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No es un trabajo fácil

  • Fecha de publicación: Miércoles, 29 Febrero 2012, 23:49 horas

No hay garantía de que las personas se sientan agradecidas cuando usted les dice que necesitan un Redentor. De hecho, hay algunos que le atacarán en lugar de aceptar el mensaje de que pueden pasar la eternidad con Dios. ¿Le han perseguido alguna vez por compartir su fe? Si no lo han hecho,

entonces continúe compartiéndola, que lo harán.

Proclamar el camino angosto de salvación como el único camino hacia Dios, no siempre ha sido recibido como una buena nueva. Tampoco se acepta siempre con gozo y felicidad el mensaje que puede alcanzarse la vida eterna. Un número incontable de individuos han sacrificado sus vidas por el privilegio de ser mensajeros del evangelio, no obstante, a todo lo largo del Antiguo Testamento, Dios escogió a personas comunes y corrientes sin talento extraordinario o habilidades para comunicar su mensaje a cualquier costo.

El profeta Jeremías es un ejemplo. Su llamado y misión provino de Dios, no del hombre. Tal como declara la Biblia, Dios designó a Jeremías como su testigo antes de que naciera el profeta. La Biblia declara: "Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jer. 1:5). Animando a Jeremías, Dios dijo: "No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande" (Jer. 1:7).

Cuando Dios llamó a los profetas de la antigüedad, el mensaje que les dijo que proclamaran no siempre hizo que quienes los recibían se sintieran alegres o confiados. No era un mensaje de que "estoy bien" y "usted esta bien". Era un aviso que quemaba con fuego del propio corazón de Dios y estaba dado a hombres y mujeres rebeldes.

Tal como las personas en el mundo hoy, la gente del pasado se había apartado de Dios. Los profetas fueron designados para que los retaran. Ellos no debían preocuparse por su popularidad o por ganar el trofeo como "la persona más popular del año". Dios usó a Jeremías para describir la condición espiritual de su pueblo. En una ocasión él declaró: "Porque resueltamente se rebelaron contra mí la casa de Israel y la casa de Judá, dice Jehová. Negaron a Jehová, y dijeron: El no es, y no vendrá mal sobre nosotros, ni veremos espada ni hambre" (Jer. 5:11, 12).

Luego el profeta pronunció las palabras de advertencia que Dios le había ordenado entregar: "Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: Porque dijeron esta palabra, he aquí yo pongo mis palabras en tu boca por fuego, y a este pueblo por leña, y los consumirá" (Jer. 5:14).

¿Quién culparía a Jeremías por sentirse algo inseguro, a pesar de que Dios le había prometido protegerlo? Pero Jeremías proclamó la verdad, a pesar del hecho de que no era popular. Fue un siervo verdadero de Dios. Tal vez necesitemos algunos Jeremías en el escenario hoy.

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