo la sangre’ antes de pasar a su casa o dejar que su mujer, imponiéndole las manos, le limpie por medio de una oración. También durante el día es aconsejable invocar la sangre de Jesús sobre uno mismo, el alma, los oídos, los ojos y todos los miembros del cuerpo y el entorno como defensa contra los demonios que se han metido en las cosas inanimadas» (Hutten, pág. 535).

El propósito de estas enseñanzas malas es evidente: Quieren que la persona permanezca en una superstición total y en grandes temores. Así no es de asombrarse que una fe tan abstrusa en los espíritus luego sea la mejor disposición para la supuesta necesidad después de un exorcismo. Eso es indiscutible.

Este sistema de enseñanzas satánicas se esparció en todas las direcciones, de manera que hoy las encontramos ya en numerosos centros de aconsejamiento espiritual y entre ellos en algunos que son antipentecostales.

Hay relatos personales estremecedores según los cuales se puede entrever que ya en grupos y congregaciones anticarismáticos se tributa respeto y sumisión a un demonismo que ha acogido en este ámbito todos los errores de los pentecostales. Así pues hay opositores del pentecostalismo, es decir, anticarismáticos, que creen tener que echar fuera por medio de un exorcismo a los “espíritus de error del movimiento pentecostal”. Hago saber otra vez con firmeza el peligro que hay en esta práctica. Al aceptarla lo que se hace es asimilar métodos carismáticos y reconocer prácticamente las teorías ocultistas del demonismo. Aparte de que con ello se les ofrece a los poderes de las tinieblas el derecho y la oportunidad de articularse eficazmente y hacerse notar. Así se provoca al enemigo que sólo está esperando la ocasión de exhibirse con gran aparato.

Estos hermanos equivocados en su función de consejeros espirituales declaran por ejemplo que el diablo a la verdad ha recibido un fuerte golpe en el Gólgota, pero que ya se ha recuperado de él, y nosotros somos los que ahora tenemos que hacer lo nuestro para echarle de su posición de poder (por medio del exorcismo, claro está). También enseñan lo siguiente: si el creyente después de romper con las fuerzas del mal no está del todo libre de pasiones pecaminosas, en verdad están atados los demonios en él (por medio del “atar” del que imparte la ayuda espiritual), pero están todavía en la carne del hijo de Dios, y esto hasta que por medio de una vida consecuente de santidad esté maduro para “la expulsión”; ¡entonces es cuando se puede comenzar con el exorcismo!

Estremecedoras son no sólo las circunstancias bajo las cuales se llevan a cabo las manifestaciones de las tinieblas en las pobres víctimas, sino también las actitudes frívolas e irrespetuosas de los así llamados “consejeros”, que en esos momentos habría que calificar más bien de “torturadores de almas”. Ni siquiera temen blasfemar “...potestades superiores” y “...proferir juicio de maldición...” (Jud. 8 y 9) contra ellas. En conexión con esto, he aquí un relato disponible: «Por lo demás estos que creen impartir ayuda espiritual colman a los demonios de burlas y blasfemias... Se jactan de su hipotético poder, por ejemplo les dicen en tales exorcismos a los poderes: ‘¿Tenemos que daros nuestra tarjeta de recomendación?’ ¡Cuándo lleguéis allí abajo entonces podréis decir que vuestro trampolín al abismo ha sido la calle de Ludovico número 33! (Allí era el lugar de congregación entonces de esa “iglesia”).

Esta gente una y otra vez se divertía ‘enfureciendo’ a los diablos por medio de burlas y chascos. A veces incluso los imitaban. Uno de los que impartía esa ‘ayuda espiritual’ contó que algunos demonios tenían miedo de las arañas o de los gatos y que se dio el caso que en una ‘sesión de ayuda’ ¡sólo tuvo que mayar y los demonios ‘salieron de maravilla!’ Cuando ‘salen’ los demonios a menudo se divierten, muchas veces se destornillan de risa por los movimientos cómicos y nada naturales de los ‘casos con necesidad de ayuda’. Algunas veces incluso utilizan al ‘poseído’ como médium: Por medio de él preguntan a los demonios toda clase de cosas que les interesan y estos también les dan respuestas incluso a veces con datos históricos exactos que en investigaciones subsecuentes resultaron ser correctas; porque como dijo Lutero una vez con acierto: ‘El diablo puede mentir incluso diciendo la verdad’.

Otros se llenan de temores espantosos, porque ya se ven ellos mismos llenos de demonios; tienen ideas delirantes, sufren alucinaciones o manías; oyen voces, ven apariciones. A un coreano que le habían hablado de los demonios en su interior, a partir de ese día empezó a sufrir ataques horribles como si alguien le estrangulase por las noches y ansiedades aterradoras que hasta entonces no había conocido... de manera que creía enloquecer y tener que ingresar en la psiquiatría si esto continuaba así. Y eso que era un estudiante de medicina muy inteligente... Esta ‘ayuda espiritual’ se perpetúa durante años y décadas en la mayor parte de los casos, algunos han tenido que ingresar temporalmente en clínicas psiquiátricas y otros han intentado suicidarse». (Chr. Widmer, Stellungnahme und Warnung vor der Missionsgemeind).

Los creyentes que, quizás acaban de liberarse de las enseñanzas pentecostales y sus consecuencias, y se encuentran a gusto en una de estas congregaciones anticarismáticas que han adoptado estas enseñanzas erróneas, en tal entorno siguen en peligro. Es muy frecuente allí, como en todos los círculos donde se practica el contacto directo con los poderes de las tinieblas, la pérdida (parcial) de la fe. Heinrich Müller escribe por ejemplo referente a la adivinación: «El que entra en el poder de las tinieblas rechaza la Palabra de Dios». (Im Bann dämonischer Mächte, pág. 33).

Antes o después se cumple el aviso de 1 Corintios 10:21, con efectos individualmente distintos: “...no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios”.

No está puesto en claro el concepto de «poseído» (NT gr.: «endemoniado») dado los diferentes grados de gravedad y las distintas formas. Algunos de los que imparten ayuda espiritual distinguen entre «poseído, cercado, opresión, ocupación, cohesión, influencia demoníaca» o cosas similares, ya que una persona nacida de nuevo ciertamente no puede ser posesión de Satanás, y en esto tienen razón. Pero tampoco se puede negar que hay una posesión, ocupación temporalmente limitada, más o menos pronunciada, en la que Satanás toca a la persona de manera directa. En 1 Juan 5:18 tenemos la promesa de que a todos los que han nacido de Dios el maligno no les toca, pero esta promesa está vinculada a dos condiciones que el creyente mismo ha de cumplir de manera activa: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado por Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca” (Versión Reina-Valera antes de la revisión del 1960).

Por tanto el que no se guarda, también de pecados en el ámbito del ocultismo, de influencias demoníacas por enseñanzas erróneas, etc., puede muy bien ser tocado, oprimido, estorbado, influenciado u ocupado y aunque no del todo ni de manera duradera, sí por un tiempo: puede ser ocupado parcialmente si Satanás toma posesión sólo de uno de los sentidos, por ejemplo el oído: el resultado es la «audición» (oír palabras o mensajes); si se trata del ojo: visiones; si de la mente: ceguera, desconexión, pensamientos obsesionales masivos. También es posible que Satanás tome posesión del cuerpo, lo cual produce manifestaciones visibles como el ser tirado al suelo, salir disparado, uso ajeno de las cuerdas vocales (hablar en lenguas, profecía), éxtasis, movimientos forzosos, uso ajeno de la mano (médium por medio de la escritura/escritura automática), actos obsesionales, desarrollo de fuerzas anormales, distorsiones del cuerpo, etc. En un estado avanzado, cuando la persona en cuestión actúa de manera cada vez más anormal, se hace evidente que se trata de un poseído, de lo cual encontramos ejemplos en los relatos bíblicos.

La influencia demoníaca puede originarse ya en la infancia por medio de una educación supersticiosa y por oír historias misteriosas y después por jugar con lo oculto (echar cartas, el péndulo, etc.), por el interés en los horóscopos, la astrología, el ocuparse por curiosidad con libros y arte esotéricos o simplemente por obtener dentro del movimiento carismático el “bautismo en el Espíritu”. Con esto hemos mencionado solamente unas cuantas fuentes de peligros.

En todo esto el factor decisivo es la incredulidad y la desobediencia (las dos cosas están relacionadas muy a menudo con una ignorancia general) y el no aceptar la victoria de JESUCRISTO.

¡Por eso los apóstoles no echaron fuera los defectos existentes en los creyentes, sino que les mandaron despojarse de ellos!: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos” (Ef. 4:22). Romanos 13:12; Colosenses 2:11, 12; 3:8-10; 1 Pedro 2:1; Santiago 1:21.

La razón principal para el exorcismo peligroso e inextinguible es el hecho triste de que la victoria de Jesucristo sobre Satanás y todos los poderes de las tinieblas o bien no se proclama de acuerdo con la Palabra de Dios, o no se le presta la atención debida o bien no se acepta por medio de la fe.

Los exorcistas con apariencia de espirituales se aprovechan de la debilidad de la carne y la ignorancia de los hijos de Dios que aún no viven en la libertad espiritual (pero por eso no dejan de ser salvos). Construyen sus teorías sobre el estar poseído y con ello se abren una amplia esfera de acción y más de uno goza de su propia embriaguez de autoridad. Pero estos seductores en vez de echar fuera demonios lo que hacen es introducirlos primeramente, para luego dejar que le confirmen a él como maestro de la magia. No debemos olvidar que el espíritu carismático y el espíritu de error del movimiento pentecostal también puede acarrear facultades de alto grado propias de un médium, las cuales explican fácilmente las manifestaciones extrañas durante los así llamados exorcismos.

Los exorcistas a menudo utilizan inconscientemente a las personas oprimidas como médium, por medio de las cuales los poderes espirituales se manifiestan e influencian o incluso dominan tanto a los que sufren ataques demoníacos como a los “exorcistas”. Se forma, por así decirlo, un campo de energía mágico-ocultista entre la víctima y el que actúa, dentro del cual fácilmente se pueden desarrollar y fomentar actividades demoníacas. Para los espíritus los “exorcistas” son personas de contacto mediales, que utilizan para poder articularse.

Marcos 3:27 dice: “Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa”. Esta cita se refiere a la obra de Jesucristo MISMO. El obrar de Jesús (y esto está claramente a la vista de todos) es una incursión radical en el imperio de Satanás, sobre todo por medio de la expulsión de demonios. El que esta incursión se pudiera llevar a cabo presupone que “el príncipe de los demonios” (es decir Beelzebú) mismo había sufrido ya el golpe decisivo. Este golpe de hecho ya se ha realizado, como lo indicaba Marcos 1:12-13 (Mt. 4:1-11 tentación de Jesús); Jesús ha abierto la brecha en el bastión de Satanás abriendo el camino para “...deshacer las obras del diablo”(1 Jn. 3:8).

«Toda la autoridad con la que después arremeterá contra los malos espíritus, Satanás y los demonios, y los echará fuera, tiene su legitimación aquí en estas horas en las que se enfrentó a Satanás mismo en el desierto y le venció» (F. Rienecker, Wuppertaler Studienbibel, Das Evangelium Marcus, págs. 93 y 50).

Marcos 16:17 dice: “Y estas señales seguirán a los QUE creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas”. «Literalmente “a los que creen” se traduce: a los que han creído... El Señor Jesús se refiere sobre todo a los que en aquel entonces ya habían creído en él. Este versículo no enseña que a todos los que un día crean les seguirán estas señales; esto sería contrario por ejemplo a 1 Corintios 12:29, 30. Tal como estas señales representan sobre todo la legitimación de los testigos oculares o auriculares (He. 2:3 y siguientes) y de los apóstoles y profetas, los que una vez por siempre forman las bases de la iglesia... así la historia temprana de la iglesia de Cristo unánime muestra como hecho histórico que estas señales cesaron, con la excepción de la secta entusiasta y herética de los montanistas» (Fritz Weber, Wiena, en Bibel und Gemeinde 3/1984, pág. 299). Compárese también 2 Corintios 12:12 y Hechos 28:3-5 con Marcos 16:18.

Los “exorcistas” en efecto se remiten a su “misión bíblica” y a su “autoridad divina”, basándose en las citas antes mencionadas de Marcos 3:27 y Marcos 16:17, pero empleando descuidadamente sus fuerzas psíquicas y sus facultades ocultistas. Así que no es de extrañar que sobre este fondo difuso aparezcan manifestaciones como gritos, desenfrenos, voces extrañas, vómitos, desmayos, convulsiones y cosas similares.

Estos casos muestran una cosa: ¡No son los “exorcistas” los que dominan la escena, sino sus enemigos! En todo lugar donde personas que han creído, pero que están religiosamente seducidas, se ocupan del exorcismo, ocurren contactos peligrosos y engañosos con los espíritus, que desembocan en los más graves extravíos que se pueden hallar en el ámbito cristiano. Las interminables luchas de los exorcismos son más que innecesarias y completamente antibíblicas. También las “luchas” a larga distancia con manifestaciones siniestras lo que hacen es demostrar que el afectado se ha abierto a la influencia demoníaca porque considera como divinas ciertas “facultades” de los exorcistas.

Básicamente hay que constatar: Satanás y sus potestades de las tinieblas han sido vencidos una vez por siempre en el Gólgota, han sido desarmados y exhibidos públicamente: “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:12-15).

La victoria de Cristo es nuestra victoria. Si a pesar de ello hay creyentes que permanecen oprimidos o incluso atados no sintiéndose libres, es porque no adoptan una actitud de fe.

Hay que decirlo así de claro para que sirva de corrección. Dejan que el enemigo o que las enseñanzas construidas por personas les engañen, o (según 2 P. 1:9) han olvidado la purificación de sus pecados pasados ocurrida en su conversión o que no han renunciado o no han vuelto claramente las espaldas a las actividades ocultas que practicaban anteriormente. Esto le da derechos a Satanás que él sabe reclamar. Lamentablemente hay aquí mucha calamidad innecesaria en el pueblo de Dios. Al enemigo no le está permitido volver a sujetar o atar de nuevo a miembros del cuerpo de Cristo una vez rescatados y comprados, a no ser que ellos mismos después de su purificación den otra vez lugar al maligno (Mt. 12:43-45).

Se trata de la decisión personal y definitiva de romper con las ataduras de los espíritus de las tinieblas, a realizar por el oprimido que voluntariamente o sin saberlo se había entregado a ellos. Se suelta del dominio enemigo y se ata a Cristo, el Señor y salvador, después de humillarse y arrepentirse, se ata a Su Palabra y a Sus promesas. Con el certificado de «libre» en la mano el rescatado y aliviado entra en la libertad real de los hijos de Dios, porque: “...si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36).

Tenemos que poner el énfasis en la obra de rescate del Hijo de Dios y no en un proceso exorcista que el hermano X o el señor tal ponen en escena, por más complicado o impresionante que sea. En los relatos bíblicos, que son nuestra norma, no hallamos ninguna lucha para la liberación de un poseído que dure meses o años, tal como una y otra vez se está llevando a cabo con mucho esfuerzo.

También el hablar con los espíritus que se manifiestan en el exorcismo, es una empresa peligrosa. Dondequiera que ocurre, en el fondo, lo que se efectúa no es otra cosa que la brujería de la Edad Media. ¡Se combate el hechizo con un contrahechizo! Conforme a ello son las consecuencias: Por dirigirles la palabra y mandarles a los demonios, se les otorga una autoridad ilegal que no les corresponde, pero que saben muy bien aprovechar. Así, sin quererlo, se les concede una base desde la cual pueden actuar esos poderes. El resultado es un “trueno teatral” potente. Los demonios así excitados, se presentan al público con manifestaciones sobrenaturales como las ya descritas anteriormente.

Vamos a dejar las explicaciones para-psicológicas que se dan a estos excesos. En cualquier caso se presentan fuertes manifestaciones de los poderes de las tinieblas. También las revelaciones engañosas entran en el plan de estos espíritus, que sólo quieren que la gente se ocupe de ellos de manera intensiva. Ciertas “victorias” lógicamente animan a los “maestros de la magia” a extender y activar su negocio.

Reforzado en la locura de tener una autoridad especial, se forma un círculo vicioso sin fin. No he visto a ningún exorcista que haya ido a los manicomios, para librar allí a los realmente poseídos. ¡Los médicos con toda seguridad agradecerían esos servicios! Pero esta gente sabe perfectamente el fracaso miserable que sufrirían allí. Por eso prueban sus artimañas en el objeto que no es, causando un daño tremendo.

La persona que hoy en día, ya sea dentro o fuera de la iglesia de Cristo (en secreto), se presenta o deja presentar como “apóstol, profeta, suministrador del Espíritu”, persona “investida de poder” para impartir esa ayuda espiritual, especialista para la así llamada “ayuda espiritual intensiva” (nombre que minimiza la cosa), “exorcista”, se apodera de un ministerio que no le corresponde, por buena que sea su intención.

Hace años cuando yo mismo estaba aún atrapado en las enseñanzas carismáticas, una mujer pentecostal me dijo una vez: «Tengo la intención de ir al hermano X para que eche fuera el espíritu de altivez que hay en mí». Hoy le contestaría: «Sepárate mejor del falso espíritu del movimiento pentecostal y renuncia conscientemente a tu ‘bautismo en el Espíritu’ antibíblico y la altivez se irá solita».

Lo importante es reconocer a la luz de la Biblia el propio pecado como pecado y arrepentirse. ¡Ese es el camino bíblico que lleva a la liberación!

Las iglesias pentecostales oficiales sintiéndose molestas pasan por alto los excesos extremos de su propia doctrina, y se distancian de ellos avergonzadas, pero también restándole importancia, como ocurre en el libro de L. Eisenlöffel, Ein Feuer auf Erden.

Bajo el titulo de: «Enseñanzas particulares al margen» (págs. 56-58) expone lo siguiente: «Al margen del movimiento pentecostal se encuentran también algunos grupos que se ocupan predominantemente de la ayuda espiritual impartida individualmente. En su enseñanza lamentablemente enfatizan demasiado el ocultismo y el ámbito de los demonios. Raras veces o nunca han sido capaces de construir la iglesia neotestamentaria y permanecen conscientemente en un aislamiento frente a las iglesias pentecostales reconocidas. En estos casos no hay comunión fraternal mutua. A veces se ha alegado este hecho para demostrar lo poco coherente que es la doctrina del movimiento pentecostal. Pero lo cierto es que aquí se trata de grupos marginales del movimiento pentecostal, cosa que ocurre en cualquier movimiento espiritual».

Bueno, no es tan sencillo distanciarse de grupos que han crecido sobre el suelo de la misma doctrina y práctica errónea. Incluso los hijos más engañados y por ello más obstinados, rebeldes o que se han alejado, no por ello dejan de pertenecer a la familia. Sólo muestran de manera acelerada dónde se va a parar cuando se presta atención a las manifestaciones de los espíritus. Esto es válido para todos los desarrollos extremos que han salido del movimiento pentecostal, por muy desagradable que sea para las iglesias pentecostales “moderadas”. El “parentesco” proviene de la inspiración directa por parte de espíritus engañosos, la cual es no sólo responsable de las tendencias separatistas lamentables, sino también de los errores fatales en la doctrina. El poder de las tinieblas, es el que maneja el timón de este movimiento. Pero no se le reconoce enseguida en los círculos “moderados”, donde se procura frenar los efectos desagradables y los excesos, sino en los lugares donde este falso espíritu puede moverse sin tantos impedimentos.

Todos los pentecostales y carismáticos interpretan sus éxitos y milagros como señales y prodigios de Dios, incluso siguen haciéndolo cuando los resultados frecuentemente espantosos de su “ministerio” dejan ver el fondo mágico que hay detrás. (Referente a la hechicería vea 1 S. 15:23).

Tenemos que reconocer que no nos las tenemos que ver con señales y prodigios de Dios, sino con señales y prodigios de la mentira (compare 2 Co. 12:12 con 2 Ts. 2:9), porque hoy ya no vivimos en la era mesiánica ni en la apostólica, sino ahora es la era en la que el reino de Dios se abre camino apaciblemente en el corazón, no con las espectaculares “actuaciones exteriores” (Lc. 17:21, 22), una era en la que andamos por fe y no por vista y en la que el hombre acepta, por medio del arrepentimiento, la fe y el conocimiento de la verdad, la salvación que le libera desde su interior.

Únicamente la PALABRA (que según Jn. 1:1 es el SEÑOR mismo) puede limpiar nuestro corazón; y solamente la PALABRA puede (de su manera hoy invisible) en un caso dado echar fuera los demonios, si el afectado está dispuesto a poner su confianza enteramente en la PALABRA, es decir, comer de ella como su pan diario (Lc. 11:3, 13; Jn. 6:32 y siguientes y 53) o beber de ella diariamente como agua viva que es (Jn. 4:14).

“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre... Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1 P. 1:23, 25).

Se trata, pues, de la predicación (Ro. 10:17) o de la lectura de la Biblia. Ante la PALABRA, si es aceptada con fe y en obediencia, tienen que huir los espíritus de las tinieblas: “...Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12).

Como con todas las pruebas que nos sobrevienen lo que tenemos que hacer es apoyarnos en SUS promesas y tomar una posición de fe sin dejarnos ya impresionar por las atracciones o los ataques de las tinieblas, sino reconociéndolos como doctrina falsa, nuestra propia debilidad o incluso como pecado, si estuviéramos tolerando en alguna parte de nosotros todavía las artimañas de las tinieblas. Con un arrepentimiento genuino podemos estar seguros del perdón y de la protección de nuestro Señor: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén” (Jud. 24). Vea también Lucas 4:18 y Juan 8:36.

La clave para las manifestaciones masivas de los espíritus en los círculos místico-entusiastas está, como ya he enfatizado, en la afinidad con el espiritismo.

El miedo de los espíritus y al mismo tiempo las ansias de tener contacto con ellos para influenciarlos y dominarlos, proviene de las enseñanzas del espiritismo/espiritualismo y es lo que causa las manifestaciones de las potencias de las tinieblas. Se trata, por lo tanto, en el fondo de una superstición patente.

Esta superstición de los seducidos es mayor que la confianza en su Señor, que ha vencido y desarmado a todas estas potencias.

La superstición es siempre equivalente a una invitación para los espíritus malos y les abre todas las puertas. Entonces no es de extrañar que los representantes de esta creencia esquizofrénica constantemente tienen que estar peleando con estos poderes. Para acercar las luchas constantes con el mundo de los espíritus a los modelos bíblicos, desarrollan teorías acerca de la ocupación demoníaca y el exorcismo, que sólo son sostenibles teniendo una imaginación ofuscada y tergiversando las citas de la Biblia.

Repito: si los apóstoles hubieran calificado de posesión u ocupación demoníaca a los pecados o ciertas consecuencias de pecados anteriores del creyente que todavía no ha penetrado en la libertad plena de Cristo, quizá hubiesen mandado practicar un exorcismo en sus tiempos. Pero lo que hicieron fue apelar a la voluntad y a la acción del hombre mandándole despojarse de ello: ...Desechemos, pues, las obras de las tinieblas... Despojaos del viejo hombre... desechando la mentira... Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y todas las detracciones...” (Ro. 13:12; Ef. 4:22, 25; 1 P. 2:1; Col. 3:8; Stg. 1:21).

Ni las teorías ni las prácticas ni las interminables luchas exorcísticas de los exorcistas modernos pueden derivarse de las normas bíblicas. Las Santas Escrituras son en cuestión de demonismo el ejemplo absoluto para la era de la iglesia, por ejemplo Hechos 19:13-16: “Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos... Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quien es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

No queda libre el poseído y los exorcistas están heridos. No vale para nada enfatizar que se es “cristiano”. Como lo demuestran muchos ejemplos en la literatura cristiana, también estos son atacados, lanzados por los aires, etc., al “reprimir a los espíritus”. Lamentablemente los exorcistas poseen un catálogo propio de experiencias: sus (aparentes) éxitos son muchas veces festivales y demostraciones de las tinieblas, que contribuyen a darle una victoria maliciosa al antagonista de Cristo.

Ya es casi innecesario señalar nuevamente que en las cartas apostólicas no encontramos ningún indicio de que se haya practicado el exorcismo en creyentes; ¡ni siquiera en la iglesia de Corinto tan expuesta al peligro demoníaco! Pablo allí incluso entregó a un fornicario a Satanás (1 Co. 5:5), ¡pero no echó fuera sus demonios! También en 2 Timoteo 2:20-26 da una explicación muy clara. Con miras a los utensilios deshonrosos en la casa de Dios escribe que se corrija con mansedumbre a los que se oponen “...por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”.

No es necesario que enfaticemos que de ninguna manera negamos la existencia del diablo como poder enemigo de Dios y del mundo demoníaco que le pertenece, pero no “creemos” en ellos como lo hacen los que le combaten a menudo tan fanáticamente.

En el así llamado exorcismo no sólo se sobreestima y reconoce prácticamente la efectividad de las tinieblas, sino que se le da lugar para desarrollarse, cosa que no le corresponde dentro de la iglesia de Cristo, después de la victoria de Jesucristo en el Gólgota, su resurrección y ascensión.

El que no ha quedado todavía convencido por todos estos argumentos, al menos debe hacerse una pregunta: ¿Quién le podrá garantizar a fin de cuentas que el pretendido exorcista actúa en cada caso por necesidades bíblicas que requieren una práctica exorcista? ¿Y quién puede descartar con toda seguridad que el que “manda” a los espíritus no se encuentra él mismo bajo una coacción demoníaca? Las experiencias en este ámbito poco claro admiten con gran probabilidad esta conclusión. Hay que tomar en serio la advertencia de no depositar su confianza en estas personas y exponerse a sus prácticas con alma y cuerpo.

Las enseñanzas místico-demoníacas son ampliables y susceptibles de evolución, cosa que queda demostrada con las informaciones adicionales sobre este campo tan dudoso. El médico Kurt Blatter, Langenthal, relata que ciertos círculos pentecostales han procedido a mandar a los demonios por medio del hablar en lenguas echándolos fuera de esta manera. Por otra parte me ha contado una persona gravemente afectada en el ámbito carismático, que le habían enseñado que debía hablar en lenguas lo más a menudo posible, ya que este sería el único idioma que Satanás y sus demonios no entendían.

La contradicción que hay en estas dos posturas demuestra que los espíritus del movimiento pentecostal que inducen al error, no están dotados de una inteligencia particularmente grande o que algún día perjudicarán también la inteligencia natural del hombre.

El exorcismo como contrahechizo

No debemos cerrar este tema controvertido del exorcismo, sin señalar otra vez que encontramos ritos exorcistas en todas las religiones del Próximo y Extremo Oriente, a la vez que en los primeros habitantes de Indonesia y de África central.

Este hecho no encaja bien en la idea vulgar que tenemos de los cristianos pentecostales-pietistas; especialmente porque los hechiceros que practican el exorcismo, y no es otra cosa, sino hechicería de lo que se trata, trabajan con éxitos asombrosos. Esto parecerá tanto más sorprendente a los que saben que estos hechiceros no están equipados con poderes divinos, sino con fuerzas satánicas. Según la Biblia “echan fuera al demonio por Beelcebú”. Esto significa: Se combate el hechizo con un contrahechizo (véase también el aviso de Ap. 22:15). Este es el método común de la hechicería en todas las religiones, incluyendo los movimientos místicos del judaísmo y del así llamado cristianismo, (véase Hch. 19:13 y Mt. 7:22). Seamos conscientes de lo que significa: El que está bajo el dominio de un poder de las tinieblas, tiene cierto poder sobre espíritus malos. El reino del diablo, sin embargo, no se debilita por medio de ciertos cambios exteriores, sino que sólo se reestructura su imagen. El príncipe de este mundo, Satanás, puede permitirse muy bien la libertad de otorgar a “sus ministros” (2 Co. 11:15: “...no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia...”) cierto poder dentro de su área de influencia, para presentarles como bienhechores de la humanidad por medio de simulacros de combates. Todo esto sirve únicamente para extender su poder y su reino de tinieblas.

El psicólogo y filósofo de la religión T. K. Oesterreich describe en su libro Die Besessenheit (La posesión demoníaca), Langensalza 1921, fenómenos de ocupación demoníaca que muestran todas las características de los relatos bíblicos y que desde los tiempos neotestamentarios, pasando por la Edad Media hasta nuestros días se manifiestan con características similares. Son interesantes sus relatos de los campos misioneros, que por un lado confirman el exorcismo mágico antiguo de las tribus primitivas, pero que por otro lado describen la observación, extraña para él, que los gentiles convertidos al cristianismo eran inmunes a las epidemias de ocupaciones demoníacas, como él lo denomina.

Es notable su observación: «En los pueblos primitivos disminuyen las manifestaciones de ocupación demoníaca siempre donde la obra misionera cristiana echa sus raíces profundas» (¡Esto era en 1921!)

No se puede pedir más de un científico que está acostumbrado a pensar bajo el punto de vista de las leyes naturales, sin entrar en lo trascendental.

La liberación de ataduras ocultistas, místicas

Para salir de las ataduras ocultistas o místicas, que para mí son equivalentes, hay que procurar por todos los medios impedir que puedan articularse los poderes de las tinieblas (evitar, por ejemplo, tutear a Satanás o los demonios), porque precisamente están esperando tener la oportunidad de manifestarse y demostrar su poder. Con ello logran lo siguiente:

• captar la atención y que se les escuche,

 

• que las personas se ocupen detenidamente de ellos, en vez de centrarse en CRISTO y su Palabra,

 

• infiltrar sus enseñanzas y pensamientos en los creyentes y

 

• poder simular una “expulsión”, para atestiguarles a los exorcistas una “autoridad” y engañar a muchos.

 

Con esta táctica dan comienzo a un proceso exorcístico que puede durar meses o años y sólo confirma la falta de poder de los expulsores y demuestra el triunfo de Satanás. Los poderes demoníacos no se presentan como vencidos, sino como dueños de la situación, incluso cuando se están quietos por algún tiempo, para que el engaño continúe.

¡Esto nunca debe ser el objetivo y el sentido de nuestra lucha contra las potestades de las tinieblas! Por eso no sólo son antibíblicas las teorías sobre la expulsión y la posesión de demonios de los exorcistas modernos, sino que con respecto al individuo necesitado de ayuda son brutales y despiadadas.

Todos sabemos que hay hijos de Dios oprimidos por el diablo y que hay que ayudarles.

Aquí surge a menudo una pregunta:

¿Por qué es tan difícil para las personas engañadas por el espíritu del misticismo y que están abiertas a influencias ocultistas, quedar libres otra vez, incluso cuando son de Cristo? Respuesta: Por regla general el “espíritu” adquirido voluntariamente por una pasividad pecaminosa o por deseo, paraliza, enturbia y ocupa la voluntad y el juicio de la persona. La euforia inicial embriagadora tapa al principio las primeras consecuencias negativas. Si se hace más fuerte su presión, es verdad que se dan cuenta del engaño, pero o bien por reprimirlo o bien por evaluarlo erróneamente se transforma en autoengaño o le faltan las fuerzas de desprenderse de la opresión satánica o de los seres queridos que están en ese mismo ámbito. Sus oraciones y ruegos pidiendo luz y libertad lamentablemente no suben nada más que hasta el techo de su cuarto. La Palabra de Dios que lee, le condena. Espera ayuda de la Biblia, pero las palabras de ánimo y consuelo permanecen ocultas. El espíritu que le domina, del que quiere escapar, le acusa ahora del pecado más grave, la blasfemia contra el Espíritu Santo, y le adjudica el hecho de que es hijo de Dios y le sugiere que Dios le ha abandonado torturándole así hasta incluso llevarle a plantearse el suicidio.

La mirada de fe en Jesús, la huida a sus brazos y el volver las espaldas a todo misticismo bastarían para volver a alcanzar la libertad perdida. Pero esta vuelta necesaria es la que el espíritu malo trata de impedir al hacer que su victima tenga la vista sólo clavada en él, como un conejo hipnotizado mirando la garganta de la serpiente. Así no es extraño que sufra un colapso y Satanás gane una victoria más.

Sólo hay un camino de liberación: humillarse y arrepentirse de su conducta pecaminosa (consciente o inconsciente) del pasado, romper con la falsa doctrina y la atadura de Satanás en la que la persona se ha metido voluntaria o forzosamente, y entregar de nuevo, confiando, su vida a Jesucristo, el Señor y Salvador que ha vencido y desarmado definitivamente en el Gólgota a todas las potencias de las tinieblas, también a las de aspecto religioso (Col. 2:15).

Hay que tomar esta victoria como base y en lo sucesivo pelear la batalla de la fe según las normas que el apóstol Pablo nos ha dado en Efesios 6:10-18, especialmente el versículo 17: “...tomad... la espada del Espíritu, que es la PALABRA DE Dios”.

Tenemos que sujetarnos a esto de manera sobria y espiritual.

Tenemos que tener presente que nuestra batalla de la fe no es ni una guerra ofensiva ni una lucha cuerpo a cuerpo contra Satanás, sino una actitud de defensa: “...resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stg. 4:7). En Efesios 6:10-18 leemos tres veces “estad firmes”. El que ataca al diablo y sus potencias de manera presuntuosa e inconsiderada queriendo reprimir a los espíritus sin ser apóstol, en vez de confiar en el poder del Señor, caerá. Nosotros, sin embargo, sencillamente defendemos por medio de la fe el lugar sobre el cual el Señor nos ha puesto por medio de SU victoria. La táctica del enemigo está en sacarnos de nuestra FORTALEZA, CRISTO, con toda clase de cebos. Esto es lo que ocurre con todas las ofertas carismáticas y al llevar a cabo, o incluso sólo al apoyar, el exorcismo. Satanás en este caso está arrastrando a estas personas a su terreno, aquí demuestra su poder. Presenta como vencedores a los que “imparten la ayuda espiritual” y sin embargo lo que hace es celebrar sus propias victorias. ¡Los exorcistas “creyendo que empujan son empujados”!

Por eso desechamos la doctrina y la práctica peligrosa e insensata del demonismo. Si, a cambio, nos fundamos en la Palabra de Dios y actuamos según la guía de las enseñanzas de los apóstoles, edificación, corrección, entonces podremos ayudar a muchos oprimidos.

Reconozco que hay casos que parecen resistir a toda corrección, en los que la mente y el ánimo del afectado permanecen encerrados como en un calabozo. Ahí no sirve el exorcismo, por más justificado que pueda parecer. En estos casos no cesemos de clamar por la misericordia de Dios, porque “...el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Stg. 5:11).

Pero todos debemos tener presente, como prevención propia, Hebreos 10:38 y saber según el Salmo 81:12 que el Señor dice: “Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron en sus propios consejos” (Sal. 81:12).

Añadido a esto una advertencia de suma importancia, que todos los que se sienten oprimidos deben tener muy en cuenta:

En mi servicio de consejero bíblico he observado de forma creciente, que justamente aquellos afectados gravemente de experiencias dentro del ocultismo, casi no son capaces de dejar atrás los sucesos traumáticos que han vivido. Su vida interior está tan repleta de sacudimientos del pasado y las heridas causadas por los poderes de las tinieblas son tan profundas, que por el recuerdo de lo sufrido permanecen cautivos en una obsesión pánica. Hablando de su pasado doloroso a otros y durante cada asesoramiento espiritual, esta mancha negra una y otra vez vuelve a ser recordada y evocada, de modo que queda más y más consolidada. Esa es una munición muy bien recibida por el enemigo, porque de esa manera se atestigua, aún siendo involuntariamente, una y otra vez el poder que tiene, que él sabe muy bien transformar en depresiones u otras tribulaciones serias, también de índole corporal.

Retengamos esto: Los hijos de Dios redimidos no tienen una cuenta corriente de deudas de faltas sufridas (Col. 3:13) o cometidas, si una vez se han arrepentido de ellas; Colosenses 2:14: Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros...”

Aparte del hecho de que con una manera de pensar y actuar negativa, enturbiamos nuestra visión de la redención plena por medio de Jesucristo, dañándonos nosotros mismos, con esta actitud negativa además desatendemos una de las muchas amonestaciones importantes de Pablo: ¡Filipenses 3:13, 14! Estas palabras que proclaman la libertad debieran y pueden ser la parte muy personal que nosotros ponemos para la liberación de todos los pecados pasados y de toda la opresión del enemigo. Dicen estos versículos: ...Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

La amonestación a olvidar lo pasado y a “poner los ojos en Jesús”, no significa que podemos evitar la batalla de la fe, pero al mismo tiempo tenemos la promesa de poder vencer al malo “...por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos...” (Ap. 12:11). En la muerte de nuestro Señor en la cruz todo lo ocurrido en las tinieblas, y nuestra propia culpa de ello, ha terminado para el creyente: “...despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia; y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe...” (He. 12:1, 2).

Si no entregamos nuestro pasado macabro y nuestra calamidad resultante de él, a la muerte de Cristo, la vida de JESÚS no puede manifestarse en nuestra carne mortal (véase 2 Co. 4:11). Nuestra actitud interior al igual que nuestra manera de comportarnos frente a las opresiones posiblemente existentes todavía, decide sobre la victoria o la derrota, porque de parte de Dios todo está ya consumado. “La palabra de nuestro testimonio” sobre la victoria de Jesucristo junto con el sacrificio de alabanza de nuestros labios (He. 13:15) y el aferrarse diariamente y con gozo a la Palabra de Dios, hará que el enemigo ponga término a todos sus ataques injustificados.

Finalizando este capítulo quiero mencionar de entre la abundancia de experiencias, a un testigo principal sobre el camino errado de la ayuda espiritual que se concentra en el ocultismo. En el boletín Fest und treu (Firme y fiel) número 53 habla un hermano de su lucha durante años contra su tendencia triste a la homosexualidad. Dice: «Lo peor fue que fui a dar con un grupo de cristianos que estaban convencidos que la homosexualidad era exclusivamente una ocupación demoníaca masiva. Oraban conmigo durante horas, entre otras cosas para echar fuera a este ‘demonio’ tenaz. Era un camino sencillo; ni yo, ni mi carne pecaminosa, eran la causa de mis problemas, sino un demonio.

Hoy sé que todo esto solo contribuyó a dañar aún más a mi alma ya herida. No quedé libre a pesar de los exorcismos de supuestos espíritus que se prolongaron durante varios años. Algunos dirían que era mi incredulidad. Hoy sé que toda esta ayuda espiritual que se concentra en el ocultismo está fundada en doctrinas tergiversadas en las que se interpreta mal la Palabra de Dios. No me guiaron a la libertad, sino a nuevas ataduras».

Este hermano quedó libre por medio del camino normal que nos marca la Biblia: por la confesión y la confianza en las promesas inquebrantables de la PALABRA DE DIOS.

Resumen y perspectivas

Las manifestaciones demoníacas aparecieron concordando con el comienzo del movimiento pentecostal y carismático, respectivamente. Esto no sólo descubre el fondo espiritualista y oculto de este movimiento, sino al mismo tiempo su carácter abismático. Como consecuencia lógica adicional se desarrolló prácticamente de manera espontánea la supuesta “necesidad” del exorcismo y más creyendo, quizás con la mejor intención, tener la prueba de la legitimidad de lo que hacían en este sector tan dudoso y la autoridad al presentar sus “experiencias” y sucesos (funestos).

Habrá quedado claro con estas observaciones la relación que hay entre las manifestaciones místicas, parapsicológicas y demoníacas.

Conclusión: El exorcismo aparentemente “coronado de éxito” no es equivalente a la misión bíblica que Dios nos encomienda y por eso tampoco es una prueba de que está obrando el Espíritu Santo. Los espiritistas, espiritualistas, animistas, fetichistas, los hechiceros de todos los cultos religiosos altos y bajos, incluyendo a los yoguis orientales, etc., “dominan” y practican el exorcismo con “éxito”, a su manera. También se ha dado el caso que psicólogos ejercitados hayan “logrado exorcizar” aparentemente a espíritus demoníacos por medio de la hipnosis. Las largas luchas de los expertos místico-cristianos para echar fuera a los demonios, sólo muestran su falta de autoridad y cabe la sospecha de que con un trasfondo espiritista colaboran con los espíritus de manera frívola y juguetona.

Repetimos otra vez: Las enfermedades mentales por causas orgánicas requieren un tratamiento médico. Aquí también un exorcismo contribuiría a empeorar el estado del enfermo. Por eso son pocas todas las advertencias que podamos hacer contra los exorcistas embriagados de autoridad o solamente impulsados por su buena intención. ¡Mucho cuidado!

De la misma manera como el falso espíritu del movimiento pentecostal se aprovecha de una cierta disposición o sensibilidad de la persona como fuerza de contacto favorable para un “bautismo en el Espíritu”, así se aprovecha el exorcista (consciente o inconscientemente) de la tendencia hacia lo oculto de su víctima, para llegar a un resultado impresionante y “convincente”. Forzosamente se origina como consecuencia adicional otra atadura constante no menos absurda y nada espiritual: La persona exorcizada queda sujeta al que “imparte la ayuda espiritual con tanta autoridad” y a los círculos correspondientes. Precisamente los casos que requieren una “ayuda” constante, son la mejor prueba de que los exorcistas se mueven sobre un terreno ocultista y no sobre el bíblico, aunque denominen sus actividades “asesoramiento liberador” o “ayuda espiritual intensiva”.

También quiero señalar que el exorcismo dentro del ámbito del catolicismo, que no hemos tratado aquí, desde luego hay que calificarle igualmente de “magia blanca”. La psicología tampoco puede ayudar. El psicólogo ya mencionado T. K. Oesterreich intenta, siendo un científico no creyente, explicar psicológicamente ciertos “éxitos” exorcísticos, dando demasiada importancia a la convicción religiosa, la fuerza psíquica y la conciencia de protección de los cristianos. A pesar de la abundancia de material, Oesterreich sigue aferrado a la filosofía de la inmanencia, es decir, la doctrina que rechaza la existencia de una realidad trascendente como causa de los fenómenos de ocupación demoníaca, aunque tampoco puede negar del todo la cuestión de la trascendencia frente a ciertos fenómenos inexplicables.

El que la ayuda espiritual genuina y basada en la Biblia, que hace comprender al afectado la liberación por medio de JESUCRISTO, haya degenerado hasta llegar a ser un exorcismo presuntuoso, ha suscitado ya muchas preguntas y es causa de indignación para la Iglesia. Creo que las causas hay que buscarlas en el crecimiento vertiginoso de las tendencias ocultistas-carismáticas y su propagación en las iglesias.

Psiquiatras creyentes y no creyentes coinciden al comprobar que el porcentaje de personas que padecen de enfermedades nerviosas y mentales, es muy alto dentro del movimiento pentecostal y carismático, respectivamente. Como el ingresar en una clínica psiquiátrica es algo poco agradable, las personas afectadas van primero a probar con un hermano que tenga “autoridad” para practicar el exorcismo; si el desahogarse con él, la confesión de pecados, la oración y la renuncia no tienen éxito (porque allí de antemano la doctrina es errónea), el hermano prueba con “mandarles salir a los demonios en el nombre de Jesús”. Así se desarrolla una nueva manera de pensar dentro de la práctica del asesoramiento espiritual. Es extraño que ninguno de los que actúan de esta manera, ni las víctimas, se dan cuenta que podría tratarse de una seducción intencionada por los demonios.

El profesor Otto Michel dijo una vez algo muy serio y verdadero: «Siempre que la Iglesia se ha ocupado excesivamente con los demonios, ha caído en los brazos abiertos de Satanás».

Esto también es válido en cierto sentido para “la lucha que Blumhardt sostuvo” por la poseída Gottliebin Dittus, a la que tanto se remiten los carismáticos y exorcistas. También Blumhardt, al que por lo demás tributamos un gran respeto, era una persona de contacto espiritual, como todos los visionarios (oía, veía e interrogaba a los espíritus, más aún, ¡incluso les predicaba!) Después de dos años, por fin, quedó restablecida la paz en aquella chica poseída. Algunos ven en esto la misericordia de Dios, pero es más factible que el enemigo simulara una “victoria”, para afianzar para las generaciones siguientes la creencia en la “necesidad del exorcismo”. Lo que está claro es que en la Biblia no encontramos ningún ejemplo a seguir que justifique esta “lucha” o tan solo una fase de ella. Por eso está, con razón, muy controvertido hasta el día de hoy. (Véase el libro de W. Nitsche: Dämonische Verstrickung - Biblische Befreiung)

Retengamos esto: Nuestro SEÑOR JESUCRISTO venció definitivamente a Satanás y sus potencias en el Gólgota. ¡Todo el que quiera puede hacer suya esta victoria!: “...tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Ef. 6:16).

Un demonismo antibíblico, sin embargo fomenta, por la incredulidad y desobediencia de los hombres (Ef. 2:2), las obras de las tinieblas que por ahora todavía existen. Con esto se concede derechos y lugar para extenderse a las tinieblas; de ahí las inquietantes manifestaciones de poder durante los así llamados exorcismos.

Rechazamos el ocuparse neciamente del demonismo y proclamamos la VICTORIA DE JESUCRISTO, echando de nosotros todas las maquinaciones de las tinieblas y poniéndonos sobre el terreno de victoria. El Gólgota representa una cesura contra el mundo de las tinieblas. Los demonios respetan la victoria de Jesucristo (Mr. 1:24; Hch. 19:15); ¿por qué, pues, hemos de pelear con un enemigo ya vencido?

El que se sienta oprimido o atado por una carga ocultista o carismática, que confiese al SEÑOR su pecado y reniegue de Satanás y todas sus ataduras (pero nunca hablándole directamente a Satanás); y entregue su vida de nuevo al SEÑOR JESÚS y se sujete de ahí en adelante a la PALABRA DE DIOS y permanezca lejos de las influencias carismáticas.

Si a pesar de hacer esto siguiera sufriendo bajo ese peso, puede buscar el consejo de un creyente maduro, ¡no de un pentecostal, carismático o exorcista (secreto)!, que le pueda ayudar por medio de la Biblia a comprender que el SEÑOR ya ha clavado en la cruz el pecado, que ha quitado de en medio el acta de los decretos que había contra nosotros y que por esta razón Satanás ya no puede reivindicar nada del hijo de Dios: “...Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31).

Nuestra tarea consiste en sacar de sus ideas religiosas antibíblicas a los hijos de Dios oprimidos y atemorizados (y sacarles también de las manos de sus consejeros seducidos por la doctrina carismática), sujetándoles espiritualmente a Cristo, el Señor, ¡el Único que puede hacer verdaderamente libre!

El que confía enteramente en la victoria de JESUCRISTO y le sigue fiel al Señor, quedará y permanecerá libre, sin ninguna clase de exorcismo.

Por eso damos testimonio de la promesa de salvación en el Antiguo Testamento por medio del HIJO de Dios dada en Isaías 61:1: “...me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos...”

Luego, en Lucas 4:21, el mismo Jesús proclama el cumplimiento de esta promesa: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Sólo tenemos que reclamar y aceptar el consuelo de SU PALABRA en Colosenses 1:9-14, donde Pablo dice: “...no cesamos de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, ...creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder... para toda paciencia y longanimidad con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz, el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

Es a ÉL, y sólo a ÉL, a quien tenemos que aferrarnos firme e imperturbablemente, hasta que ÉL venga.

volver arriba